El 1 de enero en el Monasterio
tiene lugar un sorteo muy especial. Después de invocar al Espíritu Santo, se
van sacando de unas bolsitas nombres de santos y santas, que serán tus patronos
a lo largo del año. Y, acto seguido, se “rifan” las compañeras de oraciones.
El proceso es muy sencillo: se
meten nuestros nombres en las bolsitas y se van sacando por parejas. La hermana
que te toca se convierte en “tu compañera”; es decir, ella reza especialmente
por ti, ¡y viceversa!
¡Ah! Pero ahí no termina la
cuestión... También eres la encargada de preparar sus regalos el día de su
cumpleaños.
Pues bien, este año voy atacada.
Resulta que mi compañera cumple los años... ¡¡el 9 de febrero!! Vamos, ¡que lo
tengo encima!
El problema es que no puedo
“comprar” nada, ¡los regalos hay que hacerlos! Y eso es un desafío bastante
importante cuando cuentas con un mes...
“Voy a hacerlo todo a la
velocidad a la que pueda hacerlo en presencia de Dios”.
¡Cómo me iluminó esa frase!
Porque a mí me sale continuamente querer llegar a todo, dar el 200%, correr
más... y, al final, en esa carrera de obstáculos, acabo perdiendo la paz y la
alegría.
Cristo no nos ha creado para la
eficacia, sino para el amor. Y el amor, para ser auténtico, necesita su tiempo.
Necesita detenerse ante la otra persona.
Es verdad que, viviendo a toda
velocidad, puedes llegar a hacer más cosas... pero tu corazón terminará agotado
y seco. Cristo te invita a vivir a Su manera: deteniéndose a mirar los lirios
del campo o los pajarillos... en otras palabras, a vivir disfrutando, amando.
Aunque eso suponga dar la vuelta a tus planes, a tu agenda.
Sé que hay cosas a las que, en
este mes, no voy a llegar... pero, las que haga, quiero que sean hechas en
oración, con el cariño de descubrir una oportunidad que Cristo me da para amar.
En otras palabras, disfrutando.
Hoy el reto del amor es
detenerse. A lo largo del día puedes hablar con muchas personas, aunque
nuestras conversaciones quizá se reduzcan a dos palabras fugaces... Te invito a
que hoy le preguntes al Señor quién está necesitado de tu compañía. De Su mano,
acércate a esa persona y regálale lo que Cristo con tanto cariño te regala cada
mañana: tu tiempo. ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma