La
clave de un buen equipo
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Viendo
que nuestra huerta era ya más bien una colaboración con el Amazonas, la Priora
decidió que saliésemos todas a trabajar: cortar hierba, recoger ramas...
Lo
peor de estos casos es cuando todo empieza a estropearse: que si esta máquina
no enciende, que si esta no tiene gasolina...
Ayer,
por primera vez, una hermana se autonombró “personal de mantenimiento”. Se
podría decir que ella en la huerta no hizo nada, pues no le dio tiempo. Sin
embargo, ¡no paró de trabajar! Iba de aquí para allá, arrancando motores,
cargando gasolina, limpiando equipos...
Lo
cierto es que así, ¡nos cundió muchísimo más! Y, lo mejor, cuando una máquina
no funcionaba, no te veías tratando de arreglarlo en solitario: “mantenimiento”
venía a toda prisa y encontraba la solución perfecta.
Un
profesor me explicó una vez que hay personas que son “como el aceite”: aunque
no se les vea, son los que hacen que la máquina funcione sin chirriar, los que
hacen que el trabajo sea más fácil, la convivencia más agradable...
Orando
esto, me he dado cuenta de que Cristo es el verdadero aceite. Él trabaja
silencioso, en lo más profundo del corazón. Cuántas veces su acción en nosotros
o en los demás se nos pasa desapercibida... pero Él sigue ahí, sin buscar más
recompensa que la alegría de vernos unidos.
En
efecto, el mayor deseo de Cristo es la unidad. Que seamos distintos, pero que
tengamos un solo corazón, que nos amemos. Solo las piezas distintas pueden
encajar. Pero solo el Aceite hace que sea suavemente, sin chirriar desajustes.
Hoy
el reto del amor es ser aceite. Te invito a que hoy hagas una tarea en casa,
sin llamar la atención. Haz las cosas fáciles para quien vive contigo,
¡sorpréndele! En el silencio de tu corazón, Cristo está contigo, disponible en
todo momento. No hará que desaparezca el esfuerzo... ¡pero hará que seas feliz
haciéndolo! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma