La laica Aurora Calvo Hernández-Agero y el obispo Martín Fulgencio Elorza, primer obispo de la prelatura de Moyobamba, en Perú, están más cerca de los altares
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El Santo Padre
ha autorizado los decretos que reconocen las virtudes heroicas de ambos, un
paso fundamental en el camino hacia la beatificación.
La noticia la
ha dado ha conocer la Oficina de Prensa del Vaticano tras el encuentro que este
sábado por la mañana ha mantenido el Papa con el cardenal Marcello Semeraro, el
Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Se sacrificó
por su madre
Aurora Calvo,
laica, nació en 1901 en la localidad salmantina de Béjar, donde falleció en
noviembre de 1933. Creció en una familia cristiana. De fe sencilla y profunda,
quiso ingresar en la orden carmelita, pero su madre enfermó y ella denunció
renunciar a todo para cuidarla. Aurora falleció con poco más de 30 años de una
bronconeumonía. Su causa de beatificación no ha experimentado avances en cerca
de 35 años ya que se impulsó desde Puerto Rico, país al que emigró uno de los
hermanos de Aurora y donde este difundió la fama de santidad de la joven. La
diócesis de Plasencia, que engloba a la ciudad de Béjar, fue la que retomó la
causa a instancias del mismo Papa Francisco tras una visita al Vaticano del
entonces obispo de esta diócesis, Amadeo Rodríguez.
Recorrió la
selva peruana
También ha sido
declarado venerable otro español, el obispo Martín Fulgencio Elorza que nació
en 1899 en la ciudad vasca de Elgueta y murió en 1966 en Lima. Pertenecía a la
Congregación de la Pasión, más conocidos como Pasionistas. Creada en 1948, la
Prelatura de Moyobamba pasó en 1949 a la responsabilidad misionera de la
provincia religiosa del Sagrado Corazón de Jesús. Elorza fue designado en 1953
como primer obispo de la prelatura de Moyobamba y lo fue durante casi 17 años
en los que recorrió cada centímetro del vasto territorio perteneciente a su
jurisdicción. Viajó continuamente por la selva en una tarea continua de
evangelización. Tal esfuerzo minó su salud. Falleció en 1966 en Lima.
Dos italianos,
asesinados por odio a la fe
Francisco,
entre otros, ha reconocido además el martirio de dos sacerdotes italianos,
asesinados por odio a la fe en 1943, cuando intentaban proteger a la población
local mientras los nazis se retiraban de Italia arrasando todo a su paso. El
padre Giuseppe Bernardi negoció con los partisanos y, gracias a su mediación,
logró salvar a dos soldados alemanes que habían sido capturados. Sin embargo,
los nazis, lejos de reconocer el gesto del párroco de Boves, lo apresaron, lo
asesinaron y quemaron su cadáver. Su compañero, Mario Ghibaudo, quien era
sacerdote desde hacía tan solo dos meses, se desvivió para proteger
especialmente a los ancianos, a las mujeres y a los niños. En su intento por
llevarlos fuera del pueblo, fue sorprendido por un soldado nazi que lo mató.
Fuente: Alfa y
Omega
