El Santo Padre celebró esta mañana la acostumbrada audiencia general, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, ante la presencia de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países
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En su
catequesis de la audiencia general de este último miércoles de octubre el Papa
Francisco reflexionó sobre la tentación "de los nuevos
fundamentalistas", que pretenden encerrar la vida cristiana en una lista
de preceptos, buscando seguridades en ellos, en lugar de abrirse a la libertad
y a la novedad del amor de Dios, el único que trae los dones de la paz y la
alegría a la vida humana
El
Santo Padre celebró esta mañana la acostumbrada audiencia general, en el Aula
Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, ante la presencia de fieles y peregrinos
procedentes de numerosos países. En 13º su catequesis sobre la Carta de San
Pablo a los gálatas abordó el tema de “El fruto del Espíritu”. Y, de hecho,
antes de que el Papa ofreciera sus palabras, se leyó, a modo de introducción,
un pasaje de esta Carta (Gal 5, 22-24):
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí;
contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias”
Tras dar los buenos días a los queridos hermanos y
hermanas presentes en esta audiencia, Francisco comenzó recordando que “la
predicación de San Pablo gira en torno a Jesús y su Misterio Pascual”. Y
destacó que el Apóstol, de hecho, se presenta “como heraldo de Cristo, y de
Cristo crucificado”, mientras a los gálatas, “tentados de basar su religiosidad
en la observancia de preceptos y tradiciones”, les recordó “el centro de la
salvación y de la fe”, a saber: “la muerte y la resurrección del Señor”. A lo
que añadió textualmente:
“¿Quién les ha encantado para alejarlos de Cristo
Crucificado? Es un mal momento en Gálatas...”
Volver a lo esencial
Incluso hoy en día, prosiguió diciendo Francisco,
“muchos buscan la certeza religiosa antes que al Dios vivo y verdadero,
centrándose en rituales y preceptos en lugar de abrazar al Dios del amor con
todo su ser.
“Y esta es la tentación de los nuevos
fundamentalistas, ¿no?, los que parecen tener miedo de avanzar, y vuelven atrás
porque se sienten más seguros: buscan la seguridad de Dios y no el Dios de la
seguridad... Por eso Pablo pide a los gálatas que vuelvan a lo esencial, volver
a Dios, a lo esencial, no a las seguridades de Dios: a lo esencial, a Dios que nos
da la vida en Cristo crucificado”
El Santo Padre invitó a dar “un paso más” guiados por
San Pablo. E invitó a preguntarnos: “¿Qué ocurre cuando nos encontramos con
Jesús Crucificado en la oración?”. Sucede, respondió Francisco, “lo que ocurrió
bajo la Cruz”, es decir, que “Jesús entrega el Espíritu”, o sea que “da su
propia vida”. “Y el Espíritu, que brota de la Pascua de Jesús, es el principio
de la vida espiritual”, puesto que es Él quien “cambia el corazón: ¡no nuestras
obras, sino la acción del Espíritu Santo en nosotros! Es él quien guía a la
Iglesia, y nosotros estamos llamados a obedecer su acción, que extiende dónde y
cómo quiere”.
“El Evangelio está destinado a todos y no a unos pocos privilegiados”
Tras reflexionar acerca de que “fue precisamente la
constatación de que el Espíritu Santo descendía sobre todos y que su gracia
actuaba sin exclusión lo que convenció, incluso a los más reacios, de que el Evangelio de Jesús estaba
destinado a todos y no a unos pocos privilegiados”, el Papa agregó:
“Y los que buscan la seguridad, el pequeño grupo, las
cosas claras como entonces, viven ‘como entonces’, se alejan del Espíritu, no
dejan que la libertad del Espíritu entre en ellos. Así, la vida de la comunidad
se regenera en el Espíritu Santo; y es siempre gracias a Él que alimentamos
nuestra vida cristiana y llevamos adelante nuestra lucha espiritual”
Comportamiento “enfermizamente” humano
De Pablo Francisco recordó que “enumera” “las obras de
la carne, que se refieren al uso egoísta de la sexualidad, a las prácticas
mágicas que son idolatría y a lo que socava las relaciones interpersonales,
como “discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias”:
“Todo esto es fruto – por así decirlo – de la carne,
de un comportamiento sólo ‘humano’, ‘enfermizamente humano’. Porque un humano
tiene sus valores, pero esto es ‘enfermizamente’ humano. El fruto del Espíritu,
en cambio, es ‘amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí’”
Francisco también dijo que “puede ser un buen
ejercicio espiritual leer la lista de San Pablo y mirar la propia conducta,
para ver si se corresponde, si nuestra vida es realmente según el Espíritu
Santo, si lleva estos frutos. Estos
frutos de amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí mismo: ¿Mi vida lleva estos frutos? ¿Es el Espíritu
quien da?
No olvidar la fecundidad original del
amor
Asimismo, dijo el Papa, a modo de ejemplo, que “los
tres primeros enumerados son el amor, la paz y la alegría: desde aquí se
reconoce a una persona habitada por el Espíritu Santo”. Y añadió que esta
enseñanza del Apóstol “supone también un gran reto para nuestras comunidades.
Sin embargo, “no se puede captar la belleza de la fe en Jesucristo partiendo de
demasiados mandamientos y de una visión moral que, desarrollándose en muchas
corrientes, puede hacernos olvidar la fecundidad original del amor”, alimentado “de oración
que da la paz y de
testimonio alegre”.
“Y cuántas veces nosotros mismos, los sacerdotes o los
obispos, hacemos tanta burocracia para dar un sacramento, para acoger a la
gente, que la gente dice: ‘No, esto no me gusta’, y se va, y no ve en nosotros,
muchas veces, la fuerza del Espíritu que regenera, que nos hace nuevos a todos”
Por lo tanto, concluyó su catequesis el Papa,
afirmando que “tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado
y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este amor
tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre”.
Al saludar en nuestro idioma a los fieles y peregrinos
presentes y a los que seguían su catequesis a través de los medios de
comunicación Francisco les dijo:
“Saludo cordialmente a los fieles de lengua española.
Los animo a hacer este pequeño ejercicio, relean la lista de los frutos del
Espíritu Santo que encontramos en Gálatas 5, 22-23. Vean si se corresponden con
la propia existencia, es decir, si nuestra vida se ha dejado configurar con
Cristo, al que contemplamos muerto y resucitado, en la imagen de la cruz y en
el misterio de la Eucaristía; si se ha dejado trasformar por el Espíritu para
ser ella misma eucaristía, don y acción de gracias, para gloria de Dios y
salvación de las almas. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias”
Sí a la vida
A los peregrinos polacos el Pontífice les recordó que
a petición de la fundación polaca “Sí a la vida”, bendijo hoy las campanas que
llevan el nombre: "La voz de los no nacidos". Y tras explicar que
están destinadas a Ecuador y Ucrania, el Papa manifestó su deseo:
“Que para estas naciones y para todos, sean un signo
de compromiso en favor de la defensa de la vida humana desde su concepción
hasta la muerte natural. Que su sonido anuncie al mundo el ‘Evangelio de la
vida’, despierte las conciencias de los hombres y el recuerdo de los no
nacidos. Encomiendo a sus oraciones cada niño concebido, cuya vida es sagrada e
inviolable. Los bendigo con todo mi corazón”
Por último, antes de rezar el Padrenuestro en latín el
Santo Padre dio su cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
Saludó a la Fundación San Vito de Mazara del Vallo, a la Asociación
Diversa-Mente y a la comunidad esrilanquesa de la ciudad de Nápoles. Por último, como
siempre, Francisco dirigió su pensamiento a los ancianos, enfermos, jóvenes y
recién casados presentes. A todos ellos los animó a testimoniar el mensaje de
salvación evangélica que los Santos Apóstoles Simón y Judas, cuya fiesta
celebraremos mañana, testimoniaron con su vida.
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