Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos
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Dominio público |
Y
sucedió que a la casa de estos esposos iban frecuentemente de visita unos
padres capuchinos a pedir ayuda para los pobres y estos religiosos le dieron
recomendaciones tan laudatorias del buen joven al Padre Provincial que éste lo
recomendó a un Canónigo de Roma el cual lo llevó a estudiar a la ciudad
eterna.
En
el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de
sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23 años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy fuertes, y se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el dormir, tan exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa que lo dejó varios meses sin poder hacer nada.
Logró
rehacer sus fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo siempre que luchar contra su
mala salud. Y aprendió que la mejor mortificación es aceptar los sufrimientos y
trabajos de cada día, y hacer bien en cada momento lo que tenemos que hacer y
tener paciencia con las personas y las molestias de la vida, en vez de andar
dañándose la salud con mortificaciones exageradas.
Desde
cuando era seminarista sentía una gran predilección por los pobres, los
enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para
recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y allá fue por
muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y necesitados y a
enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos. Se llevaba
varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una gran influencia.
También
le agradaba irse por las madrugadas a la Plaza de mercado a donde llegaban los
campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba catecismo a los niños y a los
mayores y preparó a muchos para hacer la confesión y recibir la Primera
Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo Obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y allí descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
Se
fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy pocas personas.
Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio frecuentado por
centenares y centenares de penitentes que venían a ser absueltos de sus
pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se confesaran con él y
las conversiones que se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los presos en las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí consiguió muchas conversiones.
De
todas partes lo invitaban para que fuera a confesar enfermos, presos y gentes
que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a predicar misiones y
obtenía del cielo numerosas conversiones. En los hospitales era estimadísimo
confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos de siempre fueron los pobres,
los desamparados, los enfermos, los niños de la calle y los pecadores que
deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó totalmente su vida.
Él se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el que le fuera
posible.
El
23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años.
Su pobreza era tal que el entierro tuvo que costeárselo de limosna.
La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.
Todo
el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo
habéis hecho. (Jesucristo).
Fuente:
ACI