San Benito dice que, por encima de todo, nuestras oraciones deben ser auténticas
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| Anna Nahabed | Shutterstock |
En el siglo VI, san Benito, el padre de la vida
monástica occidental, formuló una regla específica para sus monjes. En el
documento, él aconseja a los religiosos hacer oraciones cortas:
“La
oración debe, por lo tanto, ser corta y pura, a menos que se prolongue bajo la
inspiración de la gracia divina. En la comunidad,
sin embargo, la oración debe ser siempre breve; y cuando el superior dé la
señal, todos deben levantarse juntos.”
Eso no significa
que lo monjes no debieran rezar durante largos periodos de tiempo.
Según el comentario
de un benedictino:
“Después
de hacer una oración, una persona reza en su
corazón y eso es considerado ‘oración’. Del mismo modo, en algunas
tradiciones primitivas, después de cada Salmo había un corto periodo para ese
grito espontáneo del corazón al Señor. Esa es la oración que se debe mantener:
corta y pura – y no prolongada. Los intentos de
prolongar esa oración son, generalmente, solo escenificaciones, no la realidad».
Pureza de corazón
San Benito quería
que sus monjes rezaran con sus corazones, no para llamar la atención de los
demás.
Como él escribió en
la misma Regla, «debemos saber
que Dios considera nuestra pureza de corazón y lágrimas de compunción, no
nuestras muchas palabras».
En ese sentido, la
Regla de san Benito no se aplica solo a las oraciones hechas en público, sino
también a nuestras oraciones particulares, dichas en la comodidad de nuestra
propia casa. La oración no debe enfocarse
en la duración, sino en el corazón.
Dios quiere oír las
oraciones que vienen de lo más profundo de nuestros corazones. Cuando hacemos
eso, nosotros lo invitamos a entrar en nuestras vidas y Le permitimos sondear
nuestras heridas más profundas.
Él es el «Médico
Divino» y puede curarnos cuando Le abrimos nuestros corazones.
Por lo tanto, vamos
a tomar el consejo de san Benito y centrar nuestra oración en la autenticidad y
no en la cantidad de palabras.
