Haciendo
pan
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace
algunos meses nos regalaron pan congelado para hornear. Así que, cuando comenzó
el confinamiento, vimos que era providencial, y comenzamos a hacer nuestro
propio pan cada día.
Sión
y yo somos las encargadas de prepararlo cada mañana. Y, en el poco tiempo que
llevamos haciéndolo, me he dado cuenta de que el oficio del pan requiere estar
pendiente continuamente de las necesidades de los demás, de ver si falta, si
hay que hornear otro poco más, tenerlo a punto y recién hecho cada día...
Está
siendo muy bonito, porque poco a poco vamos conociendo hasta el gusto de cada
hermana, si le gusta más o menos hecho, si prefiere coger más o menos...
Y,
esta oportunidad de cuidar a nuestras hermanas con el pan, de pronto me hizo
sentirme tan cuidada por Cristo...
Me
impresionó de verdad, porque sentí que es el Señor quien realmente tiene el
oficio de prepararnos el Pan. Es Él quien está pendiente de nosotros cada día,
quien conoce bien cómo estamos y así nos va dando lo que nuestro corazón más
necesita en cada momento para volvernos a Él.
El
Señor se valió de esta imagen para mostrarme que el Amor es así, que no se
trata solo de darse, sino de saber ver al otro, qué puede necesitar, de ir
conociendo su corazón y saber lo que siente, aún sin que tenga que expresarlo.
Él
nos ama así, hasta el punto de hacerse nuestro servidor, y solo al experimentar
cómo nos sirve Él, tendremos la fuerza para servir así a los demás.
Hoy
el reto del amor es preparar el pan. Por un instante, al comenzar el día,
pídele al Señor experimentar en tu corazón cómo te cuida, cómo va guiando tus
pasos, cómo cada día, de una forma o de otra, se hace presente en tus cosas...
Y después pídele poder ver a los demás con Sus ojos para así ver lo que están
viviendo cada uno de los de tu alrededor, y cómo lo están viviendo. El Señor te
pondrá en el corazón algo que puedas hacer tú por ellos: un servicio, una
sorpresa, una conversación... Mira a través de los ojos del Señor, que Él ve el
corazón.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma