Un momento de oración silenciosa con los líderes religiosos abrió el segundo día de la “peregrinación de paz” del Santo Padre a Kazajistán
![]() |
Vatican News |
Además, el
Pontífice impartió un discurso en la inauguración del séptimo Congreso de
Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales.
Fueron palabras “directas y familiares”, como él mismo
las definió, las que abrieron el séptimo Congreso de Líderes de Religiones
Mundiales y Tradicionales. En una proficua alocución en Kazajistán, el Papa
Francisco se dirigió a los líderes religiosos, las autoridades, los miembros
del Cuerpo Diplomático, de las organizaciones internacionales, los
representantes de instituciones académicas y culturales en la mañana de este
miércoles 14 de septiembre.
El Palacio de la Independencia, que junto con el
monumento Eli, el Museo Nacional, la Universidad Hazret Sultan, forma parte del
conjunto arquitectónico de la plaza central de Nursultán, acogió la primera
actividad en el segundo día de la visita pastoral del Obispo de Roma a la
nación centroasiática.
El Pontífice se expresó “en nombre de esa fraternidad que nos une a todos, como hijos e hijas del mismo cielo”. Es una frase que trasciende las fronteras de lo verbal y se encarna en los gestos de este “peregrino de paz y unidad”, actitud con la que visita tierras kazajas, como lo dejó claro en su primer discurso de ayer, martes 13 de septiembre.
En un mensaje en el que confluyen lo pastoral con lo
poético, el Sucesor de Pedro sostuvo que, “ante el misterio del infinito que
nos sobrepasa y nos atrae, las religiones nos recuerdan que somos criaturas; no
somos omnipotentes, sino mujeres y hombres en camino hacia la misma meta
celestial”.
Para el Papa, “la condición de criaturas que
compartimos instaura así una comunión, una auténtica fraternidad”. “Nos
recuerda, prosigue Bergoglio, que el sentido de la vida no puede reducirse a
nuestros intereses personales, sino que se inscribe en la hermandad que nos
caracteriza”.
Solo crecemos con los demás y gracias a
los demás
El Santo Padre constató que “nos encontramos en una
tierra transitada a lo largo de los siglos por grandes caravanas”, añadiendo
que, en estos sitios, también por medio de la antigua ruta de la seda, “se han
entretejido muchas historias, ideas, creencias y esperanzas”. En este sentido,
deseó “que Kazajistán pueda ser una vez más tierra de encuentro entre quienes
están distanciados” (ya se había referido a este país en términos similares en
el curso de su mensaje a las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo
Diplomático en el día de ayer).
El Pontífice también auguró que la nación pueda “abrir
una nueva ruta de encuentro, basada en las relaciones humanas: el respeto, la
honestidad del diálogo, el valor imprescindible de cada uno, la colaboración;
un camino para recorrer juntos hacia la paz”.
“¿Cuál es la belleza de la vida?”
Recordando que este martes 13 tomó prestada la imagen
del dombra en su discurso a las autoridades, hoy quiso asociar al instrumento
musical “una voz, la del poeta más célebre del país, padre de su literatura
moderna, el educador y compositor que a menudo se representa precisamente junto
al dombra”, dijo.
La figura en la que se inspiró es Abay Kunanbayuli
(1845-1904), conocido popularmente como Abai, quien, según Francisco, “nos ha
dejado escritos impregnados de religiosidad, en los que se refleja lo mejor del
espíritu de este pueblo, una sapiencia armoniosa, que desea la paz y la busca
interrogándose con humildad, anhelando una sabiduría digna del hombre, nunca
encerrada en visiones limitadas y estrechas, sino dispuesta a dejarse inspirar
por múltiples experiencias”.
Tomando una pregunta imperecedera del poeta Abai:
“¿Cuál es la belleza de la vida, si no se va en profundidad” (Poesía, 1898),
subrayó que otro poeta se preguntaba por el sentido de la existencia, poniendo
en labios de un pastor “de estas inconmensurables tierras de Asia” una pregunta
“igualmente esencial”: “¿Adónde tiende este vagar mío, tan breve?”. Junto con
este planteo, contenido en el Canto nocturno de un pastor errante de
Asia del escritor italiano Giacomo Leopardi, el Sucesor de Pedro
considera que “interrogantes como este son los que suscitan la necesidad de la
religión, y nos recuerdan que nosotros, seres humanos, no existimos para
satisfacer intereses terrenos y para establecer relaciones de naturaleza
meramente económica, sino para caminar juntos, como peregrinos con la mirada
dirigida al cielo.
El mundo espera de nosotros una
religiosidad auténtica
Francisco expresó que el mundo espera de nosotros
(ndr: líderes religiosos) el ejemplo de almas despiertas y de mentes claras.
Luego, con meridiana claridad afirmó que “ha llegado la hora de despertarse de
ese fundamentalismo que contamina y corroe todo credo, la hora de hacer que el
corazón se vuelva transparente y compasivo”.
“Pero también es la hora de dejar solo a los libros de
historia los discursos que, por demasiado tiempo, aquí y en otros sitios, han
inculcado sospechas y desprecio respecto a la religión, como si fuera un factor
de desestabilización de la sociedad moderna.”
Las religiones, una solución
En Kazajistán “es bien conocida la herencia del
ateísmo de Estado, impuesto por decenios, esa mentalidad opresora y sofocante
por la cual el simple uso de la palabra ‘religión’ era incómodo”, aseveró el
Obispo de Roma. En cambio, introdujo un contrapunto, al dejar claro que “las
religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia
más armoniosa”.
“La búsqueda de la trascendencia y el valor sagrado de
la fraternidad pueden, en efecto, inspirar e iluminar las decisiones a tomar en
el contexto de las crisis geopolíticas, sociales, económicas y ecológicas
—pero, en la raíz, espirituales— que atraviesan muchas instituciones en la
actualidad, también las democracias, poniendo en peligro la seguridad y la
concordia entre los pueblos. Por tanto, necesitamos la religión para responder
a la sed de paz del mundo y a la sed de infinito que habita en el corazón de
todo hombre.”
La libertad religiosa
Una condición esencial para un desarrollo
verdaderamente humano e integral es la libertad religiosa, explicó Francisco,
enfatizando que “somos criaturas libres”.
“Nuestro Creador se ha “hecho a un lado por nosotros”,
ha “limitado” su libertad absoluta —por así decirlo— para hacer también de
nosotros unas criaturas libres. ¿Cómo podemos entonces obligar a algunos
hermanos en su nombre? «Mientras creemos y adoramos —enseñaba Abai—, no debemos
decir que podemos obligar a los demás a creer y adorar» (Palabra 45).”
La libertad religiosa, un derecho
fundamental
Explayándose en su reflexión sobre este asunto
crucial, el Sucesor de Pedro manifestó que la libertad religiosa es “un derecho
fundamental, primario e inalienable, que es necesario promover en todas partes
y que no puede limitarse únicamente a la libertad de culto”. “De hecho,
precisó, es un derecho de toda persona dar testimonio público de la propia fe;
proponerla sin imponerla nunca. Es la buena práctica del anuncio, diferente del
proselitismo y del adoctrinamiento, de los que todos están llamados a mantener
distancia”.
“Relegar a la esfera de lo privado el credo más
importante de la vida privaría a la sociedad de una riqueza inmensa; favorecer,
por el contrario, ambientes donde se respire una respetuosa convivencia de las
diversidades religiosas, étnicas y culturales es el mejor modo para valorar las
características específicas de cada uno, de unir a los seres humanos sin
uniformarlos, de promover sus aspiraciones más altas sin cortar su impulso.”
El Congreso de Religiones
Francisco mencionó el valor actual, junto al valor
inmortal de la religión que Kazajistán “promueve admirablemente, acogiendo
desde hace una veintena de años este Congreso de relevancia mundial”. La
presente edición, según el Pontífice, nos lleva a reflexionar sobre nuestro rol
en el desarrollo espiritual y social de la humanidad durante el período
pospandémico.
Los cuatro desafíos globales
Para el Pontífice, “La pandemia, entre
vulnerabilidad y cuidados, representa el primero de cuatro desafíos
globales que quisiera indicar y que llaman a todos —aunque de manera
especial a las religiones— a una mayor unidad de propósitos”. Sobre esto,
Francisco aseveró que “los creyentes en la pospandemia, además de
sensibilizarse sobre nuestra fragilidad y responsabilidad, están llamados
al cuidado; a hacerse cargo de la humanidad en todas sus
dimensiones, volviéndose artesanos de comunión, testigos de una
colaboración que supere los cercos de las propias pertenencias comunitarias,
étnicas, nacionales y religiosas”.
La paz
El segundo desafío analizado fue el de la paz. En este
sentido, recordando “los horrores y errores del pasado”, invitó a unir los
esfuerzos, “para que más que nunca más el Omnipotente se vuelva rehén de la
voluntad de poder humano”. También animó a purificarnos “de la presunción de
sentirnos justos y de no tener nada que aprender de los demás”, liberarnos “de
esas concepciones reductivas y ruinosas que ofenden el nombre de Dios por medio
de la rigidez, los extremismos y los fundamentalismos, y lo profanan mediante
el odio, el fanatismo y el terrorismo, desfigurando también la imagen del
hombre”.
El Papa exhortó a no justificar nunca la violencia y a
no permitir que lo sagrado sea instrumentalizado por lo que es profano. “¡Que
lo sagrado no sea apoyo del poder y el poder no se apoye en la sacralidad!”,
exclamó.
“Dios es paz y conduce siempre a la paz, nunca a la
guerra. Comprometámonos, por tanto, aún más, a promover y reforzar la necesidad
de que los conflictos se resuelvan no con las ineficaces razones de la fuerza,
con las armas y las amenazas, sino con los únicos medios bendecidos por el
cielo y dignos del hombre: el encuentro, el diálogo, las tratativas pacientes,
que se llevan adelante pensando especialmente en los niños y en las jóvenes
generaciones.”
Valiéndose una vez más del poeta Abai, el Papa recordó
que este animaba “a ampliar el saber, a cruzar el confín de la propia cultura,
a abrazar el conocimiento, la historia y la literatura de los demás”. El Obispo
de Roma rogó que se invierta en esto, “no en los armamentos, sino en la instrucción”.
La acogida fraterna
En relación con el tercer desafío, el de la acogida
fraterna, para Francisco “hoy es grande la dificultad de aceptar al ser
humano”. Refiriéndose a un problema que le preocupa, la cultura del descarte,
remarcó que “cada día bebés por nacer y niños, migrantes y ancianos son
descartados; numerosos hermanos y hermanas mueren sacrificados en el altar del
lucro, envueltos en el incienso sacrílego de la indiferencia”. Y, sin embargo,
recordó Su Santidad, “todo ser humano es sagrado”. “Es sobre todo tarea
nuestra, de las religiones, recordarlo al mundo. Nunca como ahora presenciamos
grandes movimientos de poblaciones, causados por las guerras, la pobreza, los
cambios climáticos, en búsqueda de un bienestar que el mundo globalizado permite
conocer, pero al que a menudo es difícil acceder”.
“Un gran éxodo está en curso, desde las regiones más
necesitadas se busca alcanzar aquellas con mayor bienestar”, apuntó el
Pontífice. Y esto “no es un dato de crónica, es un hecho histórico que requiere
soluciones compartidas y amplitud de miras”. “Ciertamente, comentó, defender
las propias seguridades adquiridas y cerrar las puertas por miedo viene de
manera instintiva; es más fácil sospechar del extranjero, acusarlo y condenarlo
antes que conocerlo y entenderlo”. “Pero es nuestro deber recordar que el
Creador, que vela los pasos de toda criatura, nos exhorta a tener una mirada
semejante a la suya, una mirada que reconozca el rostro del hermano”.
Amar, acoger
La lengua kazaja “invita a tener esta mirada
acogedora”, pues, explicó el Pontífice, “en ella ‘amar’ significa literalmente
‘tener una mirada buena sobre alguien’”. En otra referencia a la cultura
tradicional de estas regiones, Bergoglio compartió un “hermoso proverbio
popular”, como él mismo lo definió, que reza así: “Si encuentras a alguien,
intenta hacerlo feliz, quizá sea la última vez que lo veas”.
Francisco instó a redescubrir el arte de la
hospitalidad, de la acogida, de la compasión, y a aprender “a avergonzarnos;
sí, a experimentar esa sana vergüenza que nace de la piedad por el hombre que
sufre, de la conmoción y del asombro por su condición, por su destino, del cual
nos sentimos partícipes”.
“El camino de la compasión es el que nos hace más
humanos y más creyentes. Depende de nosotros, además de afirmar la dignidad
inviolable de todo hombre, enseñar a llorar por los demás, porque solo seremos
verdaderamente humanos si percibimos como nuestras las fatigas de la
humanidad.”
El cuidado de la casa común
El último desafío global desglosado por el Pontífice
tiene que ver con la salvaguardia de la casa común, que, como ha reiterado en
tantas oportunidades, hay que protegerla, “para que no sea sometida a las
lógicas de las ganancias, sino preservada para las generaciones futuras, para
alabanza del Creador”.
“El Altísimo ha dispuesto con cuidado amoroso una casa
común para la vida. Y nosotros, que nos profesamos suyos, ¿cómo podemos
permitir que se contamine, se maltrate y se destruya? También en este desafío
unamos esfuerzos”.
“Sigamos adelante juntos”
Hacia el final de su intervención, el Pontífice
exteriorizó su deseo de que sigamos adelante unidos, “para que el camino de las
religiones sea cada vez más amistoso”.
En alusión a Abai, recordó que decía que “un falso
amigo es como una sombra, cuando el sol resplandece sobre ti, no te liberarás
de él, pero cuando las nubes se condensan sobre ti, no se verá por ninguna
parte”. Francisco estimuló a “que no nos suceda esto, que el Altísimo nos libre
de las sombras de la sospecha y de la falsedad, que nos conceda cultivar
amistades luminosas y fraternas, por medio del diálogo asiduo y la franca
sinceridad de las intenciones”.
“No busquemos falsos sincretismos conciliadores, sino
más bien conservemos nuestras identidades abiertas a la valentía de la
alteridad, al encuentro fraterno. Solo así, en los tiempos oscuros que vivimos,
podremos irradiar la luz de nuestro Creador. ¡Gracias!”, concluyó el Santo Padre.
Sebastián Sansón Ferrari
Vatican News