A su llegada, 900 nativos le pidieron el bautismo
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George Pallipparambil. Dominio público |
Limitando con China, Bután, Myanmar y
el Tíbet, esta región del noreste del país era prácticamente inaccesible hasta
ese momento y estaba poblada por tribus salvajes que nunca habían tenido
contacto con otras culturas. "Era un lugar violento y desconocido, gobernado por la superstición y
el miedo. La gente era animista y cortaba cabezas. El hombre que cortaba la
mayor cantidad de cabezas era nombrado el jefe", comenta a NC Register el diácono Rory Desmond,
de la diócesis del lugar.
Expedición al
"mundo exterior"
Sin embargo, el aislamiento en el que
vivían estas tribus iba a cambiar a mediados de la década de 1970, cuando un grupo de jóvenes empezó a
escuchar noticias del mundo exterior y decidió caminar hacia el sur.
Algo que resultaba muy peligroso, ya que Arunachal Pradesh siempre estuvo
tomada por el Ejército indio, hasta el día de hoy. "Nadie podía ingresar a
la región, a menos que consiguiera un permiso especial", asegura el
diácono.
"Estos muchachos llegaron al
pueblo de Tinsukia, donde vivía un joven seminarista llamado George. El que
años después sería nombrado obispo se dio cuenta en ese instante de que eran
salvajes y vestían en taparrabos. Esas tribus estaban consideradas inferiores a la casta de los intocables",
asegura Rory.
El por aquel entonces seminarista
recogió a los niños y los llevó a una residencia salesiana, y, a las niñas, a
las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa. "Él se encargó de ser su
pastor. Les consiguió
ropa, comida y los llevó a la escuela", señala el diácono. Pasó un año
desde el encuentro con los jóvenes, y los muchachos regresaron a sus aldeas,
allí sus familias se quedarían asombradas del estado físico y anímico en el que
se encontraban.
Noticias acerca
de "ese Dios"
"Estaban fuertes y altos. Los
jóvenes habían aprendido a leer y hablaban de un nuevo Dios", apunta
Desmond. Pasado un tiempo, los ancianos de las tribus de Arunachal Pradesh se
reunieron y decidieron volver a enviar jóvenes al padre George, esta vez con un
mensaje: "Por favor, acérquese
a nosotros y cuéntenos acerca de ese Dios, Jesús, que ha hecho tanto por
nuestros hijos".
Entonces, el padre George descubrió
que acababa de recibir un llamado del Espíritu Santo. Y fue a hablar con su
obispo, para poder viajar hacia el norte. Pero, no era tan fácil. Cualquier
cristiano, especialmente católico, tenía prohibida la entrada en aquella zona del país. Se arriesgaba
a ser condenado a muerte. Sin embargo, el obispo le dijo: "Debes correr el
riesgo".
En el año 1979, el padre George entraba en
Arunachal Pradesh vestido de seglar. Como cada una de las tribus tenía su
propio idioma, lo jóvenes que habían viajado hasta el pueblo del seminarista le
sirvieron de traductores. La región no tenía carreteras ni infraestructuras.
Aunque todo debía hacerse a pie o en canoa, los sufrimientos del padre George
estaban valiendo la pena.
"La gente empezó a acudir a la fe católica como un reguero de
pólvora. Solían ser personas muy orgullosas, que no aceptaban el sistema de
castas de la India. El catolicismo, en cambio, les estaba diciendo que todos
eran hijos de Dios", comenta el diácono Rory.
Cerca de 900 adultos pidieron, en ese
momento, poder ser bautizados, mientras, el Ejército indio, buscaba al padre George para matarlo.
Pero, todas aquellas personas se presentaron ante el comandante de la región
para exigir su derecho a recibir el sacramento. "Si el grupo hubiera sido
más pequeño, los habrían disparado a todos", asegura el diácono.
Cuarenta años después, la realidad de
la región es muy distinta. El padre George es el obispo de la diócesis de Miao,
en Arunachal Pradesh, donde hay
100.000 católicos, de una población de más de 1,6 millones de habitantes.
Los logros de aquel joven seminarista, que entró un día camuflado, son enormes:
38 parroquias, 52 escuelas, 1 universidad, 1 hospital, cientos de pozos de agua
potable, 17 dispensarios médicos y 1 seminario menor.
Además, al obispo George le
acompañan, ahora, en su labor: 28 sacerdotes diocesanos, 68 sacerdotes de
órdenes religiosas, 165 religiosas, 158 catequistas. "Jesús ha transformado la cultura de esta región. La gente
está alfabetizada y dirigen su propia comunidad. El obispo George creó
programas de formación profesional de carpintería y de sastrería. El lugar de
la mujer en la sociedad ha cambiado", apunta el diácono Rory.
Transformación
cultural
"Muchas de las niñas de nuestra
diócesis son ahora Misioneras de la Caridad, y nuestro primer sacerdote nativo
será ordenado en 2024", comenta el obispo George. Un ejemplo de este
cambio se puede ver en los niños que nacen con problemas, antes se les mataba,
porque se consideraba que
estaban "infectados" por un espíritu maligno.
"Nuestra gente tiene una fe enfocada en su
relación con Dios. No es tan intelectual, si les preguntas cuáles son los
Diez Mandamientos, puede que no los sepan en orden, pero te dirán: 'Sabemos que
Jesucristo nos eligió'", señala el obispo George. Y, concluye: "Todas
las familias hacen oración diaria en sus hogares y construyen un pequeño altar
en sus chozas de bambú, con una imagen del Sagrado Corazón".
J. C.
Fuente: ReL