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| Mons. Mario Iceta. Dominio público |
Edad
55 años
-¿Cómo
fue la idea de escribir un libro entrevista con monseñor Mario Iceta?
-
Tengo que confesar que fue una iniciativa de la editorial Palabra dentro de su
proyecto de dar a conocer
a los obispos españoles, sobre todo a la generación emergente. De ahí
que me propusieran esta idea y, con mucho gusto, dije que sí.
- ¿Cree entonces
que la sociedad española conoce poco a los obispos?
- Si
lo analizamos en perspectiva histórica, es cierto que los obispos ahora no tienen el protagonismo
social, ni público, que tuvieron en épocas inmediatamente pasadas, por
ejemplo en la Transición. El proceso de secularización externo, y en menor
medida el interno, hacen que tengamos una imagen que pueda estar distorsionada
de los obispos, que vivamos de estereotipos. Por eso, la editorial se está
empeñando, tal y como dijo en la presentación del libro el profesor de san
Dámaso, y asesor editorial, Nicolás Álvarez de las Asturias, en este proyecto
que nos ayude a conocer a los obispos de carne y hueso.
-
¿Qué es lo que más le ha llamado la atención del preconizado arzobispo de
Burgos?
- La
normalidad con la que vive su fe, la espiritualidad que impregna su vida
ordinaria, en la que se palpa la presencia de Dios en su vida, y con la que
ejerce su ministerio sin afectaciones. Y su forma de expresarse, su lenguaje
moderno, su conocimiento de la vida, pero no de forma teórica, sino con las
manos en la masa. Quizá sea porque su vocación fue tardía, porque venía del
campo de la medicina, que llegó a ejercer, porque tenía la experiencia de un joven universitario, con novia
incluso, me parece que don Mario es la antítesis de lo artificial y de lo que
huele a naftalina.
- Pero,
¿algo más del interés por su vida?
- Si
nos fijamos en la dimensión humana, lo que puede ser una novedad es su capacidad de acogida, de que
te sientas a gusto con él. Se nota cuando habla de sus amigos, de sus
aficiones.
- ¿Hay
alguna sorpresa especial?
- Por
ejemplo, que toca el
órgano, que ha compuesto varias piezas musicales sacras, que por la noche
le dedica tiempo antes de dormir a la novela histórica, género del que sabe
bastante, por cierto, o que es motero.
- ¿Cómo?
¿Un obispo motero?
- Sí,
le encanta coger la moto y darse vueltas por ahí. Bueno, utiliza la moto de su
hermano, bastante potente por cierto, y con cierta frecuencia se junta con un grupo de amigos moteros y
se dan alguna vuelta por ahí.
- ¿Se ha
atrevido a tratar todos los temas que se le ocurrían, ha habido alguna pregunta
que no haya querido contestar o alguna cuestión que no hayan abordado?
- La
libertad ha sido la nota dominante en nuestra conversación, y en el libro, como
se puede ver. Esa libertad
partía de una confianza previa que me sorprendió desde el primer día, dado
que no nos conocíamos. Estoy seguro de que se me han pasado algunos temas.
Ahora
que estoy releyendo el libro de cara a una segunda edición, me doy cuenta de
algunas asignaturas pendientes. Por cierto, que en la presentación del libro le
pregunté por lo que no está en el libro porque ha ocurrido después, como es el
nombramiento como arzobispo de Burgos.
- ¿Y qué es
lo que más le ha llamado la atención de la persona de don Mario como obispo?
- En primer lugar que es un obispo, déjame decirlo así, de la hermenéutica de la continuidad, no de la de la ruptura. Plenamente identificado con el papa Francisco, se podría decir que como creyente es de la “generación Juan Pablo II” e intelectualmente, porque tiene una no desdeñable veta intelectual, de la de Benedicto XVI.
Y
es un obispo que para nada está centrado en él mismo, en deshojar la margarita
pensando en si me quieren o no me quieren, en si agrado o no agrado, en si me
cae bien o no me cae bien, si es de los mío o no es de los míos. El centro de
su vida lo ocupa Cristo y la Iglesia. Quizá sea un obispo que sintetiza el
perfil de lo que los fieles cristianos necesitamos como padre y pastor en estos
tiempos complejos.
