En el Evangelio de este tercer domingo de Adviento, por tres veces consecutivas, diversos grupos de personas dirigen a Juan Bautista la misma pregunta en orden a la conversión: «¿Qué debemos hacer?».
| Dominio público |
A cada uno de ellos, el Bautista les marca una pauta de conducta antes de bautizarlos en el Jordán. En cuanto al primer grupo, la gente del pueblo llano, Juan les invita a practicar la caridad compartiendo con quienes no tienen ropa y comida.
Vestir al desnudo y dar de comer al hambriento figuraban entre
las obras típicas de misericordia, a las que alude Jesús en el juicio final:
Tuve hambre y me distéis de comer, estuve desnudo y me vestisteis. Al grupo de
publicanos, servidores públicos que recaudaban impuestos y tenían fama de
abusar de la gente, el Bautista les dice: «no exijáis más de lo establecido».
Y, finalmente, exhorta así a los soldados: «No hagáis extorsión ni os
aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga» (Lc
3,14).
Estas exhortaciones morales, que recogen principios básicos de la ley de Dios,
responden, en primer lugar, al deseo de conversión de quienes se acercaban a
recibir el bautismo; y, en el segundo lugar, a la expectación que existía sobre
la llegada del Mesías, que algunos identificaban con Juan Bautista.
En el contexto de esta expectación, el Bautista confiesa
abiertamente que él no es el Mesías, pues solo bautiza con agua, mientras que
el Mesías bautizará con Espíritu santo y fuego. El pasaje del evangelio termina
con estas palabras significativas: «Con estas y otras muchas exhortaciones,
anunciaba al pueblo el Evangelio». La predicación de Juan, según el evangelista
Lucas, pertenece, por tanto, al Evangelio, el que Jesús trae en su propia
persona y que explicitará mediante sus hechos y enseñanza.
Si leemos este pasaje de san Lucas en el tercer domingo de Adviento es porque,
en la preparación a la Navidad, la iglesia nos invita a preguntamos también
nosotros: «¿qué debemos hacer?». La llamada a la conversión, que conlleva el
Adviento, suscita en el cristiano el deseo de hacer obras de santidad y
justicia para recibir a Cristo en la Navidad. Reducir la Navidad a simples
fiestas de invierno sin el significado cristiano que comporta, supone perder de
vista su origen y finalidad.
No hay que olvidar, además, que la palabra «evangelio» significa
buena noticia, anuncio gozoso. Precisamente este domingo tercer de Adviento es
llamado «domingo Gaudete», porque en el texto de san Pablo, que leemos como
segunda lectura, utiliza dos veces este verbo latino que invita a la alegría:
«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4).
La alegría es la nota distintiva del Evangelio en cuanto anuncio
de la venida del Mesías, Cristo Jesús. No se trata de una alegría cualquiera, y
mucho menos pagana, sino de la que produce el hecho histórico de que Dios entra
en la escena de los hombres para ofrecerles la redención del pecado y de la
muerte.
Es la alegría de la salvación última que se ofrece a los hombres como regalo de Dios en su Hijo Jesucristo. Ante tal acontecimiento, el hombre salta de gozo porque deja de ser un condenado a muerte sin remedio y pasa a ser un redimido por Cristo. Por eso, la pregunta «¿qué debemos hacer?» revela la actitud de que, ante la misericordia de Dios manifestada en Cristo, sólo cabe salir de uno mismo, acoger el regalo que Dios nos hace, y responder con obras de conversión a la oferta de su entrañable misericordia. A esto nos invita la buena noticia del Adviento.
+ César Franco