El padre Alberto Hernández, sacerdote de La Palma, es párroco de cuatro pueblos, Las Manchas, Todoque, La Laguna y Puerto Naos, pero en ninguno de ellos puede celebrar misa puesto que todos los templos se encuentran en el interior del perímetro de seguridad debido a la erupción del volcán que ha obligado a desalojar a miles de personas.
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| Operarios sacan de la ermita de Todoque todos los ornamentos litúrgicos e imágenes / Foto: El Mundo / Alberto Di Lolli |
Pero también es ahí donde este sacerdote canario se está desviviendo para acoger a
aquellos que no tienen donde ser alojados y dando comida a todo el que
lo necesita.
Sin
embargo, es la ermita de
San Pío X en Todoque la que más preocupa a este sacerdote, que con la
ayuda de varios operarios trabajaron a toda prisa para vaciar el templo y así salvar
las imágenes religiosas y los objetos litúrgicos: vírgenes, crucifijos,
misales, candelabros… También el Sagrario, que al verlo salir de la iglesia
provocó las lágrimas del padre Hernández, tal y como constató El Mundo.
“Sólo queda rezar a la Providencia
para que la iglesia no se queme”, cuenta el sacerdote de 40 años. Los
expertos ya dejaron claro que el templo es vulnerable a la evolución de las
coladas ardientes en su camino hacia el mar, con la única salvación posible del
promontorio en el que está construido.
Don
Alberto es natural de La Palma y ha convertido la casa rectoral en refugio de
algunos vecinos evacuados que no tienen dónde pernoctar. “El espectáculo es
visualmente muy bonito, es sobrecogedor, pero cuando ves las secuelas sobre la
gente es otra cosa”, dice don Alberto, a quien docenas de vecinos han ofrecido
sus casas para alojar a feligreses. “Es
conmovedor cómo el ser humano saca lo mejor de sí mismo en situaciones de
dificultad, aunque muchas veces pensemos lo contrario”.
Por
su parte, en conversación con Alfa y Omega, este párroco afirma que “ahora mismo, como Iglesia,
mantenemos contacto telefónico con los desalojados y con los que
sabemos que han perdido sus casas. Lo estamos viviendo con mucha impotencia”.
Al
final, agrega el padre Hernández, sólo queda “llorar con los que lloran” ya que produce “mucha
tristeza” ver la historia de tanta gente que puede perder todo por lo que ha
trabajado durante su vida y que “de repente, todo desaparece bajo la lava”.
Además,
recuerda que estos vecinos “son
gente humilde, sencilla y trabajadora. Hay agricultores y algunos
funcionarios. Personas que se habían construido su propia casa y que tenían en
el campo su medio de subsistencia. Confiemos en que las autoridades respondan y
lleguen las ayudas”.
“Son gente de fe”, afirma convencido
el párroco: “cuando llamé al vecino más cercano al volcán –200 metros– para
interesarme por él, me dijo: ‘La casa se perderá, pero estamos vivos y es un
milagro que estemos vivos’. La fe es fundamental”.
Fuente: ReL
