Un ejemplo del papel de los laicos evangelizadores en el Asia rural
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| May, con su marido, en su casa al norte de Vietnam - se bautizó en 2019 y enseguida contagió la fe a sus vecinos |
Hace cuatro años, Song
Thi May era una joven madre de 28 años, golpeada por las dificultades, que
contrataba brujos y hacía sacrificios de animales a los dioses de las
montañas del norte de Vietnam.
Hoy es una catequista
entusiasta, que ha llevado a la fe católica a su familia, a muchos de sus
vecinos y ha sido madrina de bautizo de docenas de conversos.
Su historia ejemplifica cómo se transmite la fe en zonas pobres de selva y montaña y
de dictaduras comunistas donde no pueden entrar misioneros extranjeros: lo
hacen los catequistas nativos, incluso si son conversos novatos.
"Desde que conocí a Dios, estoy bastante decidida a llevar el
amor divino a otra gente pobre", explica esta mujer de etnia hmong al
digital católico asiático UCANews.
En las montañas más pobres
Song Thi May nació y creció en un pueblecito llmado Ho Sen, en la
región de Hua Nhan, en la provincia
remota, pobre y montañosa de Son La en Vietnam, a unos 300 km de
Hanoi, por carreteras imposibles de montaña.
Vietnam es una dictadura
comunista y no permite misioneros extranjeros. La mayor parte de la
población es de tradición budista.
Pero en estas montañas mucha gente es de etnia hmong, muy distinta
al resto de los vietnamitas. Muchos
no hablan vietnamita y su religión no es el budismo, sino el culto a dioses y
espíritus de la naturaleza.
Vietnam en general no es un país rico, pero en estas remotas
montañas la pobreza es abrumadora: hay partes del año en que, simplemente,
falta la comida. El resto, sobreviven en las colinas con humildes sembrados de
arroz, té, algunas frutas, algo de ganado y gallinas.
En 1988 Vietnam implantó una política de "dos hijos como máximo", pero
explícitamente dejó fuera a las minorías étnicas. Y, efectivamente, en
las aldeas hmong las familias tienen muchos hijos. Hay aproximadamente 1,4 millones de hmong en Vietnam. En
las montañas viven en frágiles
casas de madera que tormentas e inundaciones destruyen.
Hay poco acceso a escuelas o dispensarios. A menudo, si alguien enferma, la familia
pide dinero prestado, compra gallinas u otros animales u los lleva a
un brujo o chamán para que haga sacrificios a los dioses por la curación.
La infancia y juventud de
Song Thi May
Una enfermedad mató al padre de Song Thi May cuando ella tenía
sólo 4 meses. Su madre se volvió a casar. Hizo pocos cursos de la escuela básica porque enseguida le encargaron
dedicarse a cuidar a sus hermanos menores, hacer las tareas domésticas y
cuidar los animales de la granja familiar.
A los 15 años
fue secuestrada por un adolescente un poco mayor y la familia pactó el habitual
matrimonio entre los chicos. "Yo era demasiado joven para saber qué era
el amor", dice ella. En realidad, mientras su marido acababa sus estudios
y empezaba un trabajo en una agencia del Gobierno, ella se encargaba de
mantenerlo con su esfuerzo, hasta que "él me echó de casa y no me dejo ni llevarme a mi
hijo". Hoy el chico tiene 13 años. Aquel marido se casó dos veces más,
y sus dos mujeres le dejaron, explica ella.
May volvió a vivir con su madre. Más adelante se casó con un
hombre del pueblo, Hang A Chinh. Son una familia feliz con dos hijos, de 2 y 7 años.
Entre los chamanes y el cura
católico
En 2018 su hija se puso enferma. May pidió dinero prestado y fue a los
chamanes a ofrecer sacrificios de pollos y cerdos a los dioses. Pero
la niña empeoraba.
Una mujer católica la llevó a ver al sacerdote de la parroquia de
Mai Yen, en otro distrito. Era el padre Joseph Nguyen Tien Lien. "El sacerdote nos trató con
amabilidad y cortesía. Nos ayudó a llevar mi hija al hospital y nos dio dinero
para pagar su tratamiento médico", explica. El cura también pidió
a los feligreses orar a la Virgen por la curación de la niña.
Desde entonces, nunca más la familia acudió a brujos ni
sacrificios de animales.
El padre Lien
les invitó a una catequesis de dos semanas. "Aprendimos el catecismo y
como decir oraciones en vietnamita y lengua hmong. Tras el curso decidimos
convertirnos y nos bautizamos en junio de 2019", explica.
Los primeros católicos del
pueblo
Eran los primeros católicos de su aldea. Algunos vecinos no lo
vieron bien. Les acusaron
de traer mala suerte, de seguir una religión falsa y de dividir la comunidad.
Su marido tenía un suegro protestante, pero el resto de sus parientes no tenían
religión. Todos desconocían la fe católica.
De hecho, ella fue la primera en convencerse. Su marido era reticente, pero fue cambiando de opinión al
ver que ella seguía cuidando adecuadamente a los niños y a otros parientes.
"Pude ver que el
catolicismo trae nueva esperanza, alivia el dolor y sufrimiento, y decidí
abrazarlo yo también", explica él.
El marido y el bebé se bautizaron en 2020. May tomó el nombre
católico de María, y su marido el de José. Después, la familia invitó al padre Lien y a catequistas a visitar la
aldea y celebrar misa en su casa y conocer a los vecinos.
Los visitantes católicos trajeron comida y ropa para los vecinos. También se ofrecieron a orar por
los muertos y los antepasados venerados. "Yo lloraba rezando con
gran consuelo, con el sacerdote y los católicos de la zona. Me sentía fuerte,
valiente y decidida a ser fiel", explica May.
Y con todo esto, los vecinos empezaron a interesarse por la vida
católica. Y así, "en
los dos últimos años, 11 de las 24 familias del pueblo se han convertido a la
fe", explica May.
Vida católica y
evangelizadora
Chinh lleva a su esposa y niños a misa en una motocicleta vieja, a
una iglesia que está a 26 km de distancia por rutas de montaña. Dice que trata
de dejar que su esposa tenga menos tareas domésticas o granjeras por hacer,
para que pueda dedicarse a evangelizar como catequista. A esa parroquia vino el obispo de Hung Hoa, Dominic Hoang
Minh Tien, para bautizar 90 aldeanos hmong el pasado mes de marzo. Veinte
eran del pueblo de May y ella fue su madrina.
Evangelizar incluye también fomentar todo un cambio cultural. Por
ejemplo, insiste en convencer
a todas las familias de que no deben casar a los chicos ni chicas hasta que
tengan 20 años, "según la ley, y por su propio bien",
explica. También les persuade para que vayan al hospital, y no a los chamanes y
brujos.
"Al hacerse católicos, muchos han quitado los altares de los dioses-espíritu y ahora tienen en
casa altares de Dios y los santos católicos", explica May.
May visita a
las familias de la zona al acabar el día. Les habla de un Dios poderoso, mejor
que los dioses de la naturaleza, y de los sacerdotes y católicos de la
parroquia de Mai Yen, que ayudan a la gente. "Al principio, no tienen ni idea de qué les hablo, pero
después de varias visitas lo entienden todo y me dicen que les lleve con los
sacerdotes. Creo que es Dios
quien abre sus mentes y les muestra como acercarse a Él".
Los fines de
semana, May reúne a los católicos de la aldea en su casa y rezan juntos en
lengua hmong. Se apoyan unos a otros, comparten sus bienes con quien lo
necesite, rezan pidiendo buenas cosechas y llevan los enfermos al hospital.
El papel de los catequistas
El padre Lien está entusiasmado con May y la presenta a UCANews
como una gran evangelizadora misionera, valiente y esforzada. "Ella tiene un don especial de Dios
para llevar Su amor a la gente. Los curas no podemos trabajar con los aldeanos
sin ella". Explica que en los dos distritos que atiende, hay 20
"estaciones misioneras" (es decir, aldeas con algún catequista),
atendidas por 20 catequistas laicos.
De hecho, para
el Gobierno, la parroquia no existe como tal. Y muchos curas vietnamitas en
las montañas ni siquiera hablan la lengua hmong. Dependen de los catequistas. Y
si ven que un converso tiene dones para evangelizar, enseguida lo ponen a
servir en evangelización.
Vídeo breve
con escenas de la vida cotidiana en una aldea hmong en las montañas de Vietnam.
Fuente: ReL
