Un
anillo de barro
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Con
esto de las reparaciones nos toca hacer de todo: lo mismo sujetar ventanas, que
poner cables o hacer yeso... Lo bueno es que disfrutamos haciendo cualquier
cosa.
Me
tocaba hacer yeso, y hasta me sentía como una niña que hacía años que no había
“jugado” con la arena. Y, claro, con mi falta de experiencia, me puse a mezclar
el yeso y el agua con las manos, y la verdad es que no me arrepiento, porque me
lo pasé genial.
Pero
luego, cuando me vi las manos... me di cuenta de que no me había quitado el
anillo. Y, bueno, unos días más tarde todavía tengo yeso entre las grietas...
Este
es un rosario y por ello, entre cuenta y cuenta, tiene muchas grietas por las
que se ha quedado incrustado... poco a poco va limpiándose; sin embargo, cada
vez que lo veo, siento que me está hablando de mí.
Estoy
a unos meses de mi Profesión Solemne, donde me entregaré al Señor totalmente,
hasta la muerte. Y ahí me entregarán una alianza.
Al
ver ahora este anillo todo lleno de yeso, el Señor estaba respondiendo a mi
interior: cómo, ante una llamada tan grande, siento la debilidad de mis propias
grietas, que me hacen sentir barro. Sin embargo, al ver este anillo todo mezcla
de yeso y plata, el Señor me ha mostrado que la plata puede más que el yeso,
que el metal noble supera con creces al barro, que su llamada es más fuerte que
mi pequeñez.
Él
no llama a los capacitados, sino que capacita a sus elegidos; es su promesa la
que sostiene las nuestras, nuestros compromisos, nuestras responsabilidades.
Hoy
el reto del amor es poner en Él tu confianza. ¡No tengas miedo! Él te ama, y
sus promesas superan con creces cualquier debilidad, nunca te dejará ni te
abandonará hasta ver cumplidos en ti los planes que ha pensado para tu vida.
¡Su promesa se verá cumplida!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma