LLENA DE GRACIA
Dominio público |
II. La plenitud de gracia de María, un regalo inmenso para nosotros.
Gratitud al Señor por este privilegio mariano.
III. Correspondencia fidelísima de María a todas las gracias.
“En aquel tiempo, decía
Jesús a sus discípulos: -«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol
dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se
cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es
bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo,
de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que
se acerca a mi, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a
quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso
los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella
casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que
escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra,
sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó
hecha una gran ruina»” (Lucas 6,43-49).
I. El Corazón de nuestra
Madre Santa María fue colmado de gracias por el Espíritu Santo. Salvo Cristo,
jamás se dio ni se dará un árbol con savia tan buena como la vida de la Virgen.
Todas las gracias nos han llegado y vienen ahora por medio de Ella; sobre todo,
nos llegó el mismo Jesús, fruto bendito de las entrañas purísimas de Santa
María.
De
sus labios han nacido las mejores alabanzas a Dios, las más gratas, las de
mayor ternura. De Ella hemos recibido los hombres el mejor consejo: Haced lo
que Él os diga (Juan 2, 5), un consejo que nos repite calladamente en la
intimidad del corazón.
En
el misterio de Cristo, María está ya presente “antes de la creación del mundo”
como aquella que el Padre “ha elegido” como Madre de su Hijo en la Encarnación,
y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu
de santidad” (JUAN PABLO II, Redemptoris Mater)
II. Afirma Santo Tomás que
el bien de una gracia es mayor que el bien natural de todo el universo (Suma
Teológica). Existe en la gracia una participación en la vida íntima de Dios,
que es superior a todos los milagros. La Virgen es, de un modo muy profundo,
trono de la gracia; y también de misericordia por quien nos llegan todas las
gracias.
María
es la savia que no cesa de dar fruto en ese árbol que Dios quiso plantar con
tanto amor. Es el tesoro inmenso de María, que beneficia continuamente a sus
hijos. La plenitud de gracia con que Dios quiso llenar su alma es también un
regalo inmenso para nosotros.
Démosle gracias por habernos dado a su Madre
como Madre nuestra, por haberla creado tan excepcionalmente hermosa en todo su
ser. Aprendamos a imitarla en el amor a su Hijo, en su plena disponibilidad
para lo que a Dios se refiere.
III. El tesoro de gracias
que recibió María en el instante mismo de la creación de su alma santa fue
inmenso, el Señor se complació plenamente en Ella y la colmó
sobreabundantemente de todas sus gracias, “más que a todos los espíritus
angélicos y que a todos los santos”.
Además
el contacto maternal con la Humanidad Santísima de Cristo, constituye para Ella
una fuente continua e inagotable de crecimiento en gracia. A la plenitud de
gracia de la Virgen correspondió una plenitud de libertad –se es más libre
cuanto más santo se es-, y, en consecuencia, una respuesta fidelísima a estos
dones de Dios, por la cual obtuvo una inmensidad de méritos.
Pidamos
a Nuestra Madre que nos ayude a corresponder como Ella a las gracias que Dios
nos da continuamente.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org