Con unos veinte millones de peregrinos anuales, Guadalupe tiene más del doble de visitantes que los santuarios marianos más conocidos.
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Basílica de Santa María de Guadalupe. Dominio público |
El primado corresponde a
la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, con unos veinte millones de
peregrinos anuales, más del doble de visitantes que los santuarios marianos más
conocidos.
La importancia de
Guadalupe es tal que quien desconoce la historia de este templo y su mensaje no
puede comprender la historia de México, e incluso del mismo continente
americano. ¿Cómo es posible que haya sucedido algo así?
La historia comienza tras
la conquista de México, en manos de Hernán Cortés, en diciembre de 1531,
cuando, según cuenta la tradición guadalupana, la misma Virgen se apareció a
uno de los primeros cristianos aztecas, el indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin,
hoy declarado santo.
Fue a inicios del mes de
diciembre de 1532 cuando Juan Diego escuchó por primera vez, en el cerro del
Tepeyac, una voz que le llamaba por su nombre mientras iba de camino a Misa.
Al llegar a la cumbre del
cerro, cuenta la tradición, vio a una Señora de una belleza sobrenatural,
«vestida de sol», quien le pidió construir en el cerro un templo para «mostrar
y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de
esta tierra y a todos los que me invoquen y en mí confíen».
Tilma
milagrosa
Juan Diego fue a hablar
con el obispo, Juan de Zumárraga pero, según relata la crónica guadalupana,
éste no le creyó.
Tras numerosas y a veces
dramáticas dificultades Juan Diego recibió, como cuenta la tradición, la Virgen
se le volvió a aparecer para pedirle que subiera a la cumbre del cerro, donde
encontró un rosal en flor (más propio de Castilla que de México). Cortó tantas
rosas como pudo y las recogió en su tilma, el manto típico de los
indígenas,para llevárselas al obispo, a modo de prueba.
Al reunirse con Zumárraga,
Juan Diego abrió la tilma para mostrarle las flores. Cuando las rosas cayeron
al piso, la tradición cuenta que en la tilma estaba ya impresa la imagen de la
Virgen de Guadalupe que hoy se venera en la Basílica.
Convencido, el obispo
llevó la imagen a la Iglesia Mayor y construyó una ermita en el lugar que había
señalado Juan Diego, donde posteriormente se construiría la Basílica de Nuestra
Señora de Guadalupe, construida entre 1695 y 1709.
La inestabilidad del
terreno y los frecuentes terremotos que caracterizan a México pusieron en
peligro el templo. Motivo por el cual entre 1974 y 1976, se construyó la
moderna Basílica, que acoge la imagen de María.
Tras
las apariciones de María, la evangelización de México, hasta ese momento muy
complicada para los misioneros europeos, cambió radicalmente. En el rostro de
María, impreso en la tilma, los mexicanos encontraron su identidad y consuelo
en medio de los sufrimientos de la conquista.
Identidad
mestiza
Es la faz de una joven
mestiza, una anticipación, pues en aquel momento todavía no había mestizos de
esa edad en México.
María mostraba así cómo
asumía el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados
entonces tanto por los indios como por los conquistadores.
El manto azul de la
Virgen, salpicado de estrellas, es la «Tilma de Turquesa» con que se revestían
los grandes señores aztecas, e indica la nobleza y la importancia del portador.
Los rayos del sol
circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora.
Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el
lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de éste y la intensidad
de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre.
Su pie está apoyado sobre
una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene
con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila. De este modo, en la simbología
indígena, la Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del
Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere
acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre.
En estos casi quinientos años
de historia los mexicanos han sentido como dirigidas a su corazón las palabras
que pronunció María de Guadalupe a Juan Diego: «¿No estoy aquí yo, que soy tu
Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu
alegría? ¿Y no estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos?
¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?».
Fuente: Aleteia