Con la profesora Jennifer Anne Doudna, son ya tres los nuevos miembros con un premio Nobel incorporados este agosto por el Papa Francisco a la Pontificia Academia de las Ciencias. Las tres, mujeres
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De izquierda a derecha: Donna Strickland, Emmanuelle Marie Charpentier y Jennifer Anne Doudna |
Ambas fueron galardonadas por el
desarrollo de un sistema para realizar cambios en el ADN de plantas, animales y
microorganismos con precisión extrema, que podría revolucionar las futuras
terapias contra el cáncer.
Con ellas, son ya 24 los nobeles que
integran las filas de la academia como miembros ordinarios. Además, Francisco
ha incorporado durante este mes a la entidad científica a otra mujer, Ewine
Fleur van Dishoeck, profesora de Astrofísica molecular en la Universidad de
Leiden (Holanda).
Antes de los últimos nombramientos
de este mes, el Papa Francisco ya había designado durante su pontificado a
otros cinco nobeles como integrantes de la academia.
A lo largo de la historia, la
Pontificia Academia de las Ciencias ha contado entre sus filas con 80 premios
Nobel, muchos de los cuales fueron nombrados miembros antes de recibir el
prestigioso premio. Alexander Fleming y Severo Ochoa, premios Nobel de Medicina
en 1945 y 1959 respectivamente, han sido tan solo dos de ellos. Más reciente es
el japonés Shinya Yamanaka, Nobel 2012 en esta misma disciplina por sus
investigaciones con células madre pluripotenciales inducidas que, entre otras
cosas, permiten trabajar sin manipular las embrionarias.
Siglos de desarrollo científico
La Pontificia Academia de las
Ciencias, la única academia de ciencias internacional, trabaja fundamentalmente
en seis grandes áreas: ciencias básicas, ciencias y tecnología de los problemas
globales, ciencias de los problemas del mundo en desarrollo, política
científica, bioética y epistemología. Una trayectoria de siglos –fue fundada en
1603 como la primera exclusivamente científica del mundo– avalan los trabajos
de esta entidad que tuvo entre sus filas a miembros tan destacados como Galileo
Galilei.
En 1922 se trasladó a su sede
actual, la Casina Pio IV en los jardines pontificios, y el Papa Pío XI le
confirió su nombre actual y sus estatutos en 1936. Sus objetivos prioritarios
son poner en valor la ciencia, garantizar su libertad y fomentar la
investigación. Actualmente está compuesta por 80 miembros de 36 países
distintos –entre ellos un español, el profesor de Biología Molecular Antonio
García-Bellido–, que son nombrados por el Papa a propuesta del cuerpo académico.
Son científicos de renombre, muchos
de ellos prestigiosos profesores universitarios o responsables de entidades
científicas destacadas –como el actual director del Instituto Nacional de Salud
de Estados Unidos, Francis Collins–, que asumen un cargo vitalicio y en cuya
elección no hay ningún tipo de discriminación religiosa o étnica. Por su cargo,
son también académicos pro tempore el
director del Observatorio Vaticano, el director del laboratorio de Astrofísica
de dicho Observatorio, el prefecto de la Biblioteca Vaticana y el prefecto de
los archivos secretos del Vaticano.
Los miembros participan en las
sesiones plenarias, en los grupos de investigación y en las actividades de la
academia, y sus estudios son publicados también por la entidad pontificia.
Aunque bajo la protección directa del Papa, la academia es una entidad
independiente de la Santa Sede en la que se garantiza la libertad de
investigación.
Con el fin de promover la investigación científica, la Pontificia de las Ciencias entrega cada dos años su Medalla Pío XI a científicos menores de 45 años con futuro brillante. Uno de ellos fue Stephen W. Hawking (1975) o el Nobel de Química 1987, Jean-Marie Lehn, que recibió la medalla en seis años de alzarse con el prestigioso galardón.
Begoña
Aragoneses
Fuente:
Alfa y Omega