Consejos para
que los jóvenes amen al Sagrado Corazón de Jesús
Cuando los jóvenes escuchan hablar de Jesucristo con ardor, con sinceridad y sencillez, quedan cautivados. Jesucristo es la persona más atractiva que existe.
La persona y el mensaje de Jesucristo ejercen una poderosa fascinación sobre los jóvenes, pero es necesario hablarles de Él, ponerlos en contacto personal y vital con Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Recordemos los encuentros del Papa Juan Pablo II con los jóvenes.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús centra la
atención en el amor de Jesucristo a la humanidad.
Y ese es el amor que los jóvenes necesitan: un amor genuino, el de un amigo que da la vida por sus amigos, con un amor sin límites, audaz como ninguno; el amor de un amigo fiel a toda prueba. El amor de Cristo es un Amor que te sigue amando igual aún cuando le olvidas o traicionas, un Amor que te abraza en las buenas y en las malas, a quien tienes y tendrás siempre a tu lado.
Y ese es el amor que los jóvenes necesitan: un amor genuino, el de un amigo que da la vida por sus amigos, con un amor sin límites, audaz como ninguno; el amor de un amigo fiel a toda prueba. El amor de Cristo es un Amor que te sigue amando igual aún cuando le olvidas o traicionas, un Amor que te abraza en las buenas y en las malas, a quien tienes y tendrás siempre a tu lado.
En mi adolescencia y juventud tuve la gracia de contar
con la amistad y guía de un gran líder espiritual: el P. James McIlhargey, L.C.
También viví mi juventud en tiempos de Juan Pablo II; de quien aprendimos cómo
suscitar y reavivar la fe en los jóvenes.
Haciendo memoria de mi experiencia personal con ellos
y analizando el fenómeno de tantos grupos juveniles, menciono algunos medios
para promover hoy la devoción al Sagrado Corazón de Jesús entre los jóvenes:
1.- Compartir con ellos la propia experiencia de la
amistad y el amor de Cristo: "Ya no
vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20). Hacerlo con
naturalidad, honestidad, frescura y pasión.
2.- Darles testimonio de la alegría de conocer a
Cristo, de ser amigo suyo y seguirle; irradiar y contagiar la
paz de vivir en gracia de Dios. Ofrecerles así "un encuentro vivo de ojos
abiertos y corazón palpitante con Cristo resucitado" (Juan Pablo II, Santo
Domingo, 26 de enero de 1979)
3.- Hablarles de la persona de Cristo, que se encarnó
y murió por nosotros para mostrarnos la grandeza de su amor misericordioso
y salvarnos. San Juan nos dio a conocer a Cristo sobre todo desde la
perspectiva del amor: "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su
Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida
eterna" (Jn 3, 16). Que la predicación y los eventos giren sobre todo en
torno a la persona de Cristo. Preparar el camino, poner las condiciones para la
conversión y la efusión del Espíritu Santo.
4.- Presentar el ideal del cristianismo sin glosa, sin
dulcificar su exigencia; una Iglesia donde lo más importante es conocer, amar e imitar a
Jesucristo. Que conozcan un cristianismo que se caracteriza por la caridad
evangélica y el ardor por encender el mundo con el fuego del amor de Dios.
"La caridad de Cristo nos urge" (2 Cor 5,14)
5.- Ayudarles a entender y vivir la misa; que las
misas sean bellas, celebradas con fervor. Si siempre
"se ha de propiciar el encuentro con Jesucristo" (D.A. 278 a), en la
misa debe hacerse de manera muy especial. Que tengan la oportunidad de
encontrarse con frecuencia con Cristo Eucaristía, en la adoración eucarística y
la comunión frecuente. Que el contacto directo con Cristo Eucaristía sea el
camino principal para ayudar a los jóvenes a entablar un diálogo personal con
Él.
6.- Que cada vez que acuden a la confesión descubran y
aviven la experiencia del amor misericordioso
de Dios Padre.
7.- Ayudarles a formar grupos de amigos que disfruten
juntos, oren juntos, hagan el bien juntos, en un clima de
caridad fraterna; propiciar comunidades de vida donde experimenten la belleza
de ser Iglesia al estilo de los primeros cristianos.
Todo esto supone que los sacerdotes y misioneros
cultivemos una relación personal y genuina con Cristo, que nuestra vida de
oración sea fervorosa y profunda de manera que podamos desbordar lo que antes
hemos vivido: la experiencia del amor de Cristo.
Está comprobado: si ayudamos a
los jóvenes a disponer sus corazones para acoger el amor de Cristo y promovemos
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús entendida como un encuentro vital con
Cristo, un conocimiento experiencial de Él y la imitación de sus virtudes, el
Espíritu Santo se encargará de actuar a fondo en ellos y transformarlos en
hombres nuevos.
En síntesis: lo que los jóvenes y todos necesitamos es
un cristianismo que sea sobre todo experiencia y encuentro existencial con
Cristo.
Por: P. Evaristo Sada LC
Fuente: laoracion.com