La tarde de este 29 de julio, el Santo Padre sostuvo su último encuentro en Canadá
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Después de
haber escuchado los testimonios de los ex alumnos de las escuelas
residenciales, el Pontífice se reunió con los jóvenes en Iqaluit, al límite del
círculo polar ártico, y los animó a “tomar las riendas de su libertad, a no
tener miedo de tomar decisiones fuertes, y a ir cada día hacia la luz”.
“Amigos,
caminen hacia lo alto, vayan cada día hacia la luz, hagan equipo. Y hagan todo
esto en vuestra cultura, en el hermosísimo lenguaje Inuktitut. Les deseo que,
escuchando a los ancianos y recurriendo a la riqueza de vuestras tradiciones y
de vuestra libertad, abracen el Evangelio custodiado y transmitido por sus
antepasados, y que encuentren el rostro Inuk de Jesucristo”, lo dijo el Papa
Francisco en su último discurso público en Canadá, durante el Encuentro con los
jóvenes y los ancianos canadienses con quienes se reunió en la plaza de la
escuela elemental de Iqaluit, al límite del círculo polar ártico, este 29 de
julio, en el marco del 37 Viaje Apostólico de su pontificado.
“La valentía de compartir grandes sufrimientos”
Al
inicio de su discurso, el Santo Padre revivió “la indignación y la vergüenza”
que lo acompaña desde hace meses al escuchar lo que los ex alumnos de las
escuelas residenciales narraron, en el encuentro anterior, resaltando y
agradeciéndoles por haber tenido “la valentía de decir, compartiendo grandes
sufrimientos”. “También hoy, también aquí – precisó el Pontífice – quisiera
decirles que estoy muy apenado y quiero pedir perdón por el mal que cometieron
no pocos católicos que en esas escuelas contribuyeron a políticas de
asimilación cultural y desvinculación”. Me volvió a la mente el
testimonio de un anciano, que describía la belleza del clima que reinaba en las
familias indígenas antes de la llegada del sistema de las escuelas
residenciales.
“Comparaba esa época en la que abuelos, padres e hijos
estaban juntos en armonía, con la primavera, cuando los pajaritos cantan felices
alrededor de la mamá. Pero de repente ¾decía¾ el canto se detuvo, las familias
fueron disgregadas, se llevaron a los pequeños lejos de su ambiente; el
invierno descendió sobre todo”
¡Cuánto mal al herir los afectos más queridos!
En
este sentido, el Papa Francisco dijo que, dichas palabras, al mismo tiempo que
provocan dolor, suscitan también escándalo; más aún si las confrontamos con la
Palabra de Dios, que mandó: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una
larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da» (Ex 20,12). Para muchas
de vuestras familias esto no fue posible, dejó de cumplirse cuando los hijos
fueron separados de sus padres y el propio país fue percibido como algo
peligroso y extraño. Esas asimilaciones forzadas evocan otra página bíblica, el
relato del justo Nabot (cf. 1 Re, 21), que no quería ceder la viña heredada de
sus padres a quien, gobernando, estaba dispuesto a usar cualquier medio para
quitársela. Y también vienen a la mente esas palabras fuertes de Jesús contra
quien escandaliza a los pequeños y desprecia a alguno de ellos (cf. Mt
18,6.10).
“¡Cuánto mal al romper los vínculos entre padres e
hijos, al herir los afectos más queridos, al lastimar y escandalizar a los
pequeños!”
El auxilio del Creador nos ayude a dar luz sobre lo
sucedido
Y
usando la imagen del “qulliq”, la tradicional lámpara de aceite que utilizan
las poblaciones árticas para dar luz durante las largas noches invernales,
difundir calor, resistir al rigor del clima y esencial para vivir, como símbolo
de vida para vencer a la oscuridad, el Santo Padre les dijo que, “estamos aquí
con la voluntad de recorrer juntos un camino de sanación y de reconciliación
que, con el auxilio del Creador, nos ayude a dar luz sobre lo sucedido y a
superar ese pasado oscuro”.
“También hoy permanece como un bellísimo símbolo de
vida, de un vivir luminoso que no se rinde ante la oscuridad de la noche. Así
son ustedes, un testimonio perenne de la vida que no se apaga, de una luz que
resplandece y que ninguno logra sofocar”
Los jóvenes custodios de la tierra y la historia
El
Papa Francisco también mostró su gratitud y alegría por la oportunidad de estar
en el Nunavut, dentro del Inuit Nunangat. “He intentado imaginar, después de
nuestro encuentro en Roma – señaló el Pontífice – estos vastos lugares donde
viven desde tiempos inmemoriales y que para otros serían hostiles. Ustedes han
sabido amarlos, respetarlos, custodiarlos y apreciarlos, transmitiendo valores
fundamentales de generación en generación, como el respeto por los ancianos, un
genuino sentido de fraternidad y el cuidado del medio ambiente”. Hay una
hermosa correspondencia entre ustedes y la tierra que habitan, porque también
ésta es fuerte y resiliente, y responde con mucha luz a la oscuridad que la
envuelve durante gran parte del año.
“Esta tierra, como cada persona y cada población, es
delicada y necesita ser cuidada. Cuidarla, transmitir el cuidado, ¡a esto en
particular están llamados los jóvenes, sostenidos por el ejemplo de los
ancianos! Cuidar la tierra, cuidar las personas, cuidar la historia”
No temas escuchar los consejos de los más ancianos
Y al dirigirse a los jóvenes, especialmente al joven
Inuit, futuro de esta tierra y presente de su historia, el Santo Padre les dijo
que, “no basta vivir de rentas, es necesario volver a ganarse lo que se ha
recibido como don. Por tanto, no temas escuchar una y otra vez los consejos de
los más ancianos, abrazar tu historia para escribir páginas nuevas,
apasionarte, tomar posición frente a los hechos y a las personas, arriesgarte”.
Recuerden su vocación de tender hacia lo alto
Y para
ayudarlos a hacer resplandecer la lámpara de su existencia, el Papa Francisco,
como hermano anciano, les brindó tres consejos. El primero: camina
hacia lo alto. Vives en estas vastas regiones del norte. Que ellas te
recuerden tu vocación a tender hacia lo alto, sin dejarte tirar abajo por quien
quiere hacerte creer que es mejor pensar sólo en ti mismo y usar el tiempo que
tienes únicamente para tu diversión y tus intereses. Amigo, no estás hecho para
“ir tirando”, para pasar las jornadas equilibrando deberes y placeres, sino
para volar alto, hacia los deseos más verdaderos y hermosos que tienes en el
corazón, hacia Dios para amarlo y hacia el prójimo para servirlo. No pienses
que los grandes sueños de la vida sean cielos inalcanzables.
“Estás
hecho para levantar el vuelo, para abrazar la valentía de la verdad y promover
la belleza de la justicia, para “elevar tu temple moral, ser compasivo, servir
a los demás y construir relaciones” (cf. Inunnguiniq Iq Principles 3-4), para
sembrar paz y cuidado donde te encuentres; para encender el entusiasmo de los
que te rodean; para ir más allá, no para igualarlo todo”
Sean como
las golondrinas del ártico
Esta
vocación, de vivir así es más arduo que volar, afirmó el Santo Padre, y no es
fácil, porque siempre está acechando esa “fuerza de gravedad espiritual” que
empuja para tirarnos abajo, para paralizar los deseos, para debilitar la
alegría. Entonces, piensa en la golondrina del ártico que nosotros llamamos
“charrán”; esta no deja que los vientos contrarios o los cambios de temperatura
le impidan ir de un lado a otro de la tierra; a veces elige caminos que no son
directos, acepta desviaciones, se adapta a ciertos vientos; pero siempre
mantiene clara la meta, siempre llega a su destino. Encontrarás gente que
intentará borrar tus sueños, que te dirá que te conformes con poco, que luches
sólo por lo que te conviene.
“¿Por
qué tengo que esforzarme por algo en lo que los demás no creen? Y, además,
¿cómo puedo volar en un mundo que parece que cae cada vez más bajo en medio de
escándalos, guerras, engaños, injusticias, destrucción del ambiente,
indiferencia hacia los más débiles, decepciones por parte de los que tendrían
que dar el ejemplo? Ante estas preguntas, ¿cuál es la respuesta?”
El futuro
está en tus manos
Asimismo,
el Papa Francisco les dijo a los jóvenes que son ellos la respuesta. “Tú,
hermano, tú, hermana. No sólo porque si te rindes ya has perdido de antemano,
sino porque el futuro está en tus manos”. Está en tus manos la comunidad que te
ha generado, el ambiente en el que vives, la esperanza de tus coetáneos, de los
que, aún sin pedírtelo, esperan de ti el bien original e irrepetible que puedes
introducir en la historia, porque “cada uno de nosotros es único”. El mundo que
habitas es la riqueza que has heredado, ámalo, como te ha amado quien te ha
dado la vida y las alegrías más grandes, como te ama Dios, que por ti ha creado
todo lo bello que existe y no deja de confiar en ti ni siquiera por un
brevísimo instante.
“Entonces,
no pierdas nunca la esperanza, lucha, dalo todo y no te arrepentirás. Sigue
adelante el camino, “un paso tras otro hacia lo mejor” (cf. Principle 6).
Instala el navegador de tu existencia hacia una meta grande, ¡hacia lo alto!”
Estás
llamado a llevar una luz nueva al mundo
El segundo
consejo que les ofreció el Pontífice fue el de ir hacia la luz. En los
momentos de tristeza y desconsuelo, piensa en el qulliq, que tiene un mensaje
para ti. ¿Cuál? Que existes para ir hacia la luz cada día. No sólo el día de tu
nacimiento, cuando no dependió de ti, sino cada día. Cotidianamente estás
llamado a llevar una luz nueva al mundo, la de tus ojos, la de tu sonrisa, la
del bien que tú y sólo tú puedes aportar. Pero, para ir hacia la luz, hay que
luchar cada día con la oscuridad. Sí, hay una lucha cotidiana entre la luz y
las tinieblas, que no sucede afuera, en un lugar cualquiera, sino dentro de
cada uno de nosotros. El camino de la luz requiere valientes decisiones del
corazón contra la oscuridad de las falsedades, requiere “desarrollar buenas costumbres
para vivir bien” (cf. Principle 1), que no se sigan estelas luminosas que
desaparecen fugazmente, fuegos artificiales que sólo dejan humo.
“Hermano,
hermana, Jesús te acompaña y desea iluminar tu corazón para guiarte hacia la
luz. Él dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12), pero también le dijo a sus
discípulos: «Ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,14). Por tanto, también tú
eres luz del mundo y lo serás cada vez más si luchas por alejar del corazón la
triste oscuridad del mal”
El arte de
separar cada día la luz de las tinieblas
Para
aprender a hacerlo, indicó el Santo Padre, hay que adquirir un arte continuo,
que requiere “superar las dificultades y las contradicciones por medio de una
búsqueda continua de soluciones”. Es el arte de separar cada día la luz de las
tinieblas. Para crear un mundo bueno, dice la Biblia, Dios comenzó justamente
así, separando la luz de las tinieblas (cf. Gn 1,4). También nosotros, si
queremos ser mejores, tenemos que aprender a distinguir la luz de las
tinieblas. ¿Por dónde se empieza? Puedes empezar preguntándote: ¿qué es lo que
me parece luminoso y seductor, pero después me deja dentro un gran vacío?
¡Estas son las tinieblas! En cambio, ¿qué es lo que me hace bien y me deja paz
en el corazón, aunque antes me haya pedido que saliera de ciertas comodidades y
que dominara ciertos instintos? ¡Esta es la luz! Es la libertad.
“Libertad
que no es hacer todo lo que me parece y me gusta; no es aquello que puedo hacer
a pesar de los otros, sino por los otros; no es un total arbitrio, sino
responsabilidad. La libertad es el don más grande que nuestro Padre celestial
nos ha dado junto con la vida”
Hacer
equipo para alcanzar grandes objetivos
Por
último, el Papa Francisco les ofreció el tercer consejo: hacer
equipo. Los jóvenes hacen grandes cosas juntos, no solos. Porque ustedes
jóvenes son como las estrellas del cielo, que aquí brillan de manera
espléndida, su belleza nace del conjunto, de las constelaciones que forman y
que iluminan y orientan las noches del mundo. También ustedes, llamados a las
alturas del cielo y a resplandecer en la tierra, están hechos para brillar
juntos. Es necesario permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en
movimiento. No pueden pasar las jornadas aislados, rehenes de un teléfono. Y
haciendo referencia al deporte nacional de Canadá, el hockey sobre hielo, el
Santo Padre les dijo que, este deporte conjuga bien disciplina y creatividad,
táctica y físico; pero lo que hace la diferencia siempre es el espíritu de
equipo, presupuesto indispensable para afrontar las imprevisibles
circunstancias del juego.
“Hacer
equipo significa creer que para alcanzar grandes objetivos no se puede avanzar
solos; es necesario moverse juntos, tener la paciencia de combinar pases y
movimientos para tejer estrategias de juego. También significa dejar espacio a
los demás, salir rápidamente cuando es el propio turno y alentar a los
compañeros. ¡Este es el espíritu de equipo!”
Renato
Martínez
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