“Descubriremos que ya Tú nos estabas esperando, que la vida era el pórtico del Cielo”, dice la letra
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Cada noviembre, la Iglesia recuerda a sus difuntos y celebra
que gozan ya de la presencia de Dios. Perder a un ser querido duele, por mucho
que la promesa de la vida eterna esté en nuestros corazones porque,
precisamente, esos corazones son de carne.
Pero la esperanza siempre es nuestro horizonte, nuestro
auxilio es el nombre del Señor, que ha estado también en medio de estos duros
dos años en los que el mundo se ha visto trastocado de arriba a abajo por la
pandemia de coronavirus.
La Compañía de Jesús ha creado un hermoso himno con motivo
de este mes de oración por los difuntos para homenajear a los jesuitas que han
fallecido víctimas del COVID-19 en todo el mundo. Aunque es una hermosa canción
que nos sirve a todos para encontrar consuelo ante el misterio de la
muerte.
La música es de Cristóbal Fones SJ y la letra de José María
Olaizola SJ y se titula “La última puerta”.
El vídeo que acompaña a la canción comienza con una
dedicatoria:
«Este tiempo de COVID ha traído la muerte a primer plano. Al
hacer memoria de los difuntos, y agradecer sus vidas, también los Jesuitas
oramos con tantos compañeros que en estos dos años y, a consecuencia de la
pandemia, ya dieron ese último paso. Que sus vidas, y las de tantos hombres y
mujeres a quienes amamos, sean ahora, ya en Dios, eternas».
Duele el misterio de la muerte
La canción comienza narrando el desconcierto que provoca la
muerte de un ser querido entre los que se quedan. La tristeza y la nostalgia
que se apoderan de nosotros: «Morir es preparar la última fiesta /recordamos a
tantos que partieron / y al saber que a tu abrazo se encaminan / no nos queda
otro canto que el silencio».
Porque la muerte es inexplicable. Nos deja como aturdidos,
en silencio. Nos invade la ausencia y se apropian de nosotros las lágrimas
mientras «bailan la gratitud y la nostalgia / por todo lo que alguna vez nos
dieron», reza la canción a cuya letra cantan al alimón dos hermosas voces, una
de hombre y otra de mujer. Las acompaña una hermosísima melodía.
«Lloramos porque así añora quien ama / porque duele la muerte,
ese misterio», prosigue. Ese misterio que también abre «la senda» de otra vida,
ya que «nuestra finitud es una promesa” que vivimos en “un combate con el
duelo».
Pero la esperanza siempre domina el horizonte cuando ese
«adiós» envuelve un «nos veremos». Progresivamente la canción nos lleva a un
estado de consolación. Del estupor inicial por el mazazo de la pérdida, vamos
cayendo en la certeza de que nuestros seres queridos han nacido ya a otra vida,
a la eterna.
Ante la muerte, es normal tener dudas y caer en angustia,
porque «nos enfrenta al final como un espejo». Pero, en ese final, tal y como
nos recuerda esta preciosa canción, «descubriremos que ya Tú nos estabas
esperando / que la vida era el pórtico del Cielo / cantaremos de nuevo y para
siempre / con quienes hoy nos dejan su recuerdo».
Ángeles Conde Mir
Fuente: Aleteia