“Me uní a un departamento de bomberos local y me convertí en técnico médico de emergencia. Me encantaba, pero cada vez más sentía que sólo estaba ayudando a las heridas superficiales de las personas que necesitaban una tremenda sanación espiritual”
Estas monjas son granjeras y ganaderas, y no tienen miedo a enfrentarse a ningún trabajo / Abadía de Walburga |
Y aunque en muchos lugares las vocaciones se han desplomado
todavía hay numerosas mujeres que dejan todo para entrar en un monasterio para
rezar por la salvación del mundo
Esta
joven religiosa ha profesado recientemente sus votos solemnes en la abadía benedictina de Santa Walburga, situado
en Colorado (EEUU), cerca de las Montañas Rocosas. Allí viven más de veinte
religiosas, la mayoría de ellas muy jóvenes, que viven cada día el ora
et labora de San Benito. Del salterio pasan al tractor, y de
la Eucaristía al taller. Son
orantes, pero también ganaderas y granjeras. Una vida contemplativa pero
llena de acción.
Esta
religiosa ingresó en la abadía en 2013 y ocho años después ha podido profesar
estos votos perpetuos. Criada en una familia en la que son seis hermanos,
María-Raphaelle tiene
también un hermano monje en la abadía de San Bernardo, en Alabama.
Antes
de que la joven ingresara en esta abadía fue bombero y técnico médico de emergencia para un
departamento de bomberos cerca de su ciudad natal.
En
estos momentos La hermana María-Raphaelle es la encargada del comedor de
invitados, está a cargo de las cofias de toda la comunidad, del trabajo de
segar y trabajar en el jardín, pintar los cirios pascuales, ayudar en la
enfermería, y otros muchos trabajos.
En
una entrevista con Denver Catholic, esta religiosa asegura que
prometió “vivir para Dios cuando tenía 14 años”. Y a medida que iba creciendo
–añade- “desarrollé algunos planes sobre cómo me gustaría vivir esto de la manera más salvaje y aventurera
posible”.
“Me
uní a un departamento de bomberos local y me convertí en técnico médico de
emergencia. Me encantaba,
pero cada vez más sentía que sólo estaba ayudando a las heridas superficiales
de las personas que necesitaban una tremenda sanación espiritual”, comenta.
En
este proceso, la hermana María-Raphaelle cuenta que sintió la voz de Dios en su
corazón que le decía: “todavía
no te has entregado completamente”. Fue sólo entonces cuando empezó a
discernir de manera más activa acerca de la posibilidad de convertirse en
monja.
“No
sabía mucho sobre la espiritualidad benedictina en ese momento, pero me sentí
atraída a esta abadía por el espíritu
de obediencia, intercesión y su enfoque decidido en buscar a Dios en todo”,
asegura la ahora religiosa.
Finalmente ingresó en esta abadía a los 21
años.
En
su opinión, la educación católica que recibió en casa y la transmisión de la fe
de sus padres a ella y a sus padres han sido fundamentales para facilitar su
vocación religiosa y la de su hermano. “Siempre tratamos de hacer mucho juntos,
incluyendo la misa y las oraciones, y eso fue una buena preparación para la comunidad monástica”,
recalca.
También
la lectura de la vida de los santos era algo frecuente en su hogar, donde
“agradar a Dios era muy importante” para su padre, por lo que siempre trataron
–añade María-Raphaelle- “de dar
un buen ejemplo de integridad y de vida de fe”.
En
estos años como benedictina ha podido tener mucho tiempo con Dios y preguntada
por lo qué ha aprendido sobre la oración responde: “El Señor prefiere que se
dirijan a Él con honestidad y amor, hablar cara a cara como un amigo a otro, en
medio de todas tus preocupaciones y los líos de la vida. Si simplemente le
dices las cosas como son y se las confías con amor, Él obrará maravillas con
este tipo de oración. No quita la reverencia: incluso si piensas que has rezado
mal, cambia tu vida, porque cuando
te das cuenta de tu fragilidad estás listo para contemplar su poder”.
Dirigiéndose
a otras jóvenes que están discerniendo la vocación o tienen miedo de dar el
paso, la hermana María-Raphaelle tiene un consejo para ellas: “si te entregas de todo corazón a
Dios no te arrepentirás. No tengas miedo de darle todo a Dios. A veces es
difícil abrirse, pero sigue intentándolo porque no tienes que ser perfecto para
que Dios pueda trabajar contigo. Si estás tratando de abrirte confía en Él; Él
puede trabajar con eso”.
La abadía estadounidense de Walburga
Las
religiosas de esta abadía son
conocidas como las monjas ganaderas, pues crían y cuidan una gran cantidad de
animales en el rancho en el que viven; pero también son llamadas
granjeras pues desde que se fundó han trabajado desde el primer día el campo.
Son también apicultoras a la vez que artistas que pintan cirios… Y en todo dan
gloria a Dios a través de su carisma inspirado en la regla de San Benito.
El
origen de esta abadía benedictina situada primeramente en Boulder y ahora en
Virginia Dale, ambas en Colorado, está en la que fue su casa madre en Alemania.
En la abadía de Santa Walburga
en Eichstätt, fundada en 1035, se custodian los restos de la santa que da
el nombre a estas comunidades.
La
abadía alemana comenzó a realizar fundaciones en zonas de habla inglesa y en
1935 tres hermanas procedentes de Alemania establecieron en Boulder un
monasterio que se acabaría convirtiendo en un lugar de refugio para monjas alemanas que
huían del régimen nazi.
Las
monjas compraron, a un precio muy bajo lo que los monjes propietarios habían
declarado tierra “no cultivable”. Con gran determinación y confianza en Dios,
las tres hermanas, más tarde acompañadas por varias monjas más, no solo convirtieron la
tierra en una granja floreciente, sino que también sentaron las bases para una
comunidad vibrante de monjas que viven una vida fiel de servicio a la
Iglesia a través de la oración, la alabanza y la conversión.
En
1997, se mudaron a la actual abadía en Virginia Dale, Colorado, donde tienen un
rancho y un enorme terreno de cultivo, en el que reza y trabaja una comunidad religiosa joven y
creciente.
Javier Lozano
Fuente: ReL