“Todos
tenemos un solo Pastor: Jesús”
Misa en la Casa Santa Marta, 4 mayo 2020 © Vatican Media |
“Oremos
hoy por las familias: en este tiempo de cuarentena, la familia, encerrada en
casa, intenta hacer muchas cosas nuevas, tanta creatividad con los niños, con
todos, para ir adelante. Y también está la otra cosa, que a veces hay violencia
doméstica. Oremos por las familias, para que continúen en paz con creatividad y
paciencia, en esta cuarentena”.
Esta
es la demanda realizada por el Santo Padre hoy, 4 de mayo de 2020, lunes de la
cuarta semana de Pascua, en la introducción de la Misa en la Casa Santa Marta,
transmitida en directo por Vatican News y por la página de Facebook de zenit.
En
su homilía, el Papa Francisco reflexionó sobre el pasaje del Libro de los
Hechos de los Apóstoles (11,1-18).
En
el mismo, Pedro fue reprochado por sus hermanos por haber comido en una casa de
pagano, algo no permitido por la pureza de la ley.
El Espíritu Santo, guía
Francisco
indicó que Pedro había actuado de esta manera porque el Espíritu Santo lo había
guiado y señaló: “Siempre hay en la Iglesia – en la Iglesia primitiva tanto,
porque la cosa no estaba clara – este espíritu de ‘nosotros somos los justos,
los otros los pecadores’. Este ‘nosotros y los otros’, ‘nosotros y los otros’,
las divisiones”.
Es
decir, siempre existe la creencia de considerarse a uno mismo como justo y a
los demás como pecadores. Y esta “es una enfermedad de la Iglesia, una
enfermedad que surge de las ideologías o partidos religiosos… “una forma de
pensar, de sentirse mundano que se convierte en un intérprete de la ley”.
“Hay
ideas, posiciones que hacen la división, hasta el punto de que la división es
más importante que la unidad”, de manera que se defiende que ‘mi idea es más
importante que el Espíritu Santo que nos guía’”, continuó el Papa.
Unidad de la Iglesia
En
este sentido, el Pontífice remitió a las palabras de un cardenal emérito
que explica que la Iglesia es como un río: “’Algunos están más de este lado,
otros del otro, pero lo importante es que todos están dentro del río’. Esa es
la unidad de la Iglesia. Nadie afuera, todos adentro”.
Después,
el Obispo de Roma recordó que, ante el reproche de alternar con los paganos,
Jesús dice: “’Soy pastor de todos’. Soy el pastor de todos” y “tengo otras
ovejas que no vienen de este recinto. Tengo que guiarlos también. Escucharán mi
voz y se convertirán en un solo rebaño”.
Esta,
prosigue, es “la oración por la unidad de todos los hombres, porque todos los
hombres y mujeres… todos tenemos un solo Pastor: Jesús”.
“Que
el Señor nos libere de esa psicología de la división, del dividir, y nos ayude
a ver esto de Jesús, esta gran cosa de Jesús, que en Él todos somos hermanos y
Él es el Pastor de todos. Esa palabra, hoy: ‘¡Todos, todos!’, que nos acompañe
durante todo el día”, exhortó el Santo Padre finalmente.
A continuación, sigue la
transcripción de la homilía completa del Santo Padre ofrecida por Vatican
News.
Homilía del Papa
Cuando
Pedro subió a Jerusalén, los fieles le reprocharon. Le reprocharon que había
entrado en la casa de los incircuncisos y comido con ellos, con los gentiles:
eso era un pecado. La pureza de la ley no lo permitía. Pero Pedro lo había
hecho porque el Espíritu lo había llevado allí. Siempre hay en la Iglesia – en
la Iglesia primitiva tanto, porque la cosa no estaba clara – este espíritu de
“nosotros somos los justos, los otros los pecadores». Este “nosotros y los
otros”, “nosotros y los otros”, las divisiones: “Tenemos precisamente la
posición correcta ante Dios”. En cambio hay “los otros”, también se dice: “Son
los ‘condenados’”, sí. Y esta es una enfermedad de la Iglesia, una enfermedad
que surge de las ideologías o partidos religiosos… Pensar que en la época de
Jesús, por lo menos había cuatro partidos religiosos: el partido de los
fariseos, el partido de los saduceos, el partido de los zelotes y el partido de
los esenios, y cada uno interpretaba “la idea” que tenía de la ley. Y esta idea
es una escuela de malhechores cuando es una forma de pensar, de sentirse
mundano que se convierte en un intérprete de la ley.
También
se reprochó a Jesús que entrara en casa de los publicanos –que eran pecadores,
según ellos – y que comiera con ellos, con los pecadores, porque la pureza de
la ley no lo permitía; y que no se lavara las manos antes del almuerzo… Pero
siempre ese reproche que hace la división: esto es lo importante, que quiero
subrayar.
Hay
ideas, posiciones que hacen la división, hasta el punto de que la división es
más importante que la unidad. Mi idea es más importante que el Espíritu Santo
que nos guía. Hay un cardenal emérito que vive aquí en el Vaticano, un buen
pastor, y dijo a sus fieles: “Pero la Iglesia es como un río, ¿saben? Algunos
están más de este lado, otros del otro, pero lo importante es que todos están
dentro del río”. Esa es la unidad de la Iglesia. Nadie afuera, todos adentro.
Luego, con las peculiaridades: esto no es dividir, no es ideología, es legal.
¿Pero por qué la Iglesia tiene este ancho de río? Es porque el Señor lo quiere
así.
El
Señor, en el Evangelio, nos dice: “Tengo otras ovejas que no vienen de este
redil. Tengo que conducir a ellas también. Escucharán mi voz y se convertirán
en un solo rebaño y un solo pastor”. El Señor dice: “Tengo ovejas por todas
partes, y soy el pastor de todos”. Este “todos” en Jesús es muy importante.
Pensemos en la parábola de la fiesta de la boda, cuando los invitados no
querían ir: uno porque había comprado un campo, otro porque se había casado…
todos dieron su razón para no ir. Y el Maestro se enfadó y dijo: “Ve a la calle
y trae a todos a la fiesta”. Todos ellos. Grandes y pequeños, ricos y pobres,
buenos y malos. Todo el mundo. Este “todos” es un poco la visión del Señor que
vino por todos y murió por todos. “Pero, ¿también murió por ese miserable que
me hizo la vida imposible?” También murió por él. “¿Y por ese bandido?” Murió
por él. Por todos. Y también por las personas que no creen en él o son de otras
religiones: murió por todos. Eso no significa que tengas que hacer
proselitismo: no. Pero murió por todos, justificó a todos.
Aquí
en Roma hay una señora, una buena mujer, una profesora, la profesora Mara, que
cuando tenía problemas… y había fiestas, decía: “Pero Cristo murió por todos:
¡sigamos!”. Esa capacidad constructiva. Tenemos un Redentor, una unidad: Cristo
murió por todos. En cambio la tentación… Pablo también sufrió la tentación:
“Soy de Pablo, soy de Apolo, soy de esto, soy de lo otro…”. Y piense en
nosotros, hace cincuenta años, después del Concilio: las cosas, las divisiones
que sufrió la Iglesia. “Yo soy de este lado, creo que sí, tú así…”. Sí, es
legítimo pensar así, pero en la unidad de la Iglesia, bajo el Pastor Jesús.
Dos
cosas. El reproche de los apóstoles a Pedro por haber entrado en la casa de los
paganos y Jesús que dice: “Soy pastor de todos”. Soy el pastor de todos. Y
quien dice: “Tengo otras ovejas que no vienen de este recinto. Tengo que
guiarlos también. Escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño”. Es la
oración por la unidad de todos los hombres, porque todos los hombres y mujeres…
todos tenemos un solo Pastor: Jesús.
Que
el Señor nos libere de esa psicología de la división, del dividir, y nos ayude
a ver esto de Jesús, esta gran cosa de Jesús, que en Él todos somos hermanos y
Él es el Pastor de todos. Esa palabra, hoy: “¡Todos, todos!”, que nos acompañe
durante todo el día.
Comunión espiritual,
adoración y bendición Eucarística
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística,
invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“A
tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón
contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el
sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te
ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en
espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda
inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti,
Te amo. Que así sea”.
Antes
de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona
mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína
caeli laetáre, allelúia.
Quia
quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit,
sicut dixit, allelúia.
Ora
pro nobis Deum, allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit