
Después de empapelar el pasillo, los pintores ya se han
puesto a dar la pintura blanca a las paredes. Pero no imagines (como hacía yo)
una brocha gorda y un rodillo... Van armados con una pistola, un potente
difusor que, en un momento, ¡deja todo blanco radiante!
Hubo un tramo del pasillo que, después de pintar, no
llegaron a quitar el papel del suelo. Es impresionante verlo: un papel que era
marrón, ¡lo han dejado completamente blanco!
Pero eso no es lo mejor. El susodicho pasillo es una zona de
mucho tránsito para nosotras. Esa noche, en el recreo, descubrimos que...
¡¡todas llevamos las suelas de los zapatos completamente blancas!!
Esto me ha hecho orar mucho. Hay quien dice que “por pequeño
que sea el camino, siempre se puede dejar huella”; pero, en el caso de nuestro
pasillo, es más al estilo del Señor: ¡es el camino el que te deja huella!
¡Y aún hay más! A lo largo del día, en la siguiente
estancia, que tiene el suelo de color rojo oscuro, se fue formando
suavemente... ¡un caminito blanco a fuerza de pisadas!
Del mismo modo, lo que Cristo obra en tu corazón, no queda
solo en ti: durante la jornada, a cada paso, vas dejando una huella de Su amor.
Tal vez muchas pasen desapercibidas... pero es cuestión de dar la mano a Cristo
y seguir amando. Como dijo el poeta, “¡al andar se hace camino!”.
Hoy el reto del amor es que embadurnes bien tus zapatos
antes de comenzar la jornada. Bueno, bueno, no es necesario que vayas en busca
de un cubo de pintura... ¡pero sí en busca de un Sagrario! Dirige tus pasos
hacia Cristo, experimenta su amor incondicional, ¡descubre lo valioso que eres
para Él! Y, de Su mano, ¡comienza el día! Que hoy tus pisadas hagan Camino... ¡en
mayúscula! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma