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Dr. Jérôme Lejeune |
Creo
que en 1971 fue a Estados Unidos y realizó un discurso en el National Institute
for Health y después de esto mandó un mensaje a mi madre diciendo: «Hoy he
perdido mi Premio Nobel». En el discurso habló sobre el aborto, diciendo,
«ustedes están transformando su instituto de salud en un instituto de muerte».
El proceso
fue impulsado por la Asociación
de amigos de Lejeune. En
2004, Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de
la Salud solicitó formalmente la incoación del proceso, en el décimo
aniversario de la muerte del científico. La fama de santidad aconsejó
abrir el proceso en 2007.
Años antes,
en 1997, Juan Pablo II, en la JMJ de París, acudió a rezar ante la tumba de su
amigo y primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida.
Lejeune soñaba
con curar el «síndrome de Down», para ello creó una fundación que a día de
hoy continúa su trabajo. Como contaba su hija en una entrevista en 2011:
Mi
padre quiso crear esta fundación cuando todavía estaba vivo, porque él sabía
que tendría que retirarse y quería que su investigación continuase. Al
principio fue su proyecto. El día antes de morir, fui a verlo y me dijo que
estaba muy triste por sus pacientes, porque ellos no entenderían que los había
tenido que dejar. Dijo: «los estoy abandonando y ellos no van a entender porque
ya no estaré con ellos nunca más».
Yo
le contesté: «Ellos lo entenderán. Lo entenderán mejor que nosotros». Y me
dijo: «No, ellos no lo entenderán mejor, pero si más profundamente». Y después
de esto, cuando él murió, nosotros pensamos que podríamos hacer algo más por
ellos.
Después
de año y medio pusimos en marcha una fundación dedicada al la investigación y
tratamiento no sólo del síndrome Down sino también de otros síndromes de
enfermedades mentales de origen genético. Creamos un centro en Francia de
investigación genética y tenemos un comité que distribuye las ayudas a los
diferentes grupos que están en todo el mundo.
Hemos
fundado 60 proyectos con 32 equipos en los Estados Unidos, y estamos en proceso
de comenzar una fundación en los Estados Unidos que se encargará de más
investigación y tratamiento.
El
tratamiento real no existe en la actualidad, ya que los investigadores están
trabajando en solucionar este problema genético. El patrimonio genético de los
niños es correcto, simplemente se repite como un disco rallado. Mi padre
siempre decía que un niño con síndrome Down es más niño que otros; es cómo si
no estuviese acabado del todo. Así que si ese gen pudiese ser silenciado el
niño podría ser normal.
Y
este es realmente el futuro de la medicina, reparar el código genético. Por
tanto no es descabellado que podamos tratarlos algún día. La dificultad estriba
en que se gasta mucho dinero en realizar el diagnóstico y en matarlos, hasta
tal punto que si pudiéramos tener sólo un 10% de este dinero para
investigación, podríamos ya haber conseguido la cura.
Instituciones
y gobiernos no es que estén apoyando poco, es que van por caminos
diametralmente opuestos. Muchos países se han marcado el objetivo de
conseguir eliminar el síndrome por el método de eliminar a la persona: el
aborto eugenésico.
Como, por
encima de demás consideraciones, esto es un problema de conversión,
es un buen momento para pedirla, por la intercesión del Lejeune, la de los
niños, la de sus padres, la de los «médicos» y la de una sociedad que acepta,
incluso como derecho, la barbaridad.
Oh
Dios, que has creado al hombre a tu imagen y le has destinado a compartir Tu
Gloria, te damos gracias por haberle dado a tu Iglesia el profesor Jerónimo
Lejeune, eminente servidor de la vida.
Él
supo poner su penetrante inteligencia y su fe profunda al servicio de la
defensa de la vida humana, especialmente de la vida en gestación, en el
incansable empeño de cuidarla y sanarla. Testigo apasionado de la verdad y de
la caridad, supo reconciliar, ante los ojos del mundo contemporáneo, la fe y la
razón.
Concédenos
por su intercesión, según tu voluntad, la gracia que te pedimos, con la
esperanza de que pronto sea contado entre el número de tus santos.
Amén.
Con
aprobación eclesiástica
Mons. ANDRÉ VINGT-TROIS
Arzobispo de París
Fuente: InfoCatólica