De visita en Nazaret
Esta semana, me toca a mí
encender las velas de la corona de Adviento. Admito que no me entusiasma la
idea... no por las velas, sino porque... ¡me da miedo el fuego! No sé qué hago,
que siempre me quemo...
Como este año tenemos unas
preciosas velas decoradas, quise mirar de cerca la que me toca encender a mí.
Es la vela rosa, y tiene pintado a san José durmiendo, y, detrás de él, un ángel.
Empecé a dar vueltas a esa escena
y, ¿sabes cuál es mi conclusión? Definitivamente, el pobre José tenía la
posición más complicada dentro de la Sagrada Familia: ¡era el único con pecado!
Imagina: nada menos que el Hijo
de Dios, María “sin pecado concebida”, y nuestro buen amigo. Vamos, que, si en
esa casa se rompía un plato, todos le miraban a él. ¿Quién si no? El gato o
José, no había más opciones.
Si yo hubiera sido el ángel,
habría hecho las cosas de otra manera. Al fin y al cabo, parece que María, por
ser la Santísima Virgen, era más adecuada para la comunicación divina. Pero no,
el ángel hablaba a José... y Ella obedecía.
Esto me ha hecho orar mucho, pues
Cristo, que es la Palabra, no deja de hablarnos, ¡pero puede hacerlo a través
de mil caminos! Y no suele adaptarse a lo que nosotros consideramos “perfecto”,
“cualificado”, “preparado”... ¡nos puede hablar a través de cualquier persona,
cualquier circunstancia!
Hoy el reto del amor es dar la
mano a María. Dedícale unos minutos y pídele que te regale esa “docilidad del
corazón”, capaz de descubrir la voz del Señor, ¡venga de donde venga! Pídele
unos ojos nuevos... ¡y descubre a tu san José de este día! ¿Qué quiere decirte
hoy el Señor? ¡Feliz III Domingo de Adviento!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma