El día de Navidad, Francisco llamó por teléfono a Giacomo Cofano, el hombre que enviudó el pasado 17 de diciembre cuando su esposa Viviana murió al dar a luz a dos gemelos
El Papa Francisco (Vatican Media) |
“Las palabras que apaciguan son un árbol de
vida”, leemos en la Biblia. Una palabra amiga puede devolver el sentido a una
vida "apagada" por un dolor atroz, se podría parafrasear. Un reflejo
de la máxima del Libro de los Proverbios puede verse en lo que le ocurrió en
Nochebuena a Giacomo Cofano, un joven padre de la provincia de Brindisi, que
una semana antes, el 17 de diciembre, pasó en un instante de la alegría más
hermosa, el nacimiento de dos hijos más, al desgarro de perder a Viviana, la
amada esposa que los dio a luz. Y luego, en la noche de Navidad, ese timbre en
el teléfono, un número desconocido, y la voz que se presenta: 'Hola, Giacomo,
soy yo, buenas noches... soy el Papa Francisco'.
Una palabra que se convierte en una caricia, un
gesto de calidez en el escalofrío de un hombre que ha visto su mundo
destrozado, el sentido de una vida en común roto para siempre. Sin embargo,
revela entre un post social y una entrevista, se iluminó un sentido con esa
llamada inesperada, con esos minutos y palabras de consuelo que el Papa le
dedicó, dice, como se hace con un amigo. Fue el párroco amigo de la familia,
Don Donato Liuzzi, quien había informado del incidente a Francisco para que
encomendara a sus oraciones a la joven madre fallecida. Ahora para Giacomo
están su hija mayor de seis años y dos recién nacidos, una niña y un niño, a
los que se dedica en nombre y en memoria de Viviana.
Y es muy llamativo que un hombre que acababa de
recibir un golpe al corazón tuviera el ánimo de escribir una carta a los
médicos y al personal sanitario que dedicaron tanto tiempo a intentar salvar la
vida de su mujer, que llegó al hospital con un cuadro clínico ya grave. Sobre
todo porque esa carta quiso escribirla la misma noche de su pérdida. Un enorme
acto de valentía y gratitud. Palabras buenas, también esas, que devuelven la
vida a quien las recibe y también a quien las da, y que no tienen un momento
más justo que otro, sólo hay que decirlas.
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Vatican News