El que ama y se sabe amado tiene más capacidad para
cargar con el dolor
Primero Jesús me llama por mi nombre para vivir a su lado. Y una
vez que puedo descansar junto a Él, me enseña un nuevo estilo de vida.
Pienso que vivir junto a Él es
mucho más que creer un conjunto de verdades. Mucha gente cree en todo lo que
dijo Jesús. Tiene claras las ideas. Sabe lo que está bien y lo que está mal.
Pero luego nada cambia en su vida. Todo sigue igual. No quiero que me suceda lo
mismo. Quiero cambiar de vida. Quiero ser mejor.
Y para lograrlo necesito que mi vida se introduzca en la vida de Jesús. Mi corazón en
su corazón. Mis sentimientos en sus sentimientos. Y sé que de esa forma Jesús
vivirá en mi vida. Es el sentido de mi camino a su lado. Mi vida en la suya.
La vida de Jesús consiste en
anunciar el Reino. En curar las dolencias del cuerpo y del alma. En hablar del
reino que poco a poco se va abriendo paso entre los hombres. Jesús necesita
amigos a su lado para recorrer la tierra. No es un solitario. Se reúne con
ellos y les cuenta en qué consiste vivir con Él.
Pienso que me lo cuenta a mí
hoy. Porque yo también, un día, sentí que me llamaba por mi nombre y me fui a
su lado. Me llamó desde mi barca para estar con Él. A todos nos ha pasado. Su
llamada. Mi nombre. Su voz. Mi seguimiento. Y después vinieron sus palabras.
Como hoy.
Jesús dice muchas cosas en este
discurso. Pienso que así hace conmigo, va de un tema a otro según yo le voy
preguntando. Y Él me contesta según ve lo que necesito y si estoy preparado
para entenderlo. Muchas veces es demasiado pronto para encontrar respuestas. No
entiendo lo que me sucede y Jesús espera.
Hoy me habla de la vida. De las cosas importantes y de las que no lo son. De la vida
que merece la pena ser vivida. La que yo quiero. Yo lo elijo a Él en medio de
mis pasos. Lo elijo de nuevo a Él como mi Señor. Vuelvo a elegirlo como Él me
elige a mí.
Jesús habla a los suyos. Les
pide que tomen su cruz y lo sigan: “El que no
coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Quiere que tomen su vida,
tal como es, su corazón, sus amores, y lo sigan.
Me encanta lo que significa
seguir a Jesús. Jesús es el caminante descalzo, el peregrino que no tiene donde
reclinar su cabeza. Estar con Él, para mí, implica
caminar, no instalarme cómodamente en un lugar seguro. Implica moverme y
estar libre para ponerme en camino. Me exige estar atento al paso que Dios me
pide. Supone seguir sus huellas siempre. Ir por donde Él va.
Creo que para poder hacerlo
tengo que rezar mucho. Si no rezo, lo pierdo de
vista. Si no profundizo en mi vida, pierdo sus huellas. Tantas veces le
pido yo a Él que siga mis pasos. En realidad lo hace, siempre me va a buscar
allí donde ando perdido. Aunque me aleje, aunque me salga del camino.
Pero hoy quiero decirle de
nuevo que su camino es el mío. Que elijo caminar junto a Él y adaptar mis pasos
a los suyos. Y quiere que lo siga con mi cruz de cada día. Quiere que cargue
con mi cruz. Tengo muchas cruces que no deseo en mi vida. Hay otras cruces
posibles que temo.
Comenta el padre José
Kentenich: “Nuestra naturaleza tiene siempre
una cierta predisposición negativa ante la cruz y el sufrimiento. No puedo
pedir absolutamente el sufrimiento, sino sólo condicionado relativamente. Por
eso yo, personalmente, enseño siempre, para permanecer sensatos: Pero si a ti
te causa más alegría otra cosa y quieres preservarme del sufrimiento, te pido
también que me preserves de él”.
No quiero una cruz que no ha
llegado. No quiero las cruces posibles que el futuro me pueda deparar. Jesús sólo me pide que tome la que ya cargo. Quiere que
siga sus pasos con mi cruz a cuestas, guardada en el alma.
Sé bien que el que ama puede
cargar con más facilidad las cruces de la vida. El que ama y se sabe amado tiene más capacidad para cargar con el
dolor. Humanamente no me siento capaz de ninguna cruz. Pero cuando
amo soy capaz de lo impensable. Puedo luchar más allá de mis fuerzas. Puedo
levantarme y cargar con el peso de la vida. Porque amo y el amor que tengo me
da alas.
En eso consiste lo que hoy me
pide Jesús. Amarlo a Él. Saberme amado por
Él. Para así ser capaz de cargar con el peso de mi vida. Sin dejar esa cruz que
no quiero a un lado.
Mi vida es todo lo que soy.
Acojo mis miedos, mis fracasos, mis defectos, mi pecado, en mis manos. Beso mis
sueños, mi belleza, mi inquietud. Abrazo mi mundo de vínculos, mis raíces, mis
pensamientos, mis ideales, mi trabajo. Todo lo que soy y tengo lo llevo sobre
mis hombros. Mi presente, mi afán de cada día, lo pongo sobre mí y me pongo en
marcha.
Eso es lo que Jesús les pide a
los suyos ese día. “Venid conmigo, a caminar,
a navegar, a vivir el momento”. Es lo mismo que me pide a mí. Quiero
optar por Él. Pienso que optar siempre me duele. Siempre pierdo algo cuando
opto. Pero elegir me hace plenamente hombre. ¿Qué elijo yo en la vida? ¿Dejo
que la vida me viva o tomo mis opciones? ¿Cuál es mi elección fundamental ahora?
Puedo elegir cambiar, puedo
elegir dar un paso adelante. Puedo elegir vivir mi misma vida pero de otro
modo. Con otra mirada, con otra actitud. Esa
es la llamada que me hace hoy Jesús.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia