FUNERAL POR LA NIÑA ATROPELLADA: “¡LA QUE ESTÁS LIANDO DESDE ALLÍ ARRIBA!”

Las tres lecciones de vida que mostró el sacerdote del colegio Montealto en la homilía del funeral por la niña atropellada. Él mismo le había administrado la extremaunción

Gentileza

Multitudinario funeral en el colegio Montealto en recuerdo de la niña de 6 años que falleció el pasado jueves atropellada accidentalmente a la salida de clase. Los padres de ‘Mariquilla’, así la conocían en el centro, estuvieron arropados por cientos de familias.

La homilía del capellán, que pudo dar la extremaunción a la niña antes de morir, fue conmovedora. Los presentes destacan cómo en el inmenso dolor, abrazados a la Cruz y unidos en la oración, se experimenta el Amor y el consuelo. De las otras dos niñas heridas, una sigue en el hospital y la otra ha recibido el alta.

Las cuatro Marías

El funeral, celebrado el martes, día de Santa María de la Almudena, patrona de Madrid, en el día de su fiesta, no fue una casualidad. Porque esta historia que enlaza tragedia, sufrimiento, amor infinito y fe sólo se puede escribir con ese nombre: María. Así se llama la pequeña que ya descansa en el Cielo junto al Señor; así se llama la madre que perdió a su hija y nada más verla partir a lo alto abrazó y consoló a la madre que causó el atropello, que también se llama María. Y bajo la protección de María, la Virgen, se han puesto todos, para que ella –que estuvo al pie de la Cruz- les enseñe a ver a Dios en el sufrimiento.

El amor, la familia y la oración

Àlex y María –los padres- estuvieron rodeados de cientos de familias del colegio Montealto. También asistió la madre que sin querer atropelló a Mariquilla. Como el oratorio se quedaba pequeño y el sol lo permitía, celebraron la Santa Misa en el patio del colegio abarrotado. Varios sacerdotes concelebraban, pero presidía la Eucaristía don Ignacio, el capellán, el mismo que pudo dar hacer la señal de la Cruz en la frente de la pequeña antes de su último aliento. El mismo que presenció el abrazo entre ambas Marías. Su homilía refleja el impacto que ha causado la tragedia en la sociedad, en la vida de quienes tienen ese colegio en sus vidas, y en muchas otras personas. Y pone en valor tres lecciones que se desprenden de lo que está ocurriendo: el amor, la familia y la oración.

Homilía del funeral

Funeral por la niña María Rubio Casanueva (Montealto 9/11/2021)

En este día de Nuestra Señora de la Almudena celebramos la Misa por la pequeña María, «Mariquilla» como la llamabais cariñosamente en la familia. En esta celebración de la Eucaristía, pedimos también por Begoña, a quien ayer dieron de alta y por Isabel para que su recuperación sea total y rápida.

El jueves 4 de noviembre de 2021 no se nos borrará de la memoria. Estamos conmocionados por la muerte de la pequeña María. Sentimos una gran tristeza y querríamos que esto no hubiera pasado. El dolor por la ausencia de María es especialmente intenso para los padres, Alex y María. Hemos escuchado en la segunda lectura algo que puede parecer muy difícil: «No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres que no tienen esperanza» (1 Tes 4, 13).

En estas circunstancias tan difíciles nos sostiene la esperanza que nos ha conseguido el Señor. Alex y María, hace algunos años la llevasteis a bautizar y cuando el sacerdote os preguntó qué pedías a la Iglesia para María, respondisteis: «la vida eterna» y el Señor ha cumplido esa promesa. La separación de vuestra hija es dura pero sabéis dónde está y que la volveréis a tener en brazos. No se pierde aquello que sabemos dónde está y que estamos seguros que recuperaremos y «Mariquilla» está en el Cielo.

El día del accidente, cuando me acerqué a «Mariquilla» en sus últimos momentos, allí estabas tú María, rota de dolor y diciéndoles que le querías. Vino a la luz rodeada de tu amor y murió igualmente: acompañada de tu amor. Una profesora, Macarena, y otro padre trataban de reanimarla. Yo me arrodillé, le cogí la manita y le hice la señal de la cruz en la frente. Lo mismo que hicisteis los padres el día de su bautismo. No percibí desesperación, solo el amor de una madre a la hija y las ganas de Macarena de comunicarle vida. Pero no fue suficiente y María se nos fue. “Mariquilla” ahora ha encontrado un Amor mucho más grande.

Desde ese día he pensado mucho en la Virgen junto a la cruz y seguro que tú María habrás hecho lo mismo. En un día como hoy, fiesta de Nuestra Señora de la Almudena, necesitamos mirar a María al pie de la cruz. La vemos rota de dolor, pero serena. En ese momento, no solo Dios nos está entregando a su Hijo por nuestra salvación. También la Virgen nos lo entrega. Y lo hace porque en su corazón hay una fe gigante y una esperanza firme. La fe en que Dios está obrando la salvación y la esperanza en que recuperará a su Hijo y nunca se separará de Él. En la cruz de Jesús surgió un «tsunami» de amor y de esperanza que quiere inundar todos los corazones del mundo.

Todos los que formamos parte de Montealto y otras muchas personas hemos experimentado que estamos siendo inundados por esa ola gigante de amor y de esperanza. Como en la cruz de Jesús, experimentamos dolor, pero al mismo tiempo una experiencia de ser amados por Dios como nunca la habíamos sentido antes. Es la prueba más palpable de que estamos junto a la cruz de Jesús y le pedimos a la Virgen hoy en su fiesta de la Almudena: ¡Madre Nuestra, haz que no nos separemos nunca de la cruz de tu Hijo!

Todos estamos sorprendidos por el impacto que la muerte de «Mariquilla» ha provocado en nosotros y en otras muchas personas. El abrazo de consuelo y de amor que las dos madres os distéis ese día nos ha tocado el corazón a todos. Muchas personas comentan sorprendidas ¿cómo es posible un gesto de amor tan apabullante?

Jesús en el Evangelio nos da la respuesta cuando da gracias a su Padre porque los misterios del Reino de los Cielos «los ha escondido a los sabios y entendidos y se los ha revelado a los pequeños»

(Mt 11, 25). Me gustaría deciros a los dos Marías: Dios ha tomado vuestra pequeñez y la de la pequeña “Mariquilla” y nos ha revelado su grandeza ayudándonos a aprender tres lecciones:

La primera es la lección del amor. El abrazo que os disteis fue un abrazo de amor por el que os consolasteis mutuamente. En un mundo en el que hay tanta violencia, tanto rencor y tantas rupturas en las relaciones personales, Dios nos está enseñando que podemos amar al prójimo.

La cruz de Jesús nos indica el modo de hacerlo. Allí Jesús nos ha amado incondicionalmente y podemos ver a los demás como alguien por quien el Señor ha dado la vida y no alguien que ha querido hacernos daño. Cuando comprobamos que el amor de Dios es tan poderoso, nos damos cuenta que nuestros fallos no tienen la última palabra. Nos sabemos perdonados y podemos perdonar a los demás. La cruz de Jesús nos transforma y nos da la capacidad de amar y perdonar en situaciones límite.

La segunda lección es la unidad familiar. Ha sido una maravilla como las cuatro familias habéis sido una piña, cada una por su cuenta y después entre vosotros. La entereza que habéis mostrado las cuatro madres ha sido admirable. Pero también quiero destacar la presencia de vuestros maridos al lado desde el minuto uno. María y Alex estaban juntos, lloraron juntos y se consolaron juntos. Jaime fue el primero en dar serenidad a María después del accidente. Miguel Ángel se presentó en el colegio y desde allí inmediatamente al hospital del Niño Jesús a estar con Isabel. Y Pedro se pasó toda la primera noche junto a Begoña en la Paz.

El día de vuestro matrimonio dijisteis que estarías juntos en las alegrías y en las penas y estos días han sido una confirmación de esa promesa. Ya sé que no os sentís héroes, ni que nadie os va a llamar así, pero cuando sacáis adelante vuestras familias un día y otro, no raramente en medio de dificultades, para Dios lo sois.

El Señor os llama «siervo bueno y fiel» como a los siervos que hicieron rendir su talento y estas son las palabras que usa en el Evangelio para condecorar a alguien como héroe. ¡Ojalá no se os olvide esta lección de amor y unidad en la familia! Cuando vivimos así, unidos en familia, somos muy fuertes. Me atrevería a decir incluso que, con la ayuda de Dios, somos indestructibles como una “ciudad amurallada” (Prov 18, 19).

La tercera lección es la oración. Estos días hemos rezado como nunca. Hemos puesto vuestras familias en las manos de Dios. Le hemos pedido que os conforte y os acompañe. Y hemos comprobado que Dios no falla cuando se acude a Él. Nos ha llegado una intensidad de oración de miles de personas. Y por eso hoy estamos aquí con mucho dolor pero con mucha paz. Probablemente nunca nos habíamos sentido tan unidos. Gracias a toda esta oración Dios ha dilatado nuestros corazones y nos ha dado la capacidad de querernos mucho más. Hemos comprobado de verdad que la Comunión de los Santos en la Iglesia.

Dios ha mostrado su grandeza en vuestra pequeñez porque revela sus misterios a los pequeños. A veces, durante estos días al comprobar todas estas lecciones he mirado al Cielo y he pensado: ¡Hay que ver, «Mariquilla» la que estás liando desde allí arriba!

Hoy, Virgen de la Almudena, patrona de Madrid nos ponemos bajo su protección y le pedimos que no olvidemos estas lecciones que su Hijo nos ha enseñado. Así sea.

Benito Rodríguez

Fuente: Aleteia