Álvaro
es de Córdoba y ha jugado al fútbol durante toda su vida, pero renuncia a su
sueño por una pasión más grande todavía
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El sueño de niño de Álvaro era salir al césped y
escuchar cómo rugen miles de personas cuando los tacos se hunden en el barro.
Dar ese pase al hueco que se repitiera durante toda la semana en los
telediarios. Y se veía -pese a su corta estatura por la edad- en lo más alto
levantando esa codiciada copa. Como muchos otros niños, Álvaro soñaba con ser
futbolista.
Álvaro Fernández Martos nace en Córdoba
hace 22 años. Es el tercero de cinco hermanos y crece en una familia muy
normal. Él siempre ha sido hincha del Barcelona y desde pequeño el fútbol es su
pasión.
Es ‘la estrella’ en el patio del cole: “En
el cole iba de ‘chulillo’. Veía que jugaba bien, yo era el que hacía los
equipos para jugar compensado. He jugado siempre mucho y siempre he sido muy
movido. Cuando eres pequeño ese sueño idílico de ser futbolista siempre está”.
Van pasando los años en Córdoba y Álvaro se
cruza con chicos con grandes habilidades con el balón, y empieza a pensar que
“esto es para gente que juega muy bien”.
Jugaba en ligas andaluzas y en segundo de
bachillerato, con solo 17 años, apuntaba maneras: “Fue de mis mejores
años, yo era capitán y
durante los partidos venían ojeadores”.
Jugaba de mediocentro defensivo. Una joven promesa. Y
entre partido y partido, torneo y torneo… surge un gran dilema.
Un día, después del entrenamiento, se le
acerca el ‘míster’ y le dice a Álvaro que un ojeador del Real Madrid le quiere
probar para su equipo.
Su sueño -y el de cualquier niño- está más
cerca que nunca. El problema está, en que la semana anterior Álvaro había
hablado con su director espiritual porque quiere ser sacerdote.
El encuentro: La JMJ de Madrid en el año 2011
La Jornada Mundial por la Juventud del año
2011 se celebró en la capital española. Varios amigos de Álvaro iban y
finalmente él también se anima.
“Mi familia es cristiana, mis padres van
todos los días a misa, con una fe muy fuerte y que se ha transmitido en mi casa
desde que éramos pequeños. Pero nosotros íbamos a misa porque mis padres nos
llevaban. En la adolescencia, mis
amigos se van desligando de la Iglesia y me empiezo a plantear que lo que me
han enseñado igual es solo una tradición”.
En aquel viaje a Madrid, algo cambia dentro de él: “Vi que había jóvenes
de todas las culturas, de toda raza y que durante esos días se planteaban qué
es lo que quería Dios de ellos”.
Álvaro escucha perplejo el testimonio de
una chica de 20 años que en dos semanas entraba en un monasterio de clausura:
“Lo contó con una sonrisa de oreja a oreja
y eso me llamó mucho la atención. Me pregunté: ¿Cómo es posible que renuncie a
su vida y se meta entre cuatro paredes para toda la vida?”.
En esa jornada “abrí el corazón para darme
cuenta de que la fe no es una cosa que me han enseñado, sino que Dios venía a por mí. Es
algo que toca el corazón de cada hombre. Me di cuenta de que la fe era tratar
con una persona”.
Y durante la noche de Cuatro Vientos,
después de la lluvia y de “armar jaleo” con guitarras y conociendo a gente,
Álvaro se lleva una regañina inesperada:
“Se acercó una anciana y vino a echarnos la
bronca. Yo me puse detrás de ella a poner muecas con la cara para hacer la
gracia y ella me pilló”.
“Me cogió aparte y se puso a echarme la
bronca. En un momento dado se
quedó callada, me miró fijamente y me dijo: ‘oye, ¿tú has pensado en ser
sacerdote?’. Y yo reconozco que en ese momento sentí un amor muy grande dentro de mí, como
si Dios me lo estuviera planteando a través de esa señora».
«Estuve a punto de ponerme a llorar y le
dije: ‘Creo que en algún momento lo he pensado’, y me dijo: ‘Que sepas que eso
es una vocación y voy a
rezar por ti todos los días para que seas sacerdote’”.
La prueba de fuego
Álvaro volvió a casa tocado por aquella
experiencia. Pero antes de tomar una decisión, Álvaro vuelve a la vida normal.
Todavía no ha terminado el colegio, se
echa una novia y sigue con el fútbol.
Pero, “mi vida cobraba un valor especial
con la oración y mi relación con Jesús. A los 17 lo dejo con esta chica porque pensaba que
Dios me estaba llamando de nuevo”.
“En diciembre hablo con mi sacerdote y le
digo que al año siguiente quiero irme a Pamplona para comprometerme. Y justo a
la semana siguiente me vino el entrenador y me dijo: ‘que sepas que durante seis meses te vas a ir al Real
Madrid para ver si te incorporas a la cantera’. En ese
momento aluciné porque dije: ¿qué hago? Es el sueño que he tenido siempre… o el sueño que tiene Dios
para mí”.
Álvaro pasa cinco meses muy duros discerniendo sobre qué
hacer con su futuro. Viaja a Pamplona a jugar en el equipo del Atlético
Osasuna. Se ve bien. Juega bien y cree que puede haber futuro.
Gracias a la oración pude tomar una
decisión. “Me costó la vida, estuve un año muy preocupado. En ese momento tomé
la decisión un poco a ciegas”. Viendo que lo del fútbol estaba funcionando,
decide cortarlo de raíz.
“El Señor me hizo saltar al vacío. Tuve un
año de muchísimas dudas. En Navidad tuve
la tentación de dejarlo pero la Virgen en Medjugorje me convenció”.
Álvaro realiza una peregrinación a
Medjugorje y la Virgen no le defrauda: “En una adoración se estaba cantando
‘Gracias Jesús’ y la Virgen me habló al corazón y sentí que me decía: ’Mi hijo
quiere que seas sacerdote’. Me puse a llorar como un niño y desde ese momento no he tenido dudas”.
Ahora, después de un viaje con sus
compañeros del seminario afirma sin miedo: “Dios ha mirado mi pobreza y ha dicho ‘yo
voy a entrar en la vida de este pobre’. Dios me ha dicho ‘sígueme, que el mundo no te ofrece nada,
solo un caramelo que se acabará y yo te ofrezco la vida eterna’.
Para mí no ha sido un renunciar a un montón de cosas, sino que realmente Dios
te regala muchísimo más que lo que el mundo te puede ofrecer”.
Javier González
García
Fuente: Aleteia