El Siervo de Dios Cardenal Eduardo Francisco Pironio es conocido en el mundo por su amor y devoción a la Virgen de Luján, pero muy pocos saben que su madre también lo fue, al punto que Dios le concedió una gracia especial por intercesión de María.
| Cardenal Eduardo Pironio. Crédito: Facebook de la Conferencia Episcopal Argentina |
El Siervo de Dios Eduardo Pironio nació el 3 de diciembre de 1920
en la localidad de 9 de Julio, Argentina, y fue el menor de nada menos que 22
hermanos. El 5 de diciembre de 1943, tras cumplir 23 años, fue ordenado
sacerdote en el Santuario Basílica de Luján.
En 1972 llegó a ser Obispo de La Plata, y durante su cargo sufrió
graves amenazas de parte de los militares de la dictadura de Domingo Perón, que
ya lo habían apresado años atrás. En 1977, el Papa Pablo VI lo llamó al
Vaticano y al poco tiempo lo nombró presidente del Pontificio Consejo para los
Laicos. El Purpurado falleció en Roma en febrero de 1998.
Según relatan quienes lo conocieron, el Cardenal Pironio era un
gran devoto de la Virgen María, en la advocación de Nuestra Señora de Luján.
Con ocasión de la celebración de sus 50 años de vida sacerdotal, el Purpurado
dijo:
“Muchas gracias, Señora de Luján, Madre de Jesús y madre nuestra,
madre de todos los argentinos. En tu corazón dejo mis alegrías y mis cruces.
Dejo mi ofrenda de pobre: lo poco que hice y lo mucho que no supe hacer. Dejo
mi querido pueblo argentino y mi querida Iglesia que peregrina en la
Argentina... Desde tu corazón, grito al Padre: ¡Fiat et magnificat!”.
Sin embargo, esa devoción no solo provenía de su estrecha relación
con la Madre de Dios,
sino que fue su madre quien probablemente le transmitió el amor a la Virgen de
Luján, la patrona de Argentina.
El 13 de marzo de 1986, en una carta enviada al entonces
historiador del Santuario de Luján, Mons. Juan A. Presas, el Cardenal Pironio
relató el “milagro” que Dios le concedió a su madre por intercesión de la
Virgen.
Escribió que sus padres llegaron a Argentina desde Friuli, una
región del noreste de Italia, siendo dos jóvenes recién casados. Su madre tenía
solo 18 años y su padre 20 años. Pronto “se establecieron en Nueve de Julio,
provincia de Buenos Aires”, indicó.
El Cardenal relató que su “madre tuvo complicaciones” durante “su
primer embarazo” y que por indicación médica “debió guardar seis meses de
estricto reposo”. Además, dijo que recibió una muy mala noticia: no volvería a
ser madre.
“El médico le dijo que no podría tener más hijos, porque
ciertamente moriría”, explicó.
Fue en medio de aquella difícil situación que la misericordia del
Señor se manifestó en su familia y le concedió a su madre una especial gracia.
El siervo de Dios escribió que, por aquel entonces, Mons. Francisco José
Alberti, quien era Obispo Auxiliar de La Plata, “llegó a pasar” por la
localidad donde vivía su madre. Ella acudió “a confesarse con él” y “le contó
el caso”, indicó.
Tras escucharla, Mons. Alberti animó a su madre a tener mucha fe
en Dios, quien es capaz de hacer posible lo imposible, y le ofreció rezar por
ella a María Santísima.
“Señora, los médicos también pueden equivocarse; tenga confianza
en el Señor.
Yo ahora voy a celebrar la Misa en el altar de Nuestra Señora de Luján por
usted”, dijo Mons. Alberti a su madre, según el Cardenal Pironio.
Finalmente, su madre no solo logró dar a luz a su segundo hijo y
sobrevivir, sino que llegó a tener decenas de hijos, de los cuales el último
está camino a los altares.
“Total que mi madre vivió hasta los 82 años y tuvo 22 hijos. Yo
soy el último de ellos”, concluye el siervo de Dios en su carta.