La Iglesia en España está
ofreciendo sus espacios para combatir la tercera ola de la pandemia, «sin pedir
a nadie el carné de bautizado»
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La capilla del hospital Virgen de las Nieves de Granada ahora es una UCI con 14 camas. Foto: Hospital Virgen de las Nieves |
En la
capilla del hospital Virgen de las Nieves de Granada se han llevado el
sagrario, pero Cristo sigue presente. Debido a las necesidades que ha originado la
tercera ola de la pandemia, la dirección del hospital se ha
planteado habilitar algunos espacios del centro como UCI, entre ellos la
capilla.
«Ante la
situación que estábamos viviendo en el mes de noviembre nos llamaron para hacer
de la capilla una UCI con 14 camas. Preveían una oleada de contagios muy grande
y querían adelantarse a las necesidades que pudieran surgir», afirma el
capellán del hospital, Diego Molina.
Esta iniciativa de colaboración entre la
Iglesia y las autoridades sanitarias se ha hecho «en función de algo tan
importante como la salud y la vida de los enfermos», añade. Para ello, se
trasladó la capilla a otra zona y se llevaron también el sagrario, «siempre con
mucho respeto», y considerando que «es algo que Dios quiere».
La capilla del hospital ha
sido siempre uno de los lugares más concurridos, con cerca de 40 personas al
día y Eucaristía diaria, «y los fines de semana había ratos en que casi ni se
cabía», asegura Molina. Cuando estalló la pandemia el trasiego de gente se
redujo, pero siempre ha estado abierta para quien desease entrar a rezar.
Ahora la capilla se ha trasladado de manera
provisional a un sitio más pequeño en la misma planta. «No vienen tantas
personas porque no se pueden recibir visitas y los enfermos no pueden salir de
sus plantas», afirma el capellán. Aun así, «sigue entrando gente y siempre hay
un rato en el que el Santísimo está acompañado».
Para Molina, la capilla hoy
habilitada como UCI sigue siendo «un lugar de esperanza», y se muestra «muy
contento» de que, «si alguien tiene necesidad de este espacio para luchar por
su vida, pueda contar con él. Es lo que quiere Dios». Cuando ve a un enfermo en
el espacio en el que antes celebraba la Eucaristía, «pienso que ahí está mi
Dios encamado», asegura el capellán. Y en ese lugar, «en el que nos encontramos
con Cristo muchas veces, le vemos ahora luchando por su vida con el cuidado de
mis compañeros sanitarios».
«Ayudamos a los que sufren»
En el patio de la parroquia del Espíritu
Santo, en Badajoz, es posible ver estos días a varias personas corriendo y
haciendo ejercicio. Son pacientes derivados de la unidad del dolor que siguen
tres días por semana las indicaciones de rehabilitación de Juan, el
fisioterapeuta del centro de salud que linda pared con pared con la parroquia.
«Hace unos meses Juan me llamó porque sus
pacientes necesitaban un lugar para seguir con su terapia, y el confinamiento y
las restricciones se lo estaban poniendo muy difícil. Aunque mandara terapias
para seguir en casa, no era lo mismo que si las dirigía él», cuenta Valeriano
Domínguez, el párroco.
El patio tiene una gran cruz y una capilla
de la Virgen de Fátima que son testigos tres días por semana de los ejercicios
del grupo. «Están tan felices de poder venir que no paran de dar las gracias, y
cuando acaban las sesiones parece que no se quieren ir», asegura. A los
feligreses les ha explicado la iniciativa «y nadie ha planteado ningún
problema. Es más, alguno se quería apuntar pensando que habíamos montado un
gimnasio», bromea.
A la
parroquia para el test
El párroco se confiesa «felicísimo» de haber podido ceder parte de las
instalaciones de la parroquia. «¿Para qué las queremos, si no es para ponerlas
a disposición de la gente?», defiende.
Esta colaboración no es la única que ha realizado la parroquia durante
estos meses de pandemia, pues a finales de enero también ofreció los salones
parroquiales para realizar tests de antígenos en un cribado general de la
población de Badajoz. «Me llamó el concejal de Asuntos Sociales y me preguntó
si estaba dispuesto a cederlos, y no tuve ningún problema», asegura el párroco.
Así, durante tres días pasaron por allí más de 6.000 personas, muchas de
ellas fieles de la parroquia y vecinas del barrio. Fueron tres jornadas
«intensísimas», de las que Domínguez espera «que hayan servido para atajar en
lo posible esta pandemia».
Todo ese trasiego de gente no interfirió en ningún momento con las
actividades de la parroquia, ni con la catequesis ni con el culto, porque el
acceso a los tests se hacía a través de una puerta independiente. Y al
terminar, pasó una empresa de limpieza que desinfectó los locales por completo.
«Cuando todo terminó me llamó el alcalde de Badajoz para agradecernos el
esfuerzo. Estamos muy contentos de haber puesto nuestro granito de arena»,
afirma.
«Estamos aquí para ayudar. No pedimos a nadie el carné de bautizado», añade
el párroco. «Si el problema era tener un patio o tener un sala, se acabó el
problema. Se trata de ayudar a la humanidad que sufre. Si tuviera que volver a
hacerlo, lo haría sin dudar».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega