Durante toda la enfermedad de sus hijos, Helen y Edward se mantuvieron firmes en la oración, y cada día animan a sus hijos a rezar el rosario.
Helen y Edward. Dominio público |
Han pasado tres décadas, se casó con Helen, tuvieron 9 hijos, con
enfermedades y dificultades. Miran atrás y agradecidos señalan que la
fe y la oración son las fuerzas que han sostenido su matrimonio.
Una novia oficial de la Fuerza Aérea
Helen
y Edward se conocieron entre aviones militares, una misa y cientos de miles de
personas.
Ella
era oficial de la Fuerza Aérea de Singapur y realizaba un entrenamiento en
Brisbane (Australia) antes de asistir a una Eucaristía con el Camino
Neocatecumenal, a la que también fue el mismo Edward.
Era
1988, y solo un año después peregrinaron juntos a la JMJ de Santiago de
Compostela (España).
Edward
era monaguillo y estaba en el coro de la Iglesia, pero el dolor y los problemas
sin resolver por la muerte de su hermano en un accidente le llevaron a
tomar la decisión de poner punto y final a su fe.
Iba a dejar la Iglesia, pero Dios fue a
buscarle
Estaba
en la gruta de la Virgen de Lourdes cuando algo le impidió continuar.
“Sentí
que Cristo venía a buscarme”, relató a Catholic Leader. “Realmente
sentí Su presencia y me di cuenta de que aquellos sentimientos no resueltos
tras la muerte de mi hermano me impedían ser libre. Dios me enseñó que
la Iglesia estaba allí para curarme”, añadió.
Helen
también tenía sus reservas para seguir adelante. Explica que se crio en
Singapur, a más de 6.000 kilómetros de Edward, sobrellevando los estragos de la
ruptura del matrimonio de sus padres.
“Tenía
miedo y no quería terminar como mis padres”, explica. “Pero en un momento
durante la peregrinación Dios me quitó ese miedo. Tuve una experiencia
muy fuerte y me sentí llamada a casarme”, explica.
“Está
bien: Dios, si quieres que me case, Tú me darás al hombre adecuado”,
retó Helen.
Solo
pasó un año desde la peregrinación hasta que Helen visitó Brisbane de nuevo y
tras varios fines de semana, Edward le propuso matrimonio.
9 hijos, 4 nietos y una vida juntos: los frutos
de su llamada
“Estuvimos
rezando juntos y estaba todo bien”, dijo Edward. “Cristo nos llamó a
amarle primero y después a hacer fructífero nuestro amor”, añadió. Se
casaron en mayo de 1990.
30
años y 9 hijos después, observan que seguir unidos y la fe de su
familia son los mejores frutos de ese amor.
“Que
todavía estemos unidos es un regalo de Dios”, advierte Helen ante
las múltiples dificultades y problemas que ha enfrentado su familia.
“Muchas
veces [Edward y yo] no estamos de acuerdo, pero lo importante es que
somos marido y mujer unidos por Dios. Puedo no estar de acuerdo con algunas
decisiones que él puede tomar, pero después de hacer mis sugerencias, doy un
paso atrás y rezo”, afirma.
Una enfermedad rara, muy común en la familia
Bub
El
dolor y la dificultad llamaron pronto a la puerta del matrimonio. En junio de
2007, su hijo mayor, Agustín, comenzó a quedarse ciego a los 11 años.
Fue
solo el primero de los cuatro hermanos que perdieron la vista debido
a una enfermedad muy rara, la neuropatía óptica
hereditaria de Leber, que se transmite por herencia materna y afecta a una de
cada 40.000 personas. Clement también perdió la vista a los 11 años y
Fabian y Ambrose a los 18.
Los
chicos no fueron los únicos. Las tres hijas de Edward y Helen, Catherine,
Deborah y Cecilia, también sufrieron esta enfermedad.
La oración, un paraguas durante la tormenta
"Durante
los peores momentos de nuestro matrimonio también rezábamos cada mañana,
incluso si no podíamos decir nada más durante el día por el sufrimiento que
atravesábamos. Sabíamos que había gente rezando por nosotros en esos
momentos", explica el padre de familia. "La oración se convirtió
en un paraguas para que las tormentas que venían no nos afectasen profundamente",
añade.
Helen
admite que durante la enfermedad de sus hijos pasó "por muchas emociones,
altibajos y luchas espirituales", pero le consolaba saber que sus hijos
"comprendían que la ceguera era la cruz que les dio su Padre celestial".
Recuerda
como fue la reacción de Agustín cuando empezó a perder la vista un domingo por
la mañana, mientras rezaban.
"Compartió
con nosotros que Dios le amaba al darle esa cruz, que le fortalecería y le
ayudaría. Me consoló cuando dijo eso, y muchas emociones y
preocupaciones se asentaron", cuenta su madre.
Felicidad y éxito en la familia: "Dios da
su recompensa"
Hoy,
Catherine es una abogada que dirige su propio negocio. Deborah y Cecilia
muestran un gran amor y cuidado en carreras más simples. Agustín es terapeuta
muscular, está casado y tiene un hijo. Clement continúa estudiando. Fabián se
dedica a los negocios y Ambrose siguió sus pasos para dedicarse a la economía.
Los hermanos sanos, Sebastián e Isidore ayudan a sus hermanos siempre que lo
requieren.
En
lugar de abatirse, Edward y Helen han llevado a su familia a
enfrentarse a estos desafíos que han cambiado la vida de sus hijos, y
las suyas.
Pasados
los años, la madre se muestra convencida de que sus hijos han recibido
el don de la perseverancia y esto les ha permitido "ver hasta
dónde los lleva Dios sin amargarse por su problema".
"Puedes
enfadarte con Dios, pero al final del día tienes que aprender a aceptarlo y
seguir adelante al pasar de un mundo con visión a uno con ceguera. Esta
perseverancia, para nosotros, es un don del Espíritu Santo", destaca
Helen.
"Dios
permite que todos los matrimonios y familias pasen por altibajos como lo ha
permitido con la Iglesia a lo largo de la historia. Quiere que todos pasen por
su momento de prueba para conocerlo", menciona Edward.
Helen
sabe por su experiencia que "Dios da la gracia de serle fiel en la
dificultad, pero también da la recompensa".
Hoy,
la oración se ha convertido en el pilar de toda la familia, y desde que
sobrellevan la enfermedad y la dificultad, Helen pide a María que acompañe a su
familia. "Les digo a mis hijos: rezad el rosario, porque veréis que
Nuestra Señora es real. Transmitid la fe a vuestros hijos".
Fuente: ReL