Acaba de fallecer Gabino Díaz Merchán quien fue presidente de la Conferencia Episcopal Española y siempre llevó el perdón y la reconciliación ante la guerra civil
Niños durante la guerra civil española-CC BY-SA 3.0 |
Gabino Díez
Merchán tenía diez años cuando quedó huérfano. La guerra le marcó. Cómo a toda
una generación de españoles. Nació y creció en un pequeño pueblo de Toledo. Uno
de sus primeros recuerdos los tiene junto a su hermana y sus padres. Lo explica
Pedro Miguel Lamet en su libro “Las trincheras de Dios”:
“De repente, un
grupo de exaltados de izquierdas les pone a los cuatro, en el punto de mira de
sus fusiles. Un niño tan pequeño, cara a cara con la muerte. Gabino cuenta que
tuvo la sensación de estar a punto de morir. Afortunadamente otra gente se
interpuso y no pasó nada. Lo de su padre ocurrió al mes siguiente, en agosto de
1936″.
El fusilamiento
de sus padres tendría lugar meses después. Estaba todo preparado. Su padre era
un pequeño empresario, miembro del Partido Republicano Democrático. Lo
arrestaron y se lo llevaron a la cárcel. Su mujer, la madre de Gabino, entendió
lo que le pasaba y le dijo a su marido: “Si mueres, yo quiero morir contigo”.
“Señora, usted está loca, nadie piensa hacerle nada a su marido”, le
respondieron. Ella regresó triste a casa. Al cabo de una hora volvieron por ella.
Tenían claro lo
que iba a ocurrir. Paz se encontró a su marido metido en un coche. La subieron
con él. La llevaron a un lugar de la carretera entre Mora y Orgaz y los
fusilaron.
No vas a querer
tú más a tus hijos que Dios
En el libro de
Pedro Miguel Lamet se cuenta una anécdota impresionante sobre la fe de sus
padres:
En el camino
ella iba preparando a su marido, que estaba destrozado con el pensamiento de
dejar huérfanos a sus hijos. Le decía: “Mira, no vas a querer tú más a tus
hijos que Dios; Dios proveerá: tienen a sus tíos, a su abuela”. Los llevaron al
paredón, mientras la madre del futuro obispo seguía consolando a su marido y
rezando con él. Cuando el piquete se disponía a fusilarlos y le vendaron los
ojos, ella lo cogió de un brazo y mirando al pelotón gritó “¡Viva Cristo Rey!”
Unos instantes antes de morir dijo: “Así no vais a ganar la guerra, matando a
hombres de bien”.
Gabino Díez
Mechán era muy pequeño y tardó en enterarse de lo sucedido. Le dijeron que sus
padres habían escapado a México. Tardó años en recuperar sus cadáveres. Al
acabar la guerra los desenterraron y el cuerpo de su padre tardó en aparecer.
El perdón
Esta anécdota
marcaría su vida: “Por mucho que vocifere, a mis padres nadie me los va a
devolver, ni tampoco al que ha perdido a sus seres queridos en el otro
bando”, explica Monseñor Gabino Díez Merchán: “Y esto o es una cosa que, o
lo reconoces en paz o vives toda tu vida amargado. Por otra parte, a medida que
la gente tiene más cultura y se le deja pensar, sin querer influir demasiado en
su pensamiento, todos nos vamos haciendo nuestro propio juicio. Y no todos
tenemos que pensar igual. En la misma Iglesia hay unos que están más a la
izquierda, otros más a la derecha, y tiene que ser así, y no pretender, a
través del poder del Estado, de los partidos políticos o de los medios de
comunicación poderosos, que todo el mundo piense como los que tienen ese poder.
Convertir a la población en masa sin pluralidad es la agresión más peligrosa
contra la democracia”.
Ávaro Real
Fuente: Aleteia