La Congregación para las Causas de los Santos ha anunciado, además, que tendrá lugar en San Pedro
El Papa de la sonrisa, Juan Pablo I. Dominio público |
Este anuncio se produce poco más de dos meses después de
que Francisco autorizase el reconocimiento de un milagro atribuido a Albino
Luciani, circunstancia que permite que sea elevado a los altares. Con él, son
cuatro Papas santos o beatos (Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo
II) consecutivos, un fenómeno que no se producía desde el siglo XI.
«Estamos agradecidos por este
regalo. Es una especie de acontecimiento navideño que hay que preparar, esperar
y acoger», ha señalado Renato Marangoni, obispo de Belluno-Feltre, diócesis
donde se estudió la causa hasta 2017, cuando se reconocieron las virtudes
heroicas de este Papa, cuyo pontificado duró un mes.
El milagro: la curación de una niña
El milagro es la curación, el 23 de
julio de 2011 en Buenos Aires, de una niña de 11 años con «encefalopatía
inflamatoria aguda severa, estado de maligno refractario, enfermedad epiléptica
y shock séptico». La enfermedad se manifestó el 20 de marzo con dolor de
cabeza, y una semana después se agravó con fiebre, vómitos y trastornos del
comportamiento y del habla.
La frecuencia y gravedad de los
ataques epilépticos que vinieron después fue tal que tuvieron que intubarla. El
26 de mayo fue trasladada desde Paraná a la UCI de un hospital de Buenos Aires.
Allí contrajo una bronconeumonía que el 22 de julio derivó en un cuadro
séptico. Los médicos advirtieron a los padres de que era posible una «muerte
inminente».
Al día siguiente, de forma
inesperada la pequeña comenzó a mejorar, uno por uno, de todos los problemas
médicos que sufría. El 5 de septiembre fue dada de alta, y recuperó totalmente
su autonomía. Esta inesperada recuperación total se ha atribuido a Juan Pablo
I, a quien un sacerdote, la familia de la niña y el personal de enfermería de
la UCI estuvieron rezando antes de que se produjera.
Un niño mendigo
Albino Luciani nació el 17 de octubre de 1912 en el
pueblo italiano de Forno di Canale, al noreste del país. Es, así, el primer
Pontífice nacido en el siglo XX y el último originario de Italia, cuna de Papas
desde hacía siglos. Desde pequeño conoció el sufrimiento. Su familia era tan
pobre que en alguna ocasión incluso se vio obligado a pedir limosna por el
pueblo para llevar comida a casa. Pero en ese hogar tan humilde también recibió
una fe firme, que le llevaba a repetir cómo «sobre las rodillas de mi madre
aprendí…».
Ordenado sacerdote en julio de 1934,
su carrera episcopal comenzó en diciembre de 1958, al ser nombrado obispo de
Vittorio Veneto, diócesis sufragánea del patriarcado de Venecia. Once años
después sucedería al frente de Venecia a Giovanni Urbani. En esta importante
sede arzobispal italiana realizó una destacada obra social. Pablo VI lo creó
cardenal el 5 de marzo de 1973.
A la muerte del Papa Montini, el 26
de agosto de 1978 fue elegido como el sucesor número 262 del apóstol san Pedro
como Obispo de Roma. Recibió el ministerio petrino con sorpresa, y desde el
principio pareció consciente de que su pontificado sería breve. «Ya lo hará el
próximo Papa», solía responder cuando sus colaboradores le sugerían ideas para
discursos, encuentros o viajes.
Fuente: Alfa y Omega