2.-
Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no
criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí
mismo.
3.-
Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad,
no sólo en el otro mundo, sino en éste también.
4.-
Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las
circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5.-
Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando
que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena
lectura es necesaria para la vida del alma.
6.-
Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7.-
Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera
ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
8.-
Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente,
pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9.-
Sólo por hoy creeré firmemente –aunque las circunstancias demuestren lo
contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie
existiera en el mundo.
10.-
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar
de lo que es bello y creer en la bondad.
Puedo
hacer bien durante doce horas lo que me descorazonaría si pensase tener que
hacerlo durante toda mi vida.
Artículo
originalmente publicado por Revista Ecclesia
Fuente: Aleteia