Ayer, cuando pasé por la galería
del Noviciado, vi que los cristales estaban empañados. Me puse a dibujar en
ellos y mi sorpresa fue que los cristales estaban empañados por fuera: solo si
abría la ventana podría dibujar en ellos.
Cuando bajé a la oración, me
quedé pensando en ello. Me preguntaba cuántas veces el calor está fuera de
nosotros. En nuestro interior hace mucho más frío, porque nos enduremos, porque
la vida nos ha golpeado, porque no hemos entregado ese dolor a Cristo y lo
tenemos nosotros retenido, o por ese vivir sin más... Tantas cosas que hacen
que nuestro interior esté frío.
A veces pensamos que las cosas
tienen que ser de un modo determinado o nos resignamos con lo que nos ha tocado
vivir... incluso aceptamos vivir con este frío dentro de nuestro corazón. Pero
no es así, Cristo ha dado su vida por ti: ha muerto y resucitado para que tú
tengas vida, para que tu corazón no solo tenga calor, sino que arda en fuego.
Entrégale a Cristo aquello que no
te da vida, esa persona, ese acontecimiento, ese pasado, ese rencor, esa ira...
Aquello que tú crees que ya no tiene solución, en Cristo sí la tiene, siempre
hay vida. Abre la ventana y deja que entre el Amor del Señor para que lo
transforme todo.
Hoy el reto del amor es abrir la
ventana de tu corazón con la llave de tu oración y pedirle al Señor por lo que
tienes dentro de ti que está frío. Háblale a Jesús y entrégale en su Cruz
aquello que sientes frío para que te lo transforme con su Amor en calor.
VIVE DE CRISTO
