Libera a los enfermos psíquicos encadenados, les da tratamiento y transforma así África
Gregoire Ahongbonon recorre el mundo enseñando las cadenas con las que los pobres atan a a sus enfermos mentales por falta de conocimiento y medicinas |
Jesús,
en su sinagoga de Nazaret, anunció que esas palabras se cumplían en Él. Y
también se cumplen en
Grégoire Ahongbonon, un hombre sencillo de familia campesina de Benín,
que trabajaba en Costa de Marfil como reparador de neumáticos, y se vio movido por Dios a trabajar con los
discapacitados mentales.
En
los países pobres de África, muchas familias encierran y encadenan a sus
enfermos mentales. Son
cautivos, porque están atados. Son ciegos, porque están encerrados en lugares
oscuros, ocultos. Están oprimidos y son pobres. Sus familias y vecinos
creen a menudo que están poseídos por demonios, y que sólo con tocarlos, o
tocar el suelo donde yacen, uno se contagia.
En
realidad tienen las mismas enfermedades mentales que en el resto del mundo:
epilepsias, esquizofrenias, bipolaridad, depresión...
"Cuando les damos
los 7 psicofármacos clásicos y genéricos, de bajo precio, los que Europa ya no usa, controlan sus síntomas, mejoran y
hacen vida perfectamente normal", explica Grégoire.
Como Cristo baja al sheol
Ver
a Grégoire entrar en un chamizo oscuro, romper unas cadenas y sacar a la luz al
prisionero, que pestañea cegado por la luz, es como visualizar la parábola de
la caverna de Platón, es como ver
a Cristo bajar al sheol, a los infiernos, a sacar a sus presos. Es
liberación en estado primigenio.
El
periodista Rodolfo Casadei cuenta su historia con detalle en un libro-reportaje
emocionante, transformador, que publica ahora en español Ediciones Encuentro: Grégoire,
cuando la fe rompe las cadenas. En Grégoire, hombre
sencillo y sin estudios, se unen la
fe, la oración, el sentido común, la acción, la profecía, el fruto real, la
lucha contra la superstición que esclaviza, la ciencia al servicio del
hombre...
De intentar suicidarse a ayudar a multitud de
enfermos
"Yo
una vez casi me suicidé",
recuerda. "Me encerré en
la habitación con agua y pastillas para acabar con todo, pero cuando
estaba a punto de tomármelas sentí
como una corriente que atravesaba mi brazo y se me cayó todo al suelo.
Me pareció escuchar una voz: 'la
vida que tienes no te pertenece, no tienes derecho a quitarte la vida'. Y
me entregué a Dios. Salía de la ciudad y pasaba el día leyendo la
Biblia y rezando. Y decidí volver a la Iglesia".
Un
misionero francés lo escuchó y cuidó. "Él me ayudó a ir a un viaje a
Tierra Santa, y allí, en una homilía, entendí que cada cristiano debe construir
una piedra en el gran edificio que es la Iglesia", explica Grégoire. Fue
en 1982. Volvió de Tierra Santa buscando escuchar a Dios y servirle.
Rezando por una chica, se curó... ¡y era
musulmana!
Empezó
con otras nueve personas creando un grupo de oración llamado Emmanuel. Se reunían en casas y
rezaban por sus habitantes. Su barrio en Bouaké -la segunda mayor
ciudad de Costa de Marfil- era de mayoría musulmana y un día unos vecinos
musulmanes les invitaron a rezar por su hija. Había vuelto del hospital
semiinconsciente, muy mal, temían que la chica muriera.
El
grupo acudió y rezó junto
a la cama de la muchacha. Al día siguiente, la madre llegó llorando de
alegría a casa de Grégoire: la
chica despertó, pidió de comer, estaba mucho mejor. Todo empezó con la
curación de una chica musulmana.
Pero
Grégoire desde un principio entiende que no todo se reduce a orar por la curación. Empiezan a
visitar enfermos en hospitales, los ven sucios, abandonados, solos, muy pobres.
Ellos se suman a
acompañar, a cuidar, a limpiar, a escuchar, a tratar humanamente antes
de rezar. Y buscan dinero para pagar medicinas".
Su
grupo buscó un nombre, el ejemplo de un santo. Pensaron en San Vicente de Paúl,
en San Juan de Dios... pero había ya grupos con ese nombre. Grégoire leyó una
vida de San Camilo de Lelis, fundador de los camilos. Le asombró su frase: "los enfermos son la pupila y
el corazón de Dios, respetadlos". Y fundaron la
asociación San Camilo de Lelis.
Jesús en el enfermo mental desnudo y abandonado
Un
día de 1990, al salir de misa, después de comulgar, Grégoire vio a un enfermo mental desnudo, buscando comida entre
la basura. "Era algo normal, algo que había visto muchas veces
antes, pero ahora mi mirada era distinta: yo buscaba a Cristo y lo vi en el
enfermo que sufre. Una voz
interna me dijo: "Si Cristo se muestra en ellos, ¿por qué les tienes
miedo?" Vi que querían ser amados. Con mi mujer, compramos un
refrigerador, enfriábamos agua y comida, y luego los visitábamos por la calle y
se la dábamos".
Después
empezaron a llevar a los enfermos mentales a una capilla de la parroquia. Y en
1993 "el Ministro de Sanidad, al ver lo que hacíamos, nos dio un terreno
junto a un Hospital para construir el primer centro para estos enfermos. Los maristas de allí y los
de España nos ayudaron mucho", recuerda.
Se multiplican los centros San Camilo
Así empezaron a surgir los centros para enfermos psíquicos de San Camilo... En todo Benín (11 millones de habitantes) sólo hay 1 hospital psiquiátrico. En toda Costa de Marfil (24 millones de habitantes), sólo hay 2. Y son caros, de pago. Pero la asociación San Camilo ya ha abierto 26 centros para acoger enfermos en Benín, 30 en Costa de Marfil, 4 en Togo, 1 en Burkina Faso... Los terrenos suelen cederlos los obispados locales o parroquias o congregaciones.
La
asociación distribuye cada año medicinas de bajo coste por valor de 600.000 euros. Muchos
enfermos que se curan (al medicarse sus síntomas se controlan) se convierten en
enfermeros y asistentes en estos centros. Unos enfermos dialogan y acompañan a
otros pacientes. Hay compañerismo
y amistad, que ayudan a perseverar en el tratamiento, a reconstruir vidas rotas.
Muchos colaboran para construir los centros. Cuando el enfermo mejora, se le
puede reintegrar en su familia.
A
menudo, gente de una parroquia cercana llega al centro y cuenta el número de
internos. Al día siguiente, voluntarios de la parroquia vienen con ollas y
comida para todos los internos. Misioneros y párrocos supervisan y apoyan los
proyectos. Por sus centros
han pasado más de 70.000 pacientes. Gregoire no confía casi nada en los
políticos, porque casi nunca han hecho nada por los enfermos. Sí confía en la
Iglesia, y le pide hacer más: "es una vergüenza que en nuestra época
moderna siga habiendo miles de personas con enfermedades mentales tratables,
encerradas con cadenas", insiste.
Un nuevo reto: los drogadictos
Los
enfermos psíquicos son los más abandonados de África, pero los drogadictos pueden ser aún peores: ellos introducen a
otras personas (incluyendo a enfermos psíquicos) en el consumo de drogas, para
"engancharlos" y convertirlos a su vez en clientes. El psicótico no
crea otros psicóticos, pero el drogadicto, sí. Y la droga es un disparador para muchas enfermedades
mentales. Por eso, ahora el gran reto que plantea Grégoire es
construir en Dassa (Benín) un centro especializado en tratar a drogadictos, con
todas sus fases para desengancharlos de la adicción y transformar su estilo de
vida.
La
diócesis ha dado el terreno, que está cerca del santuario mariano de Santa María d'Arigbo. Gregoire cuenta para
este proyecto con la ayuda
desde España de la ONG
Cesal, que colabora con sus obras desde 2016 y busca donantes españoles. Es
posible ayudar en español a la obra de Gregoire desde la web de CESAL, aquí. La
web recoge algunos testimonios de vidas transformadas aquí.
Rezar y actuar y confiar en los enfermos
El
libro de Casadei recoge la espiritualidad profunda y orante de Grégoire Ahongbonon, que reza en
sus viajes, reza con los enfermos, reza con los voluntarios. Una y otra vez
escucha al Espíritu Santo, que parece animarle a iniciar proyectos más o menos
alocados en lugares remotísimos, que luego la Providencia y la generosidad de
donantes y voluntarios consiguen estabilizar.
Ahora,
de la asociación ha surgido la Fraternidad Oasis de Amor con consagrados (14 por el
momento): todos ellos son antiguos enfermos, de Benín, Costa de
Marfil, Togo, Burkina Faso... Cuando estaban enfermos, hicieron cosas
terribles. Ahora, con su enfermedad controlada, ayudan a los demás.
"Son personas que se aman, que trabajan
gustosamente en los centros, que ayudan a los enfermeros y algunos de
ellos han llegado a dirigir los centros. Esto significa que hay que tener
confianza en ellos y no dejar nunca de confiarles responsabilidades: este es el
secreto". Gregoire practica aquello que San Pablo pedía a Timoteo (2 Tim
2,2): "lo que te he
enseñado, transmítelo a otros capaces de enseñar". Y así se
multiplica el bien. Leer el libro de Casadei ayuda a querer ser mejor y a
querer participar en esta obra de liberación auténtica.
Pablo J. Ginés
Fuente: ReL