¿Qué diferencia hay entre irse a vivir juntos y casarse? ¿Te planteas dar un paso más en tu relación? El matrimonio nos abre nuevas posibilidades para amar y ser amados
![]() |
SHUTTERSTOCK |
Aunque
en el amor no existan garantías, el matrimonio crea un ambiente propicio
para aumentar las posibilidades de la felicidad. A diferencia de una
relación libre o convivencia, responde de manera natural y auténtica a la
invitación que nos hace el enamoramiento.
Cuando dos
personas se enamoran no son llamadas a vivir cualquier tipo de unión. El amor
los invita a una relación en donde se quiere y expresa una donación
recíproca, un amor comprometido, exclusivo, permanente, altruista y
fecundo.
Eleva nuestra
capacidad para amar
La diferencia
entre irse a vivir juntos o casarse no es el papel, que es un instrumento
de prueba, o una ceremonia, que es hacer público lo que los novios viven, sino
el hecho de que los que se casan realizan un nuevo acto de amor por
el cual se comprometen a amarse para siempre.
Esa medida de
entrega, de compromiso, de querer querer, genera energías, ideas, esfuerzos y
actitudes que no se realizan si el planteamiento de la relación es estar juntos
hasta que se acaben las ganas de estarlo o de prueba o por un tiempo
pasajero.
El acto de
casarse con esa medida de entrega, aunque no elimina las limitaciones o
defectos de las personas, en sí mismo es un hecho que genera un bien para los
novios y eleva las capacidades de la pareja para amar a un nivel que no se
llega sin ese acto voluntario.
Amantes son los
que simplemente se quieren, cónyuges son los que además de quererse y porque se
quieren con esa medida que les propone el amor, deciden comprometerse a
quererse. Esa es la gran diferencia.
Hay un acto de
amor, de entrega total en un momento presente de todo lo que uno es y lo que
puede ser.
El «para
siempre» fortalece el compromiso y el amor
El amor
auténtico invita a una unión permanente y no pasajera para vivir “siempre
con el otro”.
El simple deseo
de querer estar con el otro es algo meramente afectivo. Un amor muy frágil, que
tiene fecha de caducidad muy rápido. El casarse es un paso para decidir
concretar esa unión con un claro “siempre contigo”.
Mediante un
acto concreto del presente, la boda, los enamorados se proyectan en el tiempo.
La palabra comprometer significa “meterse en el futuro con esa otra persona”. Esa
forma concreta es entregándose comprometidamente.
Motiva a dar lo
mejor de nosotros
Otra tendencia
del enamoramiento es el altruismo que es el darle lo mejor de
uno mismo al otro. Una actitud que se genera en uno mismo y que diferencia
al soltero del casado: enriquecerse con la diversidad de la persona que ha
elegido para compartir la vida.
El matrimonio
es aquello que la humanidad ha llamado en toda cultura y todo tiempo histórico
una unión entre un hombre y una mujer que tienen toda la riqueza para
complementarse en su diversidad sensual, racional, fisiológica, emocional y
espiritual.
El bien de los
cónyuges como fin del matrimonio son esos cambios que se hacen en la manera de
ser persona para vivir una relación de dos como uno, porque casarse es “uno
pero todavía dos” donde las individualidades no se absorben. Es una realidad
de ser dos como uno. No es una pareja, es un matrimonio.
Incrementa la
celebración familiar
Lo que ha
sido festivo en la historia de la humanidad con matices diferentes en
la forma de festejar ha sido el matrimonio. Es decir, que alguien decida que uno
es tan valioso que merece que el otro le entregue su vida. Y encontrar a
alguien que es tan valioso que merece nuestra entrega. Ese es el gran motivo de
festejo.
Por la misma
razón se celebran los aniversarios. Ese motivo que remite a ese acto concreto
en el que los enamorados se comprometieron profundamente y renuevan cada año.
Lo que no se celebra es irse a vivir juntos o estar viviendo un tiempo de
prueba para otro.
Contribuye a
una mentalidad abierta a la vida
El amor invita
a un amor fecundo, a recrear todo con el otro porque el enamoramiento
genera fecundidad en muchos sentidos, no solo en dar vida a un ser humano. Crea
en en los enamorados una actitud de apertura hacia la vida en general.
Aunque no sea
el fin de estar juntos el tener hijos, hay una tendencia de la misma manera que
un atleta tiene la tendencia a acceder a un premio olímpico. No forma parte de
la esencia de ser un atleta ganar la medalla olímpica, pero sí la tendencia de
acceder a ella.
La estructura
sólida que ofrece el amor comprometido, prepara un ambiente con mucha paz para
recibir a los hijos y crear en los enamorados una apreciación por el valor de
la vida.
Nos enriquece
sacramentalmente
El matrimonio
es patrimonio común de la humanidad, pero la gran riqueza de los católicos es
que el matrimonio fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento. Una
realidad espiritual en la que Cristo se suma a la vida de los enamorados
para ayudarles a vivir sus fines.
Esto significa
que por el compromiso adoptado existe una mayor voluntad y energía para
superarse, pero además al ser sacramental se tiene a Cristo. El
amor se trabaja todos los días y donde no llegan los esfuerzos humanos, Jesús
pone su parte.
Cecilia
Zinicola
Fuente: Aleteia