En
el corazón de una niñera estaban unos principios que la convertirían en testigo
de un encuentro muy especial
![]() |
osobystis | Shutterstock |
Durante el breve periodo que Carlo pasó con
su familia en Londres antes de trasladarse a Milán, su
niñera Beata fue quien apareció en su vida para acompañarle durante
sus primeros años de la infancia. Una mujer católica muy
devota de San Juan Pablo II.
Tal como Antonia, la madre del joven, ha
relatado en varias entrevistas “Beata ha sido una de las primeras
personas en hablarle a Carlo de Dios”. De hecho fue quien lo acercó
a la iglesia, ya que ni ella ni su esposo eran católicos practicantes. El
niño descubrió la fe gracias al amor que recibía de su niñera junto a
esos pedacitos de cielo que iba trayendo para él.
¿Cuántas personas aparecen en nuestra vida
como ángeles en la tierra para ayudarnos a encontrar un camino de bien?
En el corazón de esta buena niñera estaban
unos principios que Carlo tomaría, pero que muy probablemente ella al vivirlos
con él haya aprendido mucho más. ¡Cuánto de cierto hay en el hecho de que “cuando
damos, recibimos más”, especialmente con los niños que siendo pequeños
maestros nos enseñan grandes cosas!
Y es que los niños tienen
ese potencial. Están menos influenciados por las cosas del mundo, gozan
de una libertad especial y viven con menos ataduras. Están abiertos
a absorber toda la información que les damos, no se inquietan por el mañana -por
lo que viven muy presentes- y no les importa el “qué dirán”.
Su simpleza los hace auténticos,
espontáneos, inocentes pero por eso mismo increíblemente sabios.
La espiritualidad es algo natural para los
niños. Desde pequeños, sienten una conexión con otros seres vivos. No hay imposibles. No tienen problemas para creer en
cosas que no pueden ver porque en su mente pueden correr por el patio de la
casa y pasar de una galaxia a la tierra en cuestión de segundos. Están
intrigados por Dios, tienen muchas preguntas para hacer, les divierte dar las
gracias en las comidas y piensan si su mascota irá al cielo.
No significa que los niños entiendan todo
en profundidad o que sean teólogos, pero su mirada es pura y su corazón una
tierra fértil esperando ser sembrada por valores que podrán hacer crecer
durante su vida con muchas experiencias. Los
niños están con toda la energía de la vida y la fe es un impulso importante
para que sea feliz y llena de propósito.
A pesar de su corta vida de 15 años, Carlo posiblemente
haya vivido con esa fuerza mucho más que un adulto. La Misa por
ejemplo no era una tarea que cumplir dentro de la lista de cosas por hacer el
domingo, sino que se convirtió finalmente en el centro de su vida en torno a la
cual giraban todas las demás cosas. Esto es señal de una base espiritual muy
sólida.
A través de oraciones, conversaciones,
actividades y el mismo ejemplo, su niñera Beata iba sembrando en el corazón de
Carlo esas semillas de fe que con el tiempo echarían raíces y darían muchos
frutos, muchos que seguramente continuarán multiplicándose con el pasar de los
años.
Ser una niñera es mucho más que cuidar
niños. Estas personas con corazones
maternales pueden hacer una verdadera diferencia. Darles un valor
agregado. Una canción, una comida, un poco de fe, un juego nuevo. Todos los que
han tenido una buena niñera, recuerdan algo especial de ellas y las que han
sido niñeras, muchas lecciones de vida al compartir el tiempo con ellos.
¡Qué importante no es solo que los adultos
podamos nutrirnos de esa frescura de la niñez que renueva nuestra mirada, que
nos conecta con otra realidad y nos sacude las estructuras que tenemos
montadas, sino que los niños también puedan tener la oportunidad de contar con
una buena guía durante los primeros años para ir ordenando todo ese mundo
espiritual alucinante presente en ellos!
La fe es un don, pero también es un misterio que necesita
dirección para que sea revelado completamente. La niñera de
Carlo ha tenido un privilegio único de presentarle a Jesús de modo que
a partir de allí el niño pudo ir construyendo una relación con Él y sentir su
presencia revelándose en lo ordinario de su vida cotidiana. Como decía su madre
Antonia “Carlo sabía transformar lo ordinario en extraordinario”. Contaba
con ese “plus”.
En la vida de Carlo todo parece haber
transcurrido muy rápido, incluso su paso al cielo desde que se enfermó, pero a
veces la gratificación no necesariamente llega temprano. El ser humano puede
transitar un camino más largo. Lo seguro es que lo aprendido en esa etapa de la
infancia resurge en algún momento de la vida en la que es capaz de apreciar su
fe con una perspectiva más madura y reconociendo la mano de Dios en momentos
puntuales.
En un mundo de constante cambio, los niños
están expuestos a muchas ideas y cosas materiales. Al enseñarles a
comunicarse con Dios, podemos abrirles la puerta a un mundo más completo y rico
con las virtudes que los harán más fuertes, que cuenten con recursos
importantes en los momentos de desafíos, que puedan aspirar a las cosas
grandes, alentarlos a soñar y saber que no están solos. En definitiva, a
encontrar el amor.
Si bien todos los sacramentos son
importantes, uno de los mensajes principales que nos ha transmitido el beato
Carlo Acutis, es el gran valor de asistir a la Misa con regularidad y recibir
el Santísimo Sacramento. Sus esfuerzos se han centrado en mostrar a ese Jesús
vivo en la Eucaristía, porque quien vive unido a Jesús, vive con la certeza de
saberse siempre amado.
Esto puede brindarle a los niños, de todas
las edades, la mejor oportunidad de encontrar de un modo muy completo el amor y
la presencia de Jesús al entrar en comunión con Él. El amor es algo infinito
que fluye cuando el corazón está abierto y nos hace testigos de su gran poder.
El encuentro promovido por una niñera y
vivido por un joven, ha provocado estos días el encuentro de miles de personas
con Jesús. Sin importar de dónde sean, contar con personas que hagan visible y
faciliten ese encuentro de amor, es un verdadero regalo.
Cecilia Zinicola
Fuente: Aleteia