AMAR EL PROPIO TRABAJO PROFESIONAL
II. La calidad humana del trabajo.
III. Amar el propio quehacer profesional.
“En aquel tiempo, habló
Jesús diciendo: -«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os
parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por
dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis
justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.
¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los
profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si
hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices
suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra
vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también
vosotros la medida de vuestros padres!» (Mateo 23,27-32).
I. El trabajo es
consecuencia del mandato de dominar la tierra (Génesis 1, 28) dado por Dios a
la humanidad. El trabajo es un bien de Dios aunque sea un bien arduum (Santo
Tomás); se volvió penoso por el pecado original, pero anteriormente no lo era.
El trabajo es un bien útil que corresponde a la dignidad del hombre, un bien
que expresa esta dignidad y la aumenta (JUAN PABLO II, Laborem exercens) El
trabajo es el medio a través del cual hemos de alcanzar la propia santidad y la
de los demás.
Por
esta razón no se puede entender un trabajo mal hecho, con chapuzas, a medio
terminar. San Pablo animaba a trabajar para no serle gravoso a nadie, (1
Tesalonicenses 2, 9) Y más tarde advierte: el que no trabaje, que no coma. Hoy
en nuestra oración consideremos que el Señor espera de nosotros que vivamos el
mismo espíritu de laboriosidad y de trabajo intenso que vivieron los primeros
cristianos.
II. El Señor nos dio, en
sus años de Nazaret, un ejemplo admirable de la importancia del trabajo y de la
perfección humana y sobrenatural con que hemos de realizar la tarea
profesional. Treinta años de oscuridad pasó Jesús en la tierra trabajando como
un artesano. Su predicación indica que conocía muy de cerca el trabajo. En San
José también podemos encontrar el ejemplo de una vida corriente como la
nuestra, dedicada al trabajo. Él inició a Jesús en su oficio hasta adquirir la
maestría de un verdadero profesional.
A
San José podemos encomendar nuestras tareas profesionales. Jesús llamó
solamente a personas habituadas al trabajo. Examinemos hoy la calidad de
nuestro trabajo, si lo comenzamos y terminamos con puntualidad, si sacamos por
delante lo más fatigoso, si aprovechamos el tiempo sin distraernos en cosas
innecesarias, si cuidamos los instrumentos que usamos. Y contemplemos a Jesús
en su taller de Nazaret.
III. Hemos de amar el
trabajo, y ha de ser materia de oración, porque, además, el trabajo es uno de
los más altos valores humanos, medio con el que cada uno debe contribuir al
progreso de la sociedad, y sobre todo, porque es camino de santidad.
Los
cristianos corrientes no nos santificamos a pesar del trabajo, sino a través
del trabajo; Encontramos al Señor en las más variadas incidencias que lo
componen, -unas agradables y otras menos,- el campo en el que se ejercitan las
virtudes humanas y sobrenaturales. San Pablo se servía de su misma profesión
para acercar a otros a Cristo. Así hemos de hacer nosotros, cualquiera que sea
nuestro oficio y nuestro lugar en la sociedad.
No
olvidemos ofrecer por la mañana nuestra jornada de trabajo, y pidamos a San
José que nos ayude a trabajar como él lo hizo: en presencia de Jesús.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org