El Pontífice se detuvo luego en la descripción de cada
una de estas ideas:
La primera palabra evidenciada en la Liturgia de hoy
es la abundancia porque Dios siempre se ofrece en abundancia. Él no conoce las
dosis. Somos nosotros, señaló los que ponemos los límites, y Dios, afirmó
Francisco, se deja dosificar por su paciencia.
La segunda palabra es la bendición
Como explicó el Papa más adelante, el encuentro de
María con Isabel es una bendición. Y la bendición significa, dijo bendecir, o
sea, “decir-bien”. Y Dios desde la primera página del Génesis nos acostumbró a
este estilo suyo de decir bien.
“La segunda palabra que pronuncia según el relato
bíblico, es “y era bueno”. “Está está bien”. “Era muy bueno”. El estilo
de Dios es siempre decir bien, por eso la maldición va a ser el estilo del
diablo, del enemigo. El estilo de la mezquindad, de la incapacidad de donarse
totalmente, el “decir mal”. Dios siempre dice bien. Y lo dice con gusto. Lo
dice dándose”.
La tercera palabra el don
La abundancia y este decir bien, es un regalo, es un
don. Un don que se nos da en Él, que es todo divinidad. En “el Bendito”. Un don
que se nos da en la que está “llena de gracia”, la “bendita”.
Jesús es el bendito por naturaleza y María es la
bendita por gracia. Estas dos referencias, dijo Francisco, las marca la
Escritura.
“A Ella se le dice “bendita tú entre las mujeres”, “llena
de gracia”. Jesús es el “bendito”, el que traerá la bendición. Y mirando la
imagen de nuestra Madre esperando al bendito, la llena de gracia espera al
bendito, se entiende la abundancia del decir bien, del “ben-decir”, afirmó.
El don de Dios
“Tenemos esto del don, el don de Dios se nos presentó
en la abundancia de su Hijo por naturaleza. En la abundancia de su Madre por
gracia. El don de Dios se nos presentó como una bendición. En el bendito por
naturaleza y en la bendita por gracia”.
Y éste es el regalo que Dios nos presenta y que ha querido continuamente
subrayarlo, a lo largo de la revelación, señaló y pidió que “contemplando la
imagen de nuestra Madre hoy, le robemos a Dios un poco de este estilo que
tiene: La generosidad, la abundancia, el bendecir. Nunca maldecir. Y
transformar nuestra vida en un don. Un don para todos. Que así sea”.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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