Se trata de cosas sencillas que puedan hacerse hoy mismo, ya mismo
![]() |
Una escena de «A prueba de fuego [Fireproof]» (2008),
de Alex Kendrick, con Kirk Cameron y Erin Bethea
|
John Cuddeback lleva tantos
años casado (un cuarto de siglo) como siendo profesor de Filosofía. Católico y
padre de seis hijos, desde su blog Life Craft ofrece
consejos y orientaciones para la vida familiar que oscilan entre las
aplicaciones prácticas y la elevación de los principios.
Algo de ambas
cosas hay en uno de sus últimos posts, en los que propone tres ideas para redescubrir el matrimonio en
este periodo de confinamiento obligado por la pandemia, pero que por supuesto
valían antes y valdrán después.
Es muy realista: “A menudo, el matrimonio
consiste en el ejercicio de reconocer
un don en lo que no parecer serlo”. Y aunque "compartir un hogar es
una bendición esencial y definitoria del matrimonio”, eso no impide que “pasar
en casa una cantidad de tiempo imprevista por una cuarentena sea muy difícil”. Se dirige sobre todo a los maridos -porque
ellos son los destinatarios habituales de su blog-, pero las cosas que propone
valen también para las esposas.
Filósofo de profesión, Cuddeback acude a fuentes no
habituales en estas cuestiones. Y así, pone como ejemplo la forma resolutiva y
adaptada a las circunstancias con las que Alejandro Magno o Julio César, según reflejan las Vidas paralelas de Plutarco, tomaban decisiones
en el campo de batalla asumiendo su responsabilidad en la consecución de los
objetivos. Sabían "aprovechar
la oportunidad", algo que debe hacer siempre un padre de familia:
"¿Qué oportunidades se me presentan a mí ahora?", nos invita a
preguntarnos.
También acude a Jenofonte, cuyo Económico es
el tratado más completo sobre la vida matrimonial que nos dejó la Grecia
clasica, escrito además por un gran general que entiende el arte doméstico
sobre el modelo del arte político o militar, en la medida en que se trata de
gobernar a otros. Jenofonte subraya la responsabilidad del esposo en convertir
a su mujer en su colaboradora en el hogar, para lo cual debe, por encima de todo, serle
fiel.
Cuddeback interpreta a Jenofonte explicitando
"dos principios de la vida matrimonial. Primero: lo que nos corresponde
como pareja es crear
juntos un hogar. Juntos debemos ser los artesanos de nuestra vida,
responsables de esta pequeña comunidad, empezando por nuestra propia
relación. Segundo: tendremos que aprender a ver el plan natural de Dios para ese
proyecto sencillo pero ¡ay! tan arduo y a veces tan fastidioso".
Todo lo cual significa “hacer todo lo posible para
sacar adelante nuestras respectivas responsabilidades". Ahora bien,
"parte del desafío consiste en que las responsabilidades son diferentes, así que no podemos
limitarnos a mirar lo que hace el otro para repetirlo". Hay que tomar la
iniciativa.
"Como hombre", explica Cuddeback, "me corresponde especialmente
reconocer que debo poner en marcha algunas cosas en mi hogar y en mi
matrimonio”. En ese espíritu, “he aquí tres cosas que un hombre podría
decidirse a hacer hoy,
según responde un buen general ante la realidad que tiene delante".
"Si son demasiado básicas u obvias, me
disculpo por anticipado", dice.
1. Hacer algo que facilite la vida
de mi esposa.
Se trata de cosas sencillas que puedan hacerse hoy mismo, ya mismo. Habremos,
sí, de dar otros pasos, pero por su mayor importancia tendrán "el peligro
de ser, o de parecer que son, algo para hacernos sentir bien con nosotros
mismos o para ganar puntos". Sin embargo, "hacer cosas pequeñas y más discretas es una forma
magnífica de poner en práctica y fortalecer mi resolución de amar
mejor".
Los ejemplos son
obvios: limpiar el baño, tender la ropa, hacer la compra o a llevar o recoger a
los niños: “La clave es hacerlo
sinceramente y sin fanfarria", antes de pasar "a asuntos de mayor
entidad, como tomar la iniciativa ante algún problema que tengamos -o que tenga
mi mujer- con un hijo, o con algún familiar o amigo”.
2. Mostrar lo
mucho que aprecio lo que hace mi mujer.
"Hay que
hacerlo con sinceridad,
sencillez y discreción", insiste John: "No se trata de una
actuación en la que nos contemplamos a nosotros mismos y luego nos felicitamos
con una palmadita en la espalda. Debemos intentar hacerlo y sentirlo como
queremos que sea: un
aprecio sincero".
Desde un
"Soy consciente de que siempre haces esto por mí. ¡Gracias!” a un “Me
encanta tu actitud positiva”, pasando por un “Eres genial haciendo esto”, un
“Me gusta cómo le hablas a los niños” o un “Gracias por hacer esto todos los
días, sé que es duro para ti”.
3. Preguntarle a mi esposa cómo
puedo ser mejor marido.
"Esto
hay que hacerlo bien", avisa Cuddebak, "pero no es muy
complicado". En primer lugar, “tengo que estar convencido de ello, reconocer que tengo que aprender
de ella sobre mis defectos, y que estoy realmente dispuesto a
escuchar”. Así que cuando se vuelva extrañada y me diga “¿Qué pasa? ¿Has estado
leyendo algún blog sobre cómo ser mejor marido?” tendré que "poder mirarle
a los ojos y dejar claro que voy en serio".
La buena noticia de estas tres ideas es que depende de uno mismo "intentarlo
y estar convencido de lo que hago".
Queda por abordar una objeción: "¿Y por qué no
hace ella lo mismo por mí?"
"Lo cierto es que tal vez lo está haciendo y
yo no me doy cuenta" responde John, pero, "en última instancia, yo
debo estar dispuesto a amarla primero. ¿No lo hice cuando le pedí que se casara
conmigo? Mi amor por ella
no es una respuesta a lo que ella hace por mí, o a lo que me hace sentir. Es lo
que yo quiero darle a ella. Eso es ser un hombre en el matrimonio.
¡Y puedo volver a empezar hoy mismo!"
C. L.
Fuente: ReL