El
nido caído
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Uno
de estos días, al salir a la huerta a trabajarla, nos encontramos un gran nido
caído en el suelo, completamente boca abajo.
De
lejos parecían aparentemente “unos palitos”, así que me decidí a intentar
quitarlo para que la cortacésped pudiera pasar tranquilamente.
Pero,
al acercarme e intentar moverlo, aquello era otra cosa: un nido hecho de
palitos, sí, pero con la cavidad llena de barro, y más grande y pesado de lo
que me imaginaba... ¡era toda una construcción! El pájaro que lo había hecho
debía ser grande.
Nunca
antes había visto uno tan grande y tan de cerca. Me encantó verlo, pero también
me dio mucho que pensar. Porque, de pronto, el Señor me lanzó una pregunta:
“¿Qué dejas anidar en tu mente y en tu corazón?”
Claro,
aquella pregunta, después de ver semejante nido, me llegó hasta dentro. Y es
que es cierto, porque cuántas veces dejamos anidar en nuestro corazón un rencor
o un resentimiento hacia alguien, o nos dejamos llevar por la ira o por
cualquier otra pasión... Cómo me impresionó, porque se me hizo muy clara la
realidad de que lo que dejemos anidar en nuestro interior, hará ahí dentro su
hogar.
Todo
suele empezar así, “palito a palito”, pero, si no frenamos, poco a poco se va
haciendo un nido más y más grande y pesado, hasta que logra apoderarse de la
rama más fuerte de “nuestro árbol”. Y es que todas estas cosas, nos van
bloqueando de tal manera, que determinan hasta nuestra forma de vivir,
quitándonos la libertad para amar.
Pero
Cristo ha resucitado, rompiendo todas estas ataduras para liberarnos de todo
eso que hasta ahora nos ha habitado. Solo Él puede resucitarnos, derribando
aquellos nidos, para dejar el hueco libre, de manera que, con Él, podamos
construir otros nuevos. Así también, palito a palito, pero estos nos llenarán
de Vida, porque Él sabe que, para ser felices, necesitamos ir dejando anidar en
nuestro interior el Amor, la alegría, el perdón, la Paz...
Hoy
el reto del amor es pedirle a Cristo que derribe aquello que te pesa en tu
interior. Descubrir lo que venimos dejando anidar en la mente y en el corazón
es un gran Don. Es el primer paso, el que nos da pie a poder ponernos ante Él
para pedirle que los derribe y comencemos juntos a construir otros nuevos.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma