El de Mozambique es uno de los muchos conflictos prácticamente olvidados por Occidente, pero que sigue provocando un enorme sufrimiento entre las víctimas.
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António Juliasse, obispo de Pemba, bendice a algunos de los refugiados que debieron huir de sus hogares. |
Los
últimos atentados se produjeron en los distritos de Ancuabe y Chiúre, después
de casi un mes de relativa paz. Parecen confirmar los cambios en el modus
operandi del grupo terrorista que se denomina a sí mismo “Provincia de
Mozambique del Estado Islámico”.
“Nos
encontramos en un periodo muy confuso, con nuevos ataques que se extienden a la
región sur de la diócesis,
mucho pánico y mucha incertidumbre”, explica el actual obispo de Pemba,
António Juliasse Sandramo, a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia
Necesitada (ACN).
El
gobierno ha reforzado la presencia militar en la zona y está proporcionando
protección a los convoyes a lo largo de las carreteras principales; pero
testigos locales —que pidieron mantenerse en el anonimato— han informado a ACN
que el ejército también ha sufrido bajas. “No solo han sido decapitados civiles, sino también soldados; pero
resulta muy difícil obtener información más precisa”, dice la fuente.
Monseñor
Juliasse Sandramo, que tomó posesión de la diócesis a finales de mayo, apela al
mundo para que no olvide la difícil situación en que se encuentran los
mozambiqueños. “Cabo Delgado
sigue enfrentándose a un problema de terrorismo y necesita la
presencia del mundo entero, tanto con ayuda humanitaria como en la búsqueda de
soluciones globales para que Mozambique pueda encontrar estabilidad, paz y
progreso”, afirma el obispo, en declaraciones a ACN.
“Tenemos parroquias prácticamente
destruidas, sacerdotes que viven situaciones difíciles porque han
tenido que abandonar sus misiones con las manos vacías. Los niños, los ancianos
y otras personas están muy necesitados; de todo esto no podemos ocuparnos
nosotros solos”. En algunos lugares se ha aconsejado a los misioneros que se
retiren a zonas más seguras. “Pido al mundo que, por favor, no se olvide de
Cabo Delgado”, añade el prelado.
Mozambique
es un país predominantemente cristiano, excepto en el norte del país, donde los
musulmanes son mayoría. Muchos
de los desplazados internos no son cristianos. Sin embargo, incluso allí
donde es minoría, la Iglesia ha sido un foco de ayuda y estabilidad para todos
los afectados por la violencia en las regiones del norte.
“Las parroquias y las
comunidades religiosas siguen siendo espacios de ayuda. Están presentes
cuando llegan las personas, las acogen, les ofrecen comida, refugio, asistencia
espiritual y apoyo psicosocial”, dice monseñor Juliasse.
Fuente: ReL