Abu Ahmed decía a los miembros del Estado Islámico que las ancianas que vivían con él eran su abuela y su tía
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Foto: www.saint-adday.com |
Como a tantas otras personas mayores
que no pudieron huir de la ciudad, sus comunidades las consideraba
desaparecidas. Hasta que no hace mucho la Iglesia local, que no había dejado de
buscarlas, dio con Camille. Y descubrió que Mary había muerto de causas
naturales poco después, en enero de 2015.
La noticia llegó hasta el cardenal
Luis Rafael Sako, patriarca caldeo. Para él no era solo una anécdota bonita.
Había conocido a las dos mujeres, así como a Najeeba y Eileen, las hermanas de
Camille, cuando era sacerdote en la ciudad. No dudó en pedir el teléfono de la
familia para hablar con su antigua feligresa. Como la nonagenaria no sabe que
ahora es el principal referente cristiano del país, Sako se presentó como
solía.
–Camila, soy abouna (padre) Luis.
–¡Sé quién es! ¿Dónde está?
–En Bagdad. ¿Cómo estás?
–Bien, pero me duelen las piernas.
Caridad de ida y vuelta
En el portal informativo del Patriarcado
caldeo, el patriarca la recuerda a ella y a sus amigas como cuatro
mujeres que «estaban siempre en la iglesia y ayudaban mucho a los pobres». Así
que le alegró saber que también ellas habían encontrado una mano compasiva
cuando les hizo falta. Elias Abu Ahmed, explica, es un obrero que trabaja cada
día por un jornal con el que, además de a Camille, mantiene a sus dos mujeres y
a 14 hijos.
Le contó que «cada vez que miembros
del Estado Islámico entraban en casa, les decía que Camille era mi abuela y
Mary mi tía». También le explicó que cuando el dolor de piernas de la anciana
empeoraba, la llevaba al hospital para que la trataran. A pesar del tamaño de
la familia, la abuela adoptiva tiene su propia habitación. «Es una bendición
para esta casa», le aseguró Ahmed.
«Mejor que con mi familia»
«Desgraciadamente hay poca gente
como tú; ojalá Dios haga que haya más», subrayó Sako. El patriarca ofreció a
Camille hacerse cargo de ella y trasladarla a un sitio donde pudiera estar
mejor atendida. Pero la anciana se negó: «Con Abu Ahmed estoy mejor que con mi
propia familia».
Vista su negativa, el patriarca
insistió, esta vez con Ahmed:
–¿Necesitáis algo? Estoy con
vosotros, y os visitaré tan pronto como pueda.
–Será un honor. Solo necesitamos la bendición de Dios.
María
Martínez López
Fuente:
Alfa y Omega