Tras hacer la comunión, Irantzu pasó años sin ir a misa, y nunca pensó que a sus 24 años, Dios la llamaría a ser religiosa en una comunidad tradicional.
![]() |
Irantzu Mendoza. Dominio público |
Movida
por el deseo de cuidar a los demás, Irantzu comenzó a estudiar medicina. Sin
embargo, pronto supo que Dios
“quería que fuese médico, pero médico de almas” y conoció la misa tradicional.
En plena pandemia, aquel encuentro la llevó a llamar a la puerta de las Adoratrices
del Corazón de Jesucristo en Milán, donde hoy, con 24 años, es religiosa.
“Cuando el Señor me buscaba, era una
chica del mundo más”
"De
pequeña, hice la comunión
y a los dos años dejamos de ir a misa con mi madre”, cuenta Irantzu
al portal de la diócesis de Vitoria, y nunca recibió la confirmación ni asistió
a un colegio religioso.
Durante
aquel tiempo, siempre pensó
en Dios como una especie de energía o panteísmo. “Cuando el Señor `me
buscaba´, yo era una chica
del mundo más"
"Podríamos
decir que yo hubiera sido una piedra rechazada por los arquitectos, pero a los
ojos del `Bon Dieu´ como dicen mis hermanas, los publicanos son almas que Su
infinita misericordia anhela rescatar”.
Estudiando medicina, conoció Hakuna en
una Hora Santa
Irantzu
siempre sintió una fuerte necesidad
de cuidar a las personas, lo que le llevó a estudiar la carrera de Medicina en
Lérida.
Un
día, “una amiga me invitó
a las reuniones que hacían unas universitarias con una monjita. ¡Me sentí
tan acogida!”, exclama. “Nadie juzgó mis palabras, ignorancia, ni opinó si
quiera sobre lo que yo decía”.
“Cuando
vi lo de estas chicas, pensé que esto era lo que estaba buscando. Me sorprendió un montón la
conciencia de Dios con la que vivían estas estudiantes”.
La
estudiante fue involucrándose cada vez más, hasta que surgió un coro de jóvenes que estaba empezando a hacer
Horas Santas. “Lo movía un chico recién convertido que había conocido Hakuna en Barcelona”.
De ir “a su rollo” a cuidar ancianos y
desconocidos de la calle
“Nos
juntamos una hora a la semana delante de Jesús, que pasó a ser la fuente de nuestra vida, nuestro
refugio, padre y mejor amigo a la vez. En eso consiste Hakuna”, explica.
Poco
a poco, su vida fue cambiando, y cuenta que incluso hoy sigue experimentando el
proceso de conversión: “Lo mejor que me ha pasado en la vida”.
Durante
la Semana Santa de 2019, la invitaron a la Pascua Juvenil, donde aprendió el
espíritu comunitario de la fe y lo que podía ayudar a los demás. “Tiendo a ser muy individualista, ir
a mi rollo y cuidar de mi propia relación con Dios. Dedicarme a los
ancianos y desconocidos de la calle, abrirme a mis compañeros… Cada uno me
enseñó su lección. Y me doy cuenta de que si no somos uno con nuestros hermanos
no podemos ser uno con Cristo, y viceversa”.
“El
Señor me quería médico, pero médico de almas”
Pronto, algo comenzó a cambiar. “A
medida que iba entrando en el hospital, en cada habitación, mirando cada rostro
de los pacientes, con
gran dolor sentía en mi
corazón que yo no podía cuidarles allí”.
“En
el desierto de esta hermosa carrera, que no deja de ser un poco difícil y
costosa, fui creciendo en
la intimidad con el Señor, acercando me cada vez más a Él, en el sagrario,
en lo sacramentos, en la oración”.
Irantzu
describe este proceso de conversión, su “pequeño Fiat”, como algo gradual. “No se me apareció el Ángel Gabriel,
no tuve una gran revelación después de un largo ayuno, y tampoco vi una señal
en el cielo. [El Señor] me
dio infinidad de gracias hasta que sencillamente me ganó y vi con
suficiente claridad que me quería médico, pero médico de almas: religiosa”.
“Enamorada de la Santa Misa
tradicional"
Desde
ese momento, la joven afirma que no le fue fácil expresar todos los “regalos”
que recibió de Dios. Uno de ellos fue “un retiro espiritual en Madrid, dirigido por sacerdotes del Instituto Cristo Rey Sumo
Sacerdote”.
“Yo había asistido a una Misa de rito
tradicional antes y visto otra por internet durante la pandemia”,
explica. “Me habían hablado muy bien del Instituto; del gran celo de los sacerdotes
en especial en la liturgia y predicación de la doctrina”.
Irantzu
confiesa que no conocía a
nadie de nada, y menos el carisma tradicional o el espíritu salesiano del
Instituto, pero “quería
recargar batería espiritual y dedicarme unos días a la oración”.
“En
muy poco tiempo seguía con gran fervor la Santa Misa, y cada meditación parecía
dedicada para mí. Aún y todo me
fui sin siquiera pensar que el Señor me podía querer Adoratriz -la rama
femenina de religiosas del Instituto-, pero sí completamente enamorada de la
Santa Misa tradicional”.
En plena pandemia, pudo viajar a Nápoles
al noviciado de las Adoratrices
Un
gran pilar en este proceso fue su director espiritual. “Me recomendó visitar
las Adoratrices del Corazón Real de Jesucristo Sumo
Sacerdote y continuar con el discernimiento”. En plena pandemia y
contra toda expectativa la joven de Vitoria pudo llegar a Nápoles y convivir con las hermanas durante
unos días.
El
último domingo de octubre, día de Cristo Rey Sumo Sacerdote, “nuestra reverenda
madre Madeleine-Marie leía mi petición de entrada como postulante de las Adoratrices,
y el día de la Inmaculada Concepción nos consagrábamos las nuevas postulantes
bajo su Manto maternal azul”.
“Me
atrevo a decir como la Santísima Virgen que esto no es más que una corta introducción de
las maravillas que el Señor ha hecho en mí, y que ojalá las haga toda
mi vida. Deo gratias”, concluye.
José María Carrera
Fuente: ReL