Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
una hermana me dejó alucinada... Le estaba ayudando con temas del ordenador y,
normalmente, me gusta explicárselo de modo que lo pueda entender para hacerlo
ella misma la próxima vez. La verdad es que todas tienen una mente muy abierta
y una gran capacidad de hacerse a las cosas informáticas.
Pero,
como veía que quizá el tema era algo complejo, y que además no se suele tener
que reparar con mucha frecuencia, le dije que, si no le importaba, que se lo
hacía sin explicarle, y, aunque no aprendiera a hacerlo, si le volvía a
suceder, yo misma se lo arreglaría.
Pero
lo sorprendente fue su respuesta:
-Claro
que sí, no pretendo saberlo todo, sé que hay cosas que no tengo por qué
aprender.
Parece
una respuesta sencilla, pero me rompió por dentro, ¡eso sí que es amarse
sencillo!
A
mí me sucede a veces que no me gusta que las cosas me salgan mal, o, si no
logro comprender lo que tengo que hacer o si no se me da bien... ahí me doy
cuenta de la necesidad que se despierta en nosotros de querer saber, de querer
hacerlo todo bien, de ser independientes...
Y,
sin embargo, a lo largo de los años, el Señor continuamente me ha ido
repitiendo que la felicidad reside en la sencillez, en amarse tal y como se es,
con muchos Dones, y con hermanos; es decir, con cosas que no sabré hacer, que
se me darán peor, y para las que necesitaré contar con los demás. Sus Dones me
complementan, me empujan a crecer...
Nuestra
mayor incapacidad es la de salvarnos por nosotros mismos; era imposible por
nuestro esfuerzo, o pretendiendo que nuestras buenas obras nos ganaran el
Cielo, porque ni con un millón de estas lo lograríamos.
Por
ello mismo, ante nuestra debilidad, el mismo Dios, por puro amor nuestro, nos
envió a Su Hijo para salvarnos, para que viéramos palpable su Amor e interés
por nosotros. Y Este murió en una cruz, y nos salvó, de manera que ya podemos
acoger su salvación y sentirnos amados en nuestra pequeñez e impotencia.
Es
Él, al amarnos, el que nos hace buenos. Es Su Amor el que transforma el
corazón, pues, al sentirnos amados en nuestra pequeñez, todo gira y nos hace
libres para vivir desde el amor.
Hoy
el reto del amor es amar tu pequeñez. Que tu pequeñez no te haga “pequeño” es
un gran Don que te da Libertad, que te hace mirar a Cristo y darle la mano una
y otra vez, a Él y a los hermanos. Mírate con Su Amor y Él te hará libre para
amar.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
