Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Así se titulaba el capítulo del
libro que estaba leyendo. Me llamó mucho la atención... más aún cuando el autor
comenzaba su relato nada menos que en el jardín del Edén.
¿Qué sentimientos podían tener en
ese momento Adán y Eva? Alegría, paz... Dios lo había creado todo por amor,
para ellos, y había dicho que todo era “muy bueno”. ¡Se dedicaban solo a
disfrutar y a pasear con el Señor cada atardecer! Bonito, ¿verdad?
Bueno, ya sabemos como sigue la
historia: que si la serpiente, que si el fruto prohibido... Y, a la hora de la
brisa, Dios sale a pasear con el hombre, pero no le encuentra.
Le llama... Adán responde: “Tuve
miedo y me escondí”.
¡Miedo! ¡Nunca antes lo había
sentido! Pero el día en que desobedeció, el miedo se convirtió en inseparable
compañero de camino.
Orando esto, recordé las veces (¡y son muchas!) en que los apóstoles sintieron miedo, ¡y eso que estaban al lado de Jesús! El Maestro sabía bien que, a los que le seguimos, de vez en cuando nos tiemblan las rodillas... ¡y cuenta con ello! Más aún, quiso vivirlo contigo, a tu lado.
Comentando los mitos griegos,
alguien afirmó: “Nunca he podido admirar el valor de Aquiles, que se sabía
invencible...”. De Jesús, no se puede decir lo mismo. De Él nos cuentan los
Evangelios que, antes de la Pasión, sintió “terror y angustia”. ¡¡Quiso sentir
hasta el fondo cada uno de tus miedos!! ¡Sabe bien lo que pasa en tu corazón!
Y, si Él ha llegado hasta tu
oscuridad, es para abrirte un camino de luz. Si te fijas, después de la
Resurrección, una de las frases que más repite es “¡No tengáis miedo!”.
Si la desconfianza abrió la
puerta al miedo, ¡la confianza se la cierra!
Hoy el reto del amor es dar la
mano a Cristo. Un niño no se adentrará en la oscuridad, ¡a menos que vaya de la
mano de sus padres! La oscuridad es la misma, pero él se sabe protegido. Cristo
te tiende Su mano, ¡cuenta contigo!, pues Él sabe que “valiente no es quien no
siente miedo, sino el que no se deja paralizar por él”. ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma