Encarnación Pérez Bret
es enfermera. Trabaja en la planta de cuidados paliativos de COVID-19 del
Hospital de Cuidados Laguna. Además, es licenciada en Antropología y doctora en
Bioética
Foto: Encarna Pérez Bret |
Estos días, cuidando de
tantos pacientes en un momento especialmente crítico, ¿qué ha descubierto?
He redescubierto lo crucial
que puede llegar a ser el cuidado de los colegas. Como profesionales, somos
ahora más vulnerables. En nuestro caso, hemos tenido compañeros que han muerto.
Eso nos ha recordado que tenemos que atender, no solo a los pacientes, sino
también a todas las personas del equipo.
Nos ha ayudado también a
valorar la humanidad y el sacrificio de las personas que se encargan de
dirigir. A mí me han llegado a decir: «Estás muy cansada, por favor, mañana no
vengas», aunque eso les haya costado trabajar más ellos.
También la adversidad te
ayuda a crecerte, a dar el 100 % en delicadeza con los pacientes.
Si siempre intentamos
tratarlos con cariño y dedicación, en estas circunstancias ha aumentado la
sensibilidad hacia ellos, porque ante la dura realidad que hemos vivido y la
falta de la familia, queremos que se sigan sintiendo atendidos y acompañados.
Como antropóloga, ¿en qué
cree que esta situación nos ha ayudado a replantearnos cuestiones?
Nos ha ayudado a
replantearnos qué es el ser humano, qué le hace tan valioso, sean cuales sean
sus circunstancias de edad, dependencia y necesidad. Hemos fijado la vista en
el hecho de que, aunque la persona se encuentre mermada y sus capacidades muy
limitadas, merece todos los esfuerzos humanos, profesionales y técnicos para
que salga adelante. Esta enfermedad ha atacado con especial fuerza a los más
frágiles y, frente a eso, como sociedad, hemos redescubierto el valor de la
solidaridad con nuevos matices, atendiendo a los más necesitados. Nos hemos
hecho más fuertes como comunidad.
Por otro lado, los
profesionales hemos puesto todos los medios para sacar adelante a los pacientes
a costa de grandes sacrificios personales. Es clave luchar por la dignidad del
ser humano en la fragilidad. En este proceso se ha visto la necesidad de los
cuidados paliativos, porque muchos profesionales necesitan capacitación para
atender el final de la vida y comunicar malas noticias. Y nos ha ayudado
también a considerar la finitud del ser humano. Nos ha impactado mucho la
pérdida de personas que estaban bien y han fallecido en unas pocas horas.
¿Cree que este aprendizaje
ha sido igual entre todos los profesionales sanitarios?
En su mayoría, sí. Hablando
con compañeras de otros hospitales, veo que hay esmero en cuidar las
necesidades de los pacientes, compensando la soledad porque están más
vulnerables y frágiles sin su familia. Muchas pequeñas cosas se pueden hacer
con ayuda de un familiar, pero ahora los enfermos están integralmente en manos
de los profesionales, y por eso se agudiza la sensibilidad, para ofrecer un
cuidado integral.
¿Sienten miedo los
profesionales sanitarios ante esta pandemia?
Hay muchas profesiones de
riesgo y una de ellas es la nuestra. Pero es fundamental que podamos contar con
los medios de protección adecuados y, por supuesto, actuar con prudencia. Es
muy importante la prevención del contagio. Los sanitarios, cuando elegimos esta
profesión, sabíamos que nuestro papel es este.
Antes trabajé con pacientes
que tenían enfermedades infectocontagiosas como tuberculosis o meningitis y
nunca me he sentido heroica. En estas circunstancias se requiere un cuidado más
especial, hay cierta tensión. Pero somos personas, que nos cansamos, sudamos y
lloramos a veces, y por eso también sentirse valorado ha ayudado muchísimo. El
reconocimiento te empuja a sacar fuerzas de flaqueza cuando estás muy cansada y
desgastada.
¿Cómo cree que esta
situación ha impactado en el concepto que tenemos de los mayores?
Creo que debe ayudarnos a
valorarlos mucho más, y espero que así sea. Siento pena también porque muchos
han estado solos al final de sus días en este tiempo de pandemia. El
aislamiento de las personas y la soledad aumenta el sufrimiento. En lo que
respecta a su asistencia, he visto muchas manifestaciones impresionantes, como
por ejemplo de gerocultoras y auxiliares que se han quedado en las residencias
y no han querido volver a casa para cuidar de los mayores. Me parece un
sacrificio increíble.
También conozco el esfuerzo
que están haciendo las familias por cuidar a los ancianos que no pueden ir al
centro de día. Intentan mantener la funcionalidad con todos los medios que
disponen en las casas, y así evitar que el deterioro progrese rápidamente. Eso
sí que puede llegar a ser heroico un día y otro.
Ana Pérez
Directora de comunicación de Fundación Vianorte-Laguna
Directora de comunicación de Fundación Vianorte-Laguna
Fuente: Alfa y Omega