Antonio César Fernández había pasado tres cuartas partes de su vida en África, donde quería morir mártir. Impulsó la congregación en Togo
P. Antonio César Fernández en Costa de Marfil. Foto: AFP/Salesianos de Don Bosco |
Así se recoge en el BOE del 12 de octubre, en el que se explica que este
reconocimiento responde «a los méritos y circunstancias que concurrían» en el
misionero. La decisión se ha tomado «a propuesta del Ministerio de Asuntos
Exteriores, Unión Europea y Cooperación, y previa deliberación del Consejo de
Ministros» el lunes.
La congregación salesiana en España
ha mostrado su agradecimiento por esta distinción, que premia «las virtudes
cívicas de los funcionarios al servicio del Estado, así como los servicios
extraordinarios de los ciudadanos españoles y extranjeros en el bien de la
nación». De esta forma, añaden, «se presenta su vida entregada como un ejemplo
también para toda la sociedad».
Originario de Pozoblanco (Córdoba),
Fernández tenía 72 años cuando fue asesinado. Había pasado tres cuartas partes
de su vida en África occidental. En 1982, había ayudado a lanzar la presencia
salesiana en Togo: la iglesia de María Auxiliadora, un oratorio para niños y un
centro de formación profesional.
«Broche de oro a su vida»
«Esta muerte, aunque nos parezca muy
cruenta, es un broche de oro a lo que ha sido su vida», comentaba en su día
Lucas Camino, compañero durante 15 años, a Alfa y Omega. Cuando
él se había vuelto a España para trabajar en un colegio en Tenerife, «me dijo:
“Yo voy a resistir aquí un poco más porque quiero morir en tierra africana…”».
Más aún, «varias veces me dijo que el martirio sería una bonita forma de
terminar su vocación porque significa dar la sangre por amor a Dios y a los
demás».
Otro hermano de congregación,
Enrique Franco, lo consideraba «un santo incluso antes de que lo mataran». Por
eso, aunque «la gente está llorando, yo sonrío» por haberlo conocido. «Si
alguien tenía que morir en África como mártir, era él. Ha sido el escogido
porque es el que estaba mejor preparado».
A tiros en el bosque
Fernández, superior de la comunidad
salesiana en Uagadugú (capital de Burkina Faso), había participado en los días
previos a su muerte en un encuentro en Lomé, capital de la vecina Togo. Algunos
compañeros le advirtieron del riesgo, pues la presencia de grupos islamistas en
Burkina Faso estaba empezando a crear problemas. Pero él prefirió viajar en
coche, como siempre, en vez de coger un avión.
Poco después de cruzar la frontera
entre ambos países, se encontraron con un camión cruzado en la carretera y con
20 hombres armados. «Nos sometieron a un interrogatorio: quién éramos, qué
hacíamos allí y a dónde íbamos», relató horas después uno de sus compañeros.
«Luego nos comenzaron a golpear y rompieron las ventanas de los vehículos.
Algunos los rociaron con gasolina que habían comprado en la misma calle y los
quemaron. El padre César se dirigió a ellos y les preguntó por qué lo hacían,
pero no obtuvo respuesta».
Al autor del relato y a Antonio
César Fernández les pidieron a continuación que caminaran hacia el bosque. Otro
salesiano, Germain, se quedó moviendo el coche. «Uno de los hombres que nos
retenía me dijo que volviera al coche. Obedecí y, después de un pequeño rato,
me giré y ya vi al padre César en el suelo. Escuché tiros que le
alcanzaron».
En cuanto se lo permitieron «nos acercamos al cuerpo, le cerramos los ojos, le colocamos la cruz, lo cogimos y le llevamos a la frontera». En mayo del mismo año otro salesiano, Fernando Hernández, murió acuchillado por un exempleado en Bobo-Dioulasso, también en Burkina Faso.
María
Martínez López
Fuente:
Alfa y Omega